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L A V A N D A

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L A V A N D A

— Te quiero. Cuídate. Estudia. No te metas en problemas. —a medida que decía cada frase, su padre repartía un beso en su frente mientras la pequeña intentaba deshacerse del agarre del mayor.

Era en momentos como aquellos que la niña deseaba que su madre estuviera allí, pero su empleo la mantenía lo suficientemente ocupada como para no poder acompañar a su hija en su primer día en una escuela mágica.

Casi no había tenido tiempo de observar con detenimiento el lugar, era algo inexplicable. Si bien era cierto que su padre pertenecía a una familia con raíces mágicas, éste no había vivido la experiencia del tren de Hogwarts debido a su condición de squib. Por lo cual, la niña no había experimentado muchas cosas del mundo mágicos ni estaba enterada de muchas otras.

Muchos niños recorrían el lugar con un deje de aburrimiento, a la espera del aviso del tren ya que no veían la hora de llegar al castillo. A diferencia de ellos, Annabelle disfrutaba de todas las vistas. Nunca había presenciado nada como ello. Frente a ella descansaba un enorme tren de colores rojo y negro, y a su alrededor la estación desprendía una mágica que no podía ser vista, sino que podía sentirse en el aire.

Tras desperdiciar varios minutos observando el lugar, procuró deshacerse del peso incomodo que proporcionaba su baúl. Con la emoción del momento, no pensó en que la fuerza de sus diminutos brazos no sería suficiente para cargar con tanto peso y por eso no pidió ayuda a su padre, sino que intentó hacerlo ella solita como la niña independiente que debería convertirse a lo largo del año escolar. A pesar de intentarlo con todas sus fuerzas, el objeto terminó ganándole y se resbaló de sus manos. Pero antes de que tocará el suelo y sus pertenencias se perdieran en el tumulto de la gente amontonada cerca del tren, dos manos lo atraparon.

Una mujer de aspecto amable y cabellos rojizos le sonrió de una manera maternal, o al menos eso creía (nunca había recibido una de esas, no sería capaz de reconocerlas). Un niño de estatura baja con gafas y cabello desordenado se encontraba a su lado con una sonrisa.

— ¿Te encuentras bien? —la voz de la mujer era delicada, como su apariencia, y su rostro parecía iluminado por la bondad que reflejaba su mirada.

Annabelle asintió tímidamente.

La mujer le respondió con una sonrisa y terminó por cargar sus pertenencias en el expreso. Annabelle le dio la gracias a ambos y se alejó de allí en busca de su padre, quien comenzó a darle besos y abrazos al darse cuenta que su tiempo se estaba terminando y no la vería por varios meses.

Una vez que pudo librarse de los tentáculos que la aprisionaban, Annabelle comenzó a alejarse de su padre a medida que repetía todas las promesas que ya había hecho durante el viaje de ida a la estación de tren pero que su papá parecía desear volver a oír.

Lo último que pudo oír antes de cruzar el umbral de la puerta del tren fue el grito del mayor diciendo: "Y nada de chicos". Con la cabeza gacha por la vergüenza, e ignorando las risillas que provenían de los niños que acababan de subirse detrás suyo y habían escuchado a su padre, comenzó a caminar por el pasillo del tren en busca de un asiento libre.

AMORTENTIA ⋆ james potter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora