Capítulo 5

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Gena había descubierto que pasar el tiempo junto a Gordon era una delicia. Más allá de su apariencia misteriosa y de toda la magia que lo rodeaba, el highlander se derretía por ella como helado bajo el sol. Siempre hallaba la forma de sorprenderla, de hacerla sentir hermosa e importante.

—¿Me acompañas a un lugar?

—¿A dónde vamos? —asintió curiosa.

—Ya lo verás.

Caminaron a través del bosque durante algunos minutos, hasta llegar a un precioso lago de aguas cristalinas que reflejaba el verde intenso de los árboles alrededor.

—Mi madre nos traía aquí de pequeños. Ella era terca, inflexible, soberbia, pero sabía ganarse a las personas, como tú —la miró con ojos tiernos—. Quería que encontrara una buena compañera y que al hacerlo, le entregara un regalo de su parte —sacó una cadena de oro con un rubí en forma de medialuna.

—Gordon...

—Está bien que aún no me ames. Solo pido que no te rindas conmigo, porque mi corazón late en tus manos. Si lo sueltas... morirá.

Mi querido Gordon, lo que no sabes es que ya te estoy amando, que ya estoy atada a tí.

—Yo... te necesito, me haces falta, siempre, y voy a lucir la cadena de mi suegra todos los días, con mucho orgullo.

Los ojos celestes del hechicero brillaron como nunca. Colocó la prenda sobre el cuello de la joven y dejó un reguero de besos en su suave piel.

Mientras regresaban a casa, la diosa Belisama contempló a la extranjera desde la profundidad de su lago.

—Espiar es de mala educación, Beli —comentó Angus en tono de broma.

—Dijo el dios más chismoso. ¿Quién es ella?

—Te agrada, ¿verdad? Gena Cox Statham, futura señora de Gordon McQueen. Ahora —desvió la mirada hacia ella—. ¿Para qué me llamaste?

—Hay algo que perturba mis aguas, una oscuridad, antigua y contaminante.

—¿El pueblo corre peligro?

—No exactamente. Creo que esta sombra del pasado viene por nuestro mago. Adviértele a Dagda.

—Bien.

                          * * *

Sus uñas se clavaron en la espalda del highlander, mientras él la embestía con todo el fuego que quemaba su alma. Los ojos de Gen se volvieron plata en estado de ebullición. Siempre disfrutó del sexo, pero lo que Gordon le hacía sentir...

—Eres una pequeña gritona. Me gusta —chupó su seno derecho con parsimonia, sin abandonar las lentas estocadas.

—¡Ah, sí, sí, síííí! —parecía una loca carente de medicación.

Él la volteó y amasó sus nalgas, antes de incrementar las penetraciones. No intentaba comportarse rudo, pero el cuerpo de la americana era un templo destinado al placer, y moriría diez mil veces probando cada una de sus partes. Solo esperaba que algún día, ella se entregara con la misma vehemencia.

Por ahora, me conformo con satisfacer tus ansias y deseos.

—Supongo que tendré que acostumbrarme a los arañazos. Mujer, ¿te criaste en la selva?

—Lo siento —contuvo una carcajada—, te juro que solo me pasa contigo. Nunca lastimé a nadie en el pasado —deslizó el dedo índice sobre los rasguños—. Esto es como arruinarle la piel a Blancanieves.

—No importa, porque yo te he llenado de otra cosa —le besó la mejilla—, delicia.

Justo cuando iban a ponserse acaramelados de nuevo, sonó el timbre.

—Tranquilo, yo atiendo —se colocó un albornoz de seda negra y salió corriendo por el pasillo.

Al abrir la puerta, se topó con una rubia oxigenada. Usaba un conjunto de blusa y falda que en su opinión, le faltaba el respeto a todos los conceptos de la moda.

—¡¿Qué haces aquí?! —exclamó el pelirrojo desde atrás.

—¿Quién es ella? ¿Qué ocurre? —inquirió Gena, despistada.

—Ustedes me lo quitaron todo. El dinero de Marcus, los apartamentos, las comodidades. ¡Aiden y tú deben pagarme por el futuro que me arrebataron! ¡Exijo una compensación monetaria! —declaró la extraña.

Los ojos de Gordon se tornaron negros por completo. Gena jamás lo había visto tan colérico. La forma en que avanzaba hacia la chica era agresiva e imponente. Fue cuestión de segundos para que la empujara contra la pared, sus mano izquierda apretándole el cuello.

—¿A mí quién me paga por los años que mi hermano pasó como una roca viviente, por la gente a la que enterré, por el peligro que corrió Aline desenmascarando las intrigas que tú y tu maldito amante crearon a través de aquella mierda de Alexander Parker? ¿Eh? ¡No te importó ni un carajo que torturaran a una embarazada!

¡¿Qué?! ¿Tortura? Ali nunca le contó esa parte de la historia. Gordon podía estar montado con todos los santos del culto irlandés, pero nadie tocaba a su familia y salía impune.

—Quítate —lo empujó hacia un lado.

Las bofetadas hicieron eco en el jardín, en armonía con el llanto y los quejidos de Lisa. Gena la golpeó con deseos, clavó las uñas en su piel de buitre, hasta le tiró un escupitajo, por basura.

—¡¿Ahora gritas, perra?! ¿Como gritó mi hermana? ¡Voy a matarte!

Sus nudillos se llenaron de sangre, mas no le importaba. Continuó la faena hasta que el aspecto de esa rubia falsa se volvió porquería.

—¡A esta golfa barata no le darás ni un centavo, Gordon! ¡¿Entendiste?! —el highlander asintió, rojo de la rabia—. ¡Que se arrastre por las calles, como la rata que es! Que conozca el hambre, la miseria y la desesperación. Que el frío le congele los huesos y la mugre le saque ese tinte —dijo en un tono casi siniestro—, no vuelvas a acercarte a la casa de mi familia. Si huelo tu colonia de prostituta por aquí, te meto a la cárcel. Pasarás los días con el culo rujo y las noches con la vagina irritada.

La frialdad que exudaba esa extranjera le puso la piel de gallina. No estaba bromeando, ni un poco.
Se puso de pie y salió corriendo, aterrorizada. Jamás volvería a meterse con los MacQueen.

Bueno, pero qué pasó aquí. Esa descarada de Lisa no tiene límites, exigiendo dinero, a estas alturas. Me alegro de que se haya topado con Gena.
Gracias, bellezas por su apoyo incondicional. Ustedes son el motor que impulsa esta historia. Besos😘

El encanto de las Highlands (Libro # 2 de El reino del highlander)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora