Capítulo 2

656 78 4
                                    

Cuando los ojos de Gordon se abrieron, ya había amanecido. Ni siquira recordaba por qué estaba encima del pasto y no dentro de la casa, pero se sentía muy bien, como si se hubiera recuperado de una enfermedad terrible.

—Mejor regreso a la mansión.

Que comience el juego, viejo amigo, pensó Angus, observando cómo el hechicero se alejaba del patio.

Mientras tanto, la sombra del pasado asechaba el sueño de Gena. Él siempre volvía para recordarle que no era tan exitosa como pensaba, que no tuvo la capacidad de cumplir con el mayor propósito de una mujer. Necesitaba alcohol, urgentemente, porque, al fin y al cabo, el único alivio del borracho es su bebida.

—Gena, buenos días. He preparado un desayuno especial en tu honor, ya que ayer no te dí el recibimiento apropiado, quiero recompensarte —afirmó Gordon, tendiéndole una rosa blanca.

—Oh, vaya, qué gesto tan bonito. Yo... te lo agradezco, Gordon, con todo mi corazón, pero no tengo hambre. Estaré trabajando durante los próximos días, así que no me verás muy a menudo, ¿ok? —odiaba mentir, pero más odiaba que otros cargaran con su mierda.

—Al menos, llévate este sándwich y un vaso de leche fresca.

—Aceptaré el sándwich. Por cierto, ¿tienes algo de whisky, cerveza o... vino?

—Sí, ve a la última puerta del pasillo lateral. Usamos esa habitación como licorera.

El pelirrojo se mostraba abatido, decepcionado, quizás; y no le extrañaba. Todos los hombres que se interesaban por ella se convertían literalmente en basura, como "él", que siempre luchó por animarla, por cumplir con todas sus metas, y de qué le sirvió. Ahora se encontraba a tres metros bajo tierra.

                          ***
Pasaron dos semanas y Gordon comenzó a preocuparse. Gena no daba señales de vida, en ningún sentido. ¿Y si había sufrido un accidente? ¿Y si estaba enferma?

—Al diablo. Iré a chequearla —el hechicero irrumpió en la recámara sin importarle su falta de modales, y debía admitir que la imagen que se llevó fue perturbadora.

Montones de botellas vacías se amontonaban en el suelo, la cama, totalmente deshecha y... Gena saliendo del baño, con el cabello revuelto, los ojos rojizos y su cuerpo notablemente delgado.

—¿Gordon? ¿Qué ocurre? ¿Por qué no tocas la puerta? —replicó llevándose las manos a las caderas.

—Tu ausencia me alarmó. Por un momento creí que...

—Te dije que me enfocaría en el trabajo, ¿o ya lo olvidaste?

—No me parece que esto —señaló el desastre del piso—, sea trabajo. ¿Estás ebria?

—¿Cuál es tu problema? Soy adulta, puedo ingerir todo el etanol que me venga en gana, así que no te atrevas a juzgarme.

—No estoy en posición de juzgar a nadie, he cometido demasiados errores; pero me dolería mucho si una persona tan especial como tú terminara sumergida en el alcohol.

—No me conoces, Gordon.

—Tienes razón, conecté mucho más con la chica sexy y desinhibida que me coqueteó apenas verme. Ella reflejaba alegría, orgullo propio, ambición, belleza, responsabilidad e ingenio. Su forma de caminar le dejaba claro al mundo que era una luchadora, que lograba todo lo que se proponía, que no había espacio para el término "mediocre" en su diccionario.

Esas palabras la desarmaron. Terminó llorando sobre el pecho del muchacho, liberando el dolor que le quemaba el pecho.

—Mírame, Gena —exigió con voz demandante—. ¿Por qué te tratas así? ¿Eh?

—Porque es lo único que me ayuda a olvidar. Estoy atravesando una crisis, y el whisky me tranquiliza.

—¡Por el amor de Dios! ¡¿Qué quieres olvidar?!

—¡Que soy una fachada!, un bonito árbol de tronco seco.

La muchacha le sostuvo la mirada, pero sin lágrimas esta vez. Basta ya de lucir patética frente a Gordon.

—¿A qué te refieres? Gen, he vivido mucho, me he adaptado a diferentes personas, lugares, épocas, religiones, y si algo aprendí de todas las experiencias fue que el ser humano funciona como una bomba de tiempo. A medida que acumula emociones negativas, el reloj acelera, hasta que un día... esa bomba explota. Lo que intento decirte con esto es que el primer paso para sanarte es cerrar la herida. Confía en mí, sea lo que sea, te comprenderé —expresó antes de irse.

Gena aprovechó para tomar una ducha, cambiarse de ropa y limpiar esa pocilga. Había descuidado su alimentación e higiene personal. Ya entendía la expresión de pánico que puso Gordon al verla, estaba hecha un asco.

Prometiste que ibas a cuidarte, que seguirías adelante. ¿Por qué me decepcionas?

—¿Quién dijo eso? —la muchacha volteó abruptamente y ahí se encontraba él.

—Hola, Gena —la saludó, sentado en el borde de la cama.

—Enloquecí —murmuró conmocionada.

—Antes de irme, te pedí que actuaras con buen juicio, que aprovecharas todo lo que libremente te ofrecí, que te convirtieras en la mejor versión de tí misma. Pensé que eras aguerrida, ahora percibo que siempre traté con una cobarde —escupió el individuo sin la mínima compasión.

—¡No tienes derecho a hablarme así! —exclamó frustrada—. Yo me encargué de tu hijo cuando te marchaste, me aseguré de que tu legado prevaleciera. ¿Pretendes que me entierre a los treinta años por no haberte dado una mísera cosa?

Él sonrió ampliamente.

—No, pretendo que comprendas que no puedes enterrarte a los treinta años por algo de lo que no te culpo. Ese es mi cometido —posó un suave beso en su frente—. Por favor, recupérate. Ya no sufras más. Entiendo que hay un buen hombre al que le importas. No te permitas perderlo, intuyo que tiene el potencial para hacerte feliz. ¿Puedo irme tranquilo en esta ocasión?

—Sí.

—¿Cumplirás tu promesa?

—Lo haré —se abrazó a su torso.

—Debo partir. Descansa, ¿ok?

Como si de una orden se tratara, Gena acabó rendida sobre la cama. Esa tarde recuperó todo el sueño perdido. No sabía si lo que vio fue un espejismo o magia, pero le hizo mucho bien, porque al fin se percató de la inmadurez con la que actuaba hasta hace unos minutos. Necesitaba encarar sus miedos, desahogarse. Necesitaba contarle todo a Gordon.

—Hola —se paró en el marco de la puerta de la cocina, donde el pelirrojo tomaba una taza de té.

—Hola, ¿te apetece un poco?

—Más tarde. Ahora, planeo revelarte un pedazo de mi pasado, si aún te interesa escucharme, claro.

—Desde luego que sí —el hechicero la instó a que tomara asiento.

—Bueno, todo comenzó hace ocho años...

El encanto de las Highlands (Libro # 2 de El reino del highlander)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora