Como si acabara de estrellarse contra el pavimento tras saltar de un rascacielos, Leon se sobresaltó, se aferró a las sábanas e inhaló desesperadamente una bocanada de aire. Le tomó un minuto entero reconocer la habitación y entender que estaba a salvo, en la realidad en la que Kay dormía a su lado luego de haber reaparecido a componer su melancolía.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó ella, semidormida pero atenta.
—Sí... solo... —iba a decir que había tenido una pesadilla, pero el sueño del que venía alterado no había sido precisamente un mal sueño, no del todo.
La imagen estaba aún muy fresca: Kay de rodillas delante suyo, equilibrada apenas sobre una mano, porque él le tenía la otra atrapada para poder controlar el movimiento de sus cuerpos. Disfrutaba inundando el ambiente con sus gemidos, enviándolo directamente al cielo e inminentemente después al infierno con el pecaminoso placer que se anticipaba. Leon estaba a punto de levantarla para rodearla por la cintura, por el pecho y terminar vociferando unas cuantas groserías. Entonces ella se soltó para voltear a practicarle sexo oral, y él, excitado hasta las estrellas, le sujetó el cabello y le pidió no detenerse. La pelirroja se apartó, lo miró a los ojos y respondió, pero con una voz que no era su voz. No sonó suave, no sonó bonita; era aquel tono grave y seductor de aquella mujer fatal. "Lo que ordenes...", habló poseída por Ada Wong. Y ahí fue que él se espantó y despertó espantado.
—¿Leon? —le habló otra vez Katherine, un poco más consciente y preocupada que antes.
—Ahora vuelvo —optó él por callar y se levantó.
Ignoró el cambio de temperatura que golpeó su cuerpo y caminó descalzo hasta el baño de invitados de la estancia. No quería que Katherine lo escuchara, y no solo tomando en cuenta el ruido que haría al vaciar su vejiga, sino también el que provocaría para deshacerse de la dolorosa erección que le quedó del desconcertante sueño. Agradeció a su cerebro por la buena intención; reducir su sentimiento de culpa —por haber durado poco— proyectando una buena sesión de sexo descontrolado no era para nada una mala idea. Pero combinar el favor con aquel desenlace tan perturbador se le hizo inconcebible.
Lo de saltar sobre la cama como si alguien acabara de cercenarle la cabeza con una motosierra podría parecer exagerado; pero para Leon, confundir a Kay con Ada era igual de aterrador que soñar con un mutante que te persigue para engullirte vivo. "Quizás es cierto que ella arruina mi vida...", pensó sobre Ada.
Sacudió una vez más el cuerpo para liberarse de la escena y dispersar los escalofríos. Quiso olvidar el asunto regañándose a sí mismo por haber bebido tanta agua; de no haberlo hecho, habría dormido plácidamente el resto de la noche. Encendió la luz del diminuto baño, entró e hizo a un lado su ropa interior. Palpó la magnitud de su endurecimiento y supo que orinar le significaría una pequeña travesía.
—Maldita sea... —siseó eligiendo el malabarismo menos dificultoso.
Una vez desahogado, fue al lavabo, se lavó las manos y se mojó el rostro. Su miembro continuaba tan duro, que solo quedaba relajarse y atender la inesperada calentura en la soledad de su propia compañía. Usualmente, unas cuantas caricias serían suficientes, pero, ni bien comenzó a tocarse, la sensación se esfumó. Bufó frustrado, apoyó ambas manos sobre el lavabo y se agachó.
Pensó que le faltaba oscuridad para sentirse cómodo, para fantasear con hacer realidad el sueño. Presionó el interruptor y la imaginó a ella desnuda, se imaginó a sí mismo tocando su desnudez a su antojo. De nuevo el calor de los estímulos inundó su torrente sanguíneo. Intentó recomenzar, pero en cuanto ponía sus dedos alrededor de su miembro, parecía que esa parte de su cuerpo dejaba de existir al tacto.
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𝚂í𝚗𝚍𝚛𝚘𝚖𝚎 𝚁𝚎𝚍𝚏𝚒𝚎𝚕𝚍 - 𝙿𝚊𝚛𝚝𝚎 𝟸, 𝙰𝚗𝚝í𝚍𝚘𝚝𝚘
Fanfiction❝𝑁𝑜 𝑠𝑒 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑒 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑡𝑢 𝑐𝑜𝑟𝑎𝑧𝑜́𝑛 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒, 𝑠𝑒 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑒 𝑑𝑒 𝑎 𝑝𝑜𝑐𝑜 ℎ𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑙 𝑑𝑖́𝑎 𝑒𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑖𝑚𝑝𝑜𝑟𝑡𝑎 𝑡𝑢 𝑎𝑢𝑠𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎...❞ ━━━━━━〘☣〙━━━━━━ Víctima de la tragedia y la precisión...