Capitulo 18

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-En Medallo nos vamos a quedar en un hotel así como en Cartagena, pero en Bogota nos quedaremos en la casa de mis abuelos, ¿la recuerdas?-. Me dice Juan Pablo cuando casi aterrizamos en el aeropuerto de Rionegro, muy cerca de Medellín, o Medallo, como él le dice.

-Por supuesto-. Le respondo sonriente. Su mano aprieta la mía, me ha sostenido la mano durante todo el vuelo.

Creo que el aún piensa que le temo a volar, pero la verdad es que le perdí el miedo a los aviones cuando tuve que atravesar el océano múltiples veces para ir a Inglaterra y cuando viaje de visita a Canadá y México. Pero tampoco pienso aclarárselo, estamos bien así.

-Podremos montar a caballo-. Agrego notablemente emocionada, me encanta cabalgar y hace rato que no lo hago.

-Que manía tienes de estar montada sobre esos bichos-. Rezonga rodando los ojos y yo muero de la risa recordando porque a él no le ilusiona como a mi cabalgar.

***Le había mentido a mis padres diciéndoles que Verónica y yo nos quedaríamos en casa de su prima ese fin de semana, pero la verdad fue que vinimos con la familia de Juan Pablo a Bogotá para una de sus presentaciones.

Ese viernes llegamos ya en la noche, así que no pudimos salir a montar, pero el sábado después del desayuno le insistí tanto a Juan Pablo que no tuvo de otra más que acceder, aunque ya me había dicho que no era muy buen jinete y que la verdad no era que le gustaran mucho los caballos.

-Lola mejor no, escoge otro caballo-. Esta de acuerdo con el encargado de los establos que había dicho que "Diablo" no era una buena opción.

Diablo era un caballo negro de crin y cola súper largas, un hermoso ejemplar, pero que había sido catalogado de "difícil" por su temperamento brioso.

-Pero a mi me gusta y soy buena jinete-. Insistí.

-Lo que usted diga niño Juan Pablo-. Dijo Rogelio, el hombre encargado de ensillarlo.

-¿Estás segura?-. Me pregunto Juan Pablo, reacio.

-Seguro-. Asentí con una sonrisa y él suspiro poniendo los ojos en blanco.

-Ensíllale a Diablo-. Ordeno.

Yo salte de alegría colgándomele del cuello y dándole un beso en la mejilla. -Gracias-.

-¿Y para usted niño Juan?-.

<<Niño... tiene diecinueve>>.

-Para mi Paloma-.

Rogelio había dicho que era una yegua muy tranquila. <<Cobarde>>.

No había llevado botas para montar, así que tuve que hacerlo en jeans y tenis.

Después de que ensillaron los caballos, ambos subimos y empezamos un trote suave, alejándonos de los establos, pero cuando llegamos a una zona de amplios prados que se extendía hasta un área boscosa, espoleé a Diablo y le grite: -Alcánzame!-.

En realidad el caballo si era bastante voluntarioso y relinchudo, y me costaba hacer que me obedeciera, pero llevaba toda una vida cabalgando en el club donde papá era socio, ademas que recibí clases de equitación en la infancia, por lo que no me dejaba intimidar. Cosa que no paso con Juan Pablo.

Diablo empezó a correr a todo dar. Yo sentía que el aire frío golpeaba mi rostro como si se tratara de agujas clavándose en la piel. Varios mechones de cabello se me habían soltado de la coleta y se agitaban a mi alrededor, algunas veces azorándome el rostro. Pero me encantaba la sensación de libertad mezclada con la adrenalina corriendo por mis venas.

SIEMPRE HAS SIDO TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora