Después de darnos un baño -si, darnos, juntos-, me pongo un vestido corto y holgado, de espalda descubierta y tirantes al cuello. Es floreado y muy playero. Me calzo unas sandalias planas y salimos hacia el comedor del hotel. Juan Pablo se ha puesto un pantalón corto a cuadros y una camisa blanca de mangas cortas con los dos botones superiores abiertos. Y vamos tomados de la mano.
En este momento soy, literalmente, la mujer más feliz del mundo.
En la puerta del restaurante un mesero nos pregunta si deseamos una mesa, pero declinamos la oferta diciéndole que nos están esperando. Miro en derredor y veo una mano agitarse al aire.
-Ahí esta-. Le digo a Juan Pablo y nos dirigimos en dirección a la mesa donde ya puedo ver a Manuela.
En el camino veo a una mujer mirar fijamente a Juan Pablo. Ella es morena, de cabello castaño oscuro y ojos color miel. Tiene un rostro muy bonito, y aún sentada se nota que es esbelta y alta. Parece una modelo. Junto a ella en la mesa hay un hombre mayor que parece más interesado en su plato de comida que en la compañía. Miro de ella a Juan Pablo y viceversa pensando que quizá la mujer lo mira tan fijamente porque son conocidos, pero él pasa junto a ella y ni la determina.
Dejo de pensar en eso cuando llegamos a la mesa y vemos que Manuela ya ha empezado a comer sin nosotros. Definitivamente el embarazo le ha abierto el apetito.
-¿No pudiste esperar?-. Se burla Juan Pablo separando la silla para que me siente y luego toma siento a mi lado.
-¿Y ustedes porque demoraron tanto?-. Sus cejas suben y bajan de forma insinuante.
Mis mejillas arden. Pero no puedo olvidarme que Manuela es así, boca sucia y sin pelos en la lengua.
-Manuela-. La reprende Juan Pablo y ella suelta una carcajada.
<<¿Cual de los dos es el mayor?>>.
Un mesero se acerca y nos entrega la carta. Yo pido una lasaña marinera y una limonada cerezada, y Juan Pablo unos langostinos apanados y un jugo de frutos rojos. Cuando nuestra comida llega Manuela ya casi ha terminado con su arroz mixto.
-Hable con mamá hace un rato-. Dice Manuela. -Les manda saludos y dice que espera que antes de salir de Colombia se pasen por Cali para despedirse como debe ser-.
Eso me hace pensar que no hemos hablado de ese pequeño detalle. Yo tengo un cupo para mi residencia en Inglaterra y Juan Pablo, aunque se la pasa viajando, tiene su residencia permanente en Miami; estamos a un océano de distancia.
-Por supuesto que podemos ir a despedirnos, ¿verdad Lola?-. Toma mi mano y me da un apretón.
Volteo a mirarlo y me guiña un ojo, es un gesto que pretende decirme: lo solucionaremos.
Le sonrío. -Por supuesto-.
Además, tengo que despedirme de Cristian y del abuelo. Obvio que también de mis padres, pero de solo pensar en que van a poner el grito en el cielo cuando cancele la boda, me dan ganas de saltarme la parte de la despedida a ellos.
Comemos entre risas y después decidimos ir a dar una vuelta por la playa del hotel. Me quito los zapatos y dejo que mis pies se entierren en la arena que aún está tibia, mientras caminamos por la orilla de la playa. Los hombres de seguridad vienen detrás pero no muy cerca. A veces ya ni reparo en ellos.
-Este lugar es hermoso, me gustaría quedarme aquí para siempre-. Dice Manuela con un suspiro.
Su cabello está hecho una maraña gracias al viento. Al menos yo atiné a recogerme el mío en una coleta.
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SIEMPRE HAS SIDO TU
RomanceLorena Montenegro regresa al país tras un auto exilio de seis años. Bueno... Ella estaba estudiando, pero también huyendo de Él. Juan Pablo Avendaño había conseguido lo que siempre quiso: ser un cantante de talla internacional. Ahora lo tenia todo...