Capitulo 25

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Así Manuela ya esté más tranquila igual conduje yo de regreso a la finca. Cuando llegamos ya está bien entrada la noche pero encontramos a sus padres y a la señora Graciela jugando una partida de parques en la sala. Nos invitan a unirnos pero ambas declinamos la oferta argumentando que estamos muy cansadas y nos vamos directo a las habitaciones.

Lo primero que hago es sacar el teléfono del bolso para ponerlo sobre la mesita de noche pero la alerta en la pantalla bloqueada hace que respire profundo y lo desbloquee.

"Definitivamente hay mucho de lo que hablar, pero lo haremos personalmente"

Eso es todo. Después de días de silencio Ian me responde esas únicas once palabras, y una coma, por supuesto.

Esto va de mal en peor.

Me quito la ropa y me dirijo al baño a darme una ducha porque necesito quitarme todas esas emociones del día de encima. Tengo los hombros tensos.

Cuando termino de ponerme la pijama me asomo por la ventana y las camionetas blindadas ya están ahí estacionadas, lo que quiere decir que Juan Pablo ya ha llegado, pero después de lo de la mañana no se si ir a buscarlo o no. No se en que estamos, por momentos me siento pisando arenas movedizas, así que decido que lo mejor es irme a dormir. Mañana será otro día, solía decir mi abuela para referirse a que habían cosas que podían resolverse luego y no abrumarse con todo al mismo tiempo. Pero cuando me acerco a la cama todo ese malestar se diluye de ipso facto. Ahí hay un gran lirio con pétalos de color fucsia que terminan en blanco en los bordes, esta sobre la almohada y debajo de la flor hay una nota.

"No quise presionarte
Discúlpame"

Tomo el Lirio y aspiro su aroma, siempre me han gustado estas flores, creo que es herencia de la abuela Adela. Lo meto en el jarrón con margaritas que hay en la mesita del tocador y guardo la nota en mi cartera, luego me asomo a la puerta y miro para ambos lados para asegurarme que no haya nadie en el pasillo. Cuando estoy satisfecha con mi inspección cierro la puerta con delicadeza y corro en puntitas de los pies hacia la habitación de Juan Pablo.

No llamo a la puerta porque no puedo esperar y arriesgarme a que me descubran escabulléndome a su habitación, por lo que simplemente giro la perilla y entro.

<<Debí haber llamado antes de entrar>>.

<<O tal vez no>>.

Juan Pablo está recostado sobre la cama con solo un pantalón holgado de color blanco. Así, nada más, para el deleite de mis ojos. Estaba mirando algo en su teléfono, pero apenas me ve entrar lo deja a un lado y se sienta en el borde de la cama. El nuevo corte lo hace ver más joven y me recuerda mucho al Juan Pablo de hace seis años, excepto que ahora tiene barba, más músculos y mucha tinta en la piel.

Extiende su mano hacia mi y hasta entonces me doy cuenta que me he quedado como boba observándolo.

Doy un paso adelante y de repente el suelo se siente helado en las plantas de mis pies. Al respirar siento que me cuesta entrar el aire a mis pulmones.

Llego hasta él y pongo mi mano sobre la suya, recibiendo un suave tirón de su parte que termina de cortar la distancia que nos separa. Libera mi mano y envuelve mi cintura con sus dos brazos. Mi estómago se acalambra y el pulso se me acelera cuando acerca su rostro a mi abdomen y me da un beso sobre la tela de la blusa de mi pijama.

Mi pijama es un pantalón holgado y una sencilla blusa de tirantes, ambos de seda color palo de rosa.

Inclina su cabeza hacia atrás dejando su mentón apoyado sobre mi abdomen y me mira a los ojos. Tiene la mirada triste.

SIEMPRE HAS SIDO TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora