El tono del teléfono repicando sobre la mesita de noche sacó a Jun de entre las sábanas. Se levantó presto a correr a la oficina de ser necesario, creyendo que se trataba de la llamada que la agente Valentine le había ordenado esperar; aquella que le avisaría los detalles sobre lo que debía y no debía decir en su declaración acerca de los acontecimientos del operativo del día anterior. Pero no era ella, aunque no por eso la llamada fue menos urgente. Se trataba de su padre, y estaba llamándolo para comunicarle que su hermano menor había huido de casa.
Jun pidió saber las razones; nadie tenía idea. Pero en la respuesta de su padre hubo cierta insinuación que le hizo pensar que estaba, de cierto modo, culpándolo a él, por sus elecciones de vida, como si hubieran sido la semilla de mala influencia en su hermano.
Lo único que habían logrado averiguar sobre la partida del chico era que no cargaba con dinero suficiente para sobrevivir más que por un par de meses, y que había volado a Norteamérica. La madre de Jun gritó que su deber era encontrarlo, pero para él, o para cualquiera, rastrear a un chico de diecisiete años no sería tarea fácil, menos con la política de no llamar a la policía que dictaminó su padre. No quería pasar vergüenzas y prefería esperar a que el adolescente se desesperara y reapareciera por su cuenta. De todas maneras, ellos estarían de visita en Washington D.C. muy pronto, y de seguro para entonces el muchacho ya estaría arrepentido.
—No morirá, volverá cuando se le acabe el dinero para la comida. —dijo el señor ChunHee a su hijo. Le encomendó que, si su hermano llegara a buscarlo, no lo dejara marcharse y colgó.
Jun se quedó intranquilo, ahora por un motivo más. La huida de su hermano le hizo caer en cuenta de lo poco que sabía de su familia desde que se había enlistado en la alianza y se había mudado a América, y esa sensación de ser un completo extraño para ellos no le gustó nada. Debería apresurar los planes, todos sus planes. Con lo que pasó en la misión, no solo le nació la idea de apartarse de ese mundo y retomar su vida en Corea, sino de persuadir también a su amada y llevársela consigo. Si lograba convencerla de dejar todo de lado y mudarse juntos a construir una familia, lejos de esos monstruos y de esa terrible gente, el resto de su vida solo tendría que preocuparse por hacerla feliz.
"Sí, definitivamente necesito alejarla de todo este infierno...", decidió por completo convencido de que sería capaz de lograrlo.
...
—¿Seguro que no quieres que me quede? —le preguntó Jill a Carlos por cuarta vez, sin contar las que le había preguntado si se sentía bien.
Carlos meneó la cabeza negativamente, todavía con aquella mirada triste, cansada y lejana. Jill no estaba para nada convencida, no quería marcharse, pero no le quedaba de otra. Aunque ese pequeño génesis de emoción le mandaba ponerse celosa por las ideas y sentimientos que su novio estaba ocultando. Lo que era peor, sabía que ella misma lo había cohibido y que él no le decía todo lo que estaba sintiendo porque quería evitar sus celos.
Los dos estaban conscientes de que la brecha se acrecentaba en lugar de hallar solución, pero ninguno tenía idea de cómo cerrarla. Jill supo que era momento de tener una conversación completamente honesta con Carlos, para deshacerse de las susceptibilidades. Estaba por plantear el tema, pero entonces el tono del teléfono de Valentine sonó por una llamada, y ella respondió nerviosa. Carlos se dio cuenta, pero no hizo mucho más que eso.
—¿Quién era? —preguntó tras que ella colgara.
—Ah... nadie... Chris... —corrigió indecisa —. Quería saber si estaba en la oficina.
—Pues será mejor que no llegues tarde. Te veo luego, amor —se despidió Carlos y tomó su taza de café vacía y la llevó al lavatrastos. Se despidió dándole un beso en la frente y se fue de regreso a la cama.
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𝚂í𝚗𝚍𝚛𝚘𝚖𝚎 𝚁𝚎𝚍𝚏𝚒𝚎𝚕𝚍 - 𝙿𝚊𝚛𝚝𝚎 𝟸, 𝙰𝚗𝚝í𝚍𝚘𝚝𝚘
Fanfiction❝𝑁𝑜 𝑠𝑒 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑒 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑡𝑢 𝑐𝑜𝑟𝑎𝑧𝑜́𝑛 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒, 𝑠𝑒 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑒 𝑑𝑒 𝑎 𝑝𝑜𝑐𝑜 ℎ𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑙 𝑑𝑖́𝑎 𝑒𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑖𝑚𝑝𝑜𝑟𝑡𝑎 𝑡𝑢 𝑎𝑢𝑠𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎...❞ ━━━━━━〘☣〙━━━━━━ Víctima de la tragedia y la precisión...