Capitulo 28

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-Has el favor de ir a cambiarte-. Dice Juan Pablo serio.

Me quedo mirándolo sin poder creer lo que han escuchado mis oídos. Luego miro hacia abajo y repaso mi atuendo. Opte por una minifalda de color blanco, una blusa negra ajustada con mangas largas y escote bandeja bien pronunciado tanto adelante como atrás, que combine con unas sandalias doradas de tacón alto, accesorios y bolso también dorados. Deje mi cabello suelto y me puse poco maquillaje, como siempre.

-P-Pero...-. Estoy dispuesta a defender mi atuendo. Se que el escote es bastante pronunciado, pero no es vulgar.

Juan Pablo suelta una carcajada y yo suelto el aire que estaba reteniendo.

Se acerca a mi con su actitud de seductor y me toma de la cadera acercándome.

-Mamasita-. Dice con ganas. -Voy a ser la envidia de todos, pero no voy a poder concentrarme-. Me da un beso en la parte expuesta de mi clavícula. -Hueles delicioso-. Pasea su nariz por mi cuello e inclino la cabeza a un lado para darle mejor acceso.

Un carraspeo nos interrumpe. Miro hacia atrás y es el idiota de Alberto.

-Es hora-. Anuncia dirigiéndose a la salida.

-No lo soporto-. Le digo a Juan Pablo. Él se ríe. 

-Lo se, pero gracias a su impertinencia nos deshicimos de Georgiana-. <<Bueno, eso si>>. -Él no la soportaba, siempre me ha dicho que es una trepadora-.

-¿Y que dice de mi?-. Las palabras salen de mi boca sin que le ponga filtro, pero la verdad es que me tiene sin cuidado lo que piense ese infame hombre de mi.

-Te adora. Dice que eres mi musa-.

Me quedo sin palabras. Creo que podría perdonar a Alberto; quizá dentro de poco.

El concierto es al aire libre. Han puesto un gran escenario en la playa y han cercado los alrededores para garantizar la seguridad. Nos quedamos dentro del auto hasta que sea el momento de iniciar el show y Juan Pablo no se va a cambiar de atuendo durante todo el concierto. Por lo que el Jean azul claro y la camiseta blanca sin mangas debajo del saco negro satinado será con lo que abra y cierre el show. Luce muy sexy, y las gafas de lentes en color verde muy claro que tiene puestas son la cereza del pastel.

Afuera se escucha un bullicio de temer a pesar de estar al aire libre.

-Te aman-. Le digo mirando a través de la ventanilla, aunque los vidrios tintados y la oscuridad de la noche no me permitan ver mucho.

-Puede que suene mal pero a mi sólo me importa que me ames tu-. Asegura y me quedo mirándolo a los ojos.

Los hombres de seguridad están afuera del auto, por lo que estamos solos.

-Te amo Juan Pablo Avendaño Ramírez, que no te quepa la menor duda-. Le digo, sosteniéndole la mirada y sin ningún atisbo de duda.

Sus ojos brillan y me sonríe de medio lado, con esa sonrisa pícara y coqueta que me mata la razón. Luego suspira y se acerca tomándome el rostro con ambas manos.

-Ahora si puedo morirme en paz-. Murmura sobre mis labios.

Me rio por lo exagerado que es, pero su boca se acerca a la mía y dejo de reír para besarlo como nunca antes. Su mano va a mi pierna y empieza a ascender desde la rodilla, la caricia es suave pero hace que los vellos de la nuca y brazos se me ericen, y cuando sus dedos empiezan a desviarse hacia la parte media de mi muslo mi respiración se hace errática. Pero no lo detengo, ni loca que estuviera para hacerlo.

-Señor-. Es la voz de Joseph. Nos separamos mirándonos fijamente. Es una mirada que guarda una promesa. -Es hora señor-. Insiste el jefe de seguridad.

SIEMPRE HAS SIDO TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora