Capítulo 29-a

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Síndrome.
Conjunto de fenómenos que concurren unos con otros y que caracterizan una determinada situación.

...

Se levantó, salió de su oficina y abordó el ascensor, tan determinado como un guerrero a quien acababa de asignársele la más importante misión de su vida. No era para menos, todo su mundo estaba en juego. Sin embargo, con cada paso repasaba cada evento de los últimos meses, en especial aquellos en los que estaba seguro de haber cometido errores irreparables, errores que habían distorsionado su imagen ante ella y ante sí mismo. ¿Por qué había tomado esos rumbos? ¿Guiado por qué? ¿Por el destino? ¿Por su egoísmo?

Kay lo había estado viendo arrojar por la borda todo cuanto construyeron juntos, su complicidad, sus ilusiones, sus vivencias, su amor; sin hacer nada para detenerlo y seguramente con un corazón hecho añicos.

Chris se llevó las manos a la cabeza intentando contener el caudal de culpa que comenzaba a rebasar su cordura. Lo único que se repetía era una negación, un "no, no, no, no" que no era más que un consuelo inservible.

Salió del ascensor, lo saludaron; no se molestó en responder. Cruzó hasta la puerta con una marcha acelerada por la urgencia y una vez sobre la vereda quiso echar a correr. Fue entonces que perdió toda orientación. Se agachó hiperventilando, apoyó las manos en las rodillas y cerró los ojos. No tenía idea de cómo iba a presentarse ni cómo iba a explicarse ni cómo iba a desenmarañar el caos. Pero debía ir a buscarla, debía verla, decirle que todo fue una catástrofe causada por la amnesia y que toda la miseria de la que era prisionero solo podía hallar remedio en volver a estar a su lado.

"Eres mi antídoto, Kay... vivía infectado... envenenado... intoxicado por el mal de mi mundo antes de conocerte y vivo igual luego de haberte perdido...".

Necesitaba decirle que la amaba y que su único deseo era escapar con ella tan lejos que nunca nada ni nadie pudiera alcanzarlos. Esa era la esperanza que aguardaba realizar tras la misión en Rusia. Lo recordaba ahora, lo recordaba y lamentaba con todas sus fuerzas haber permitido que aquel deseo naufragara en las lagunas de su mente.

Y temía que fuera tarde, que ella se hubiera ya resignado. Mas debía a toda costa negarlo. "No... ella me ama... ella me espera, sé que me espera...", se dijo a sí mismo y reemprendió su camino. Atravesó las calles a toda prisa y llegó al laboratorio, jadeante y decidido a recuperar a la mujer que amaba.

—Comandante Redfield —le habló el hombre que custodiaba la entrada.

Chris no le hizo ningún caso y prosiguió sin decir nada. Adentro un segundo muchacho, que fungía como custodio también, lo saludó desde detrás del mostrador que separaba el lobby de la entrada al laboratorio. Chris pidió que le cedieran el paso y se truncó en explicar el motivo de su visita. Entonces escuchó la voz de Rebecca.

—¡Buenos días, buenos días! —entró alegre la doctora, y se paró en seco cuando vio voltear a Chris.

El comandante irradiaba una intención indescifrable, pero era obvio que se hallaba en medio de un torbellino que sacudía su espíritu.

—Chris, ¿tú aquí...? —dijo Rebecca.

A punto de ponerse a gritar como demente preguntando por Katherine, Chris notó que los ojos de Chambers se desviaron hacia las cámaras de seguridad con un muy evidente nerviosismo. Los ojillos asustados volvieron de inmediato a posarse sobre él, sabiendo que acababan de delatar a su compañera. Chris giró sobre sus talones y levantó la vista hacia el monitor. Se quedó mirando como quien contempla el horror de una grabación macabra, solo que no estaba viendo un video, sino ese mismo instante.

𝚂í𝚗𝚍𝚛𝚘𝚖𝚎 𝚁𝚎𝚍𝚏𝚒𝚎𝚕𝚍 - 𝙿𝚊𝚛𝚝𝚎 𝟸, 𝙰𝚗𝚝í𝚍𝚘𝚝𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora