Capítulo 12

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Después de una despedida conmovedora, Aiden y Gena se encontraban en la Escocia de 1690. Según las instrucciones de los dioses, debían localizar a Alastair Barclay, el maestro de Gordon, quien vivía en el territorio irlandés de Leinster.

—¿Estás segura de que esta es la dirección correcta? —inquirió el Laird.

—Sí, el viento me indicó el camino, no te preocupes.

—¿El viento? —arqueó una ceja, perplejo—. Comienzas a sonar como una auténtica hechicera.

—Y lo soy —sonrió.

Al cabo de quince minutos de caminata, llegaron a una casa de ladrillos, bastante espaciosa y con un hermoso jardín lleno de flores exóticas y plantas medicinales. No alcanzaron a tocar la puerta, cuando un hombre de no más de treinta y cuatro años, de cabello castaña y ojos almendrados, se encargó de recibirlos.

—Maestro —Aiden se apresuró a abrazar al guapo desconocido.

—Bienvenido, Aiden. Tú también, bella dama. Llevo tiempo esperándolos. Pasen, por favor.

El interior de la estancia lucía impecable. Habían varios estantes con frascos de diferentes tamaños y colores y hermosos muebles de madera barnizada.

Mientras que el mago les preparaba algo de comer, los muchachos le contaron los hechos, sin obviar el mínimo detalle.

—Entiendo la gravedad del asunto. No se preocupen, tengo un plan que los respaldará.

                         * * *

Gordon leyó atentamente la carta enviada por su mentor, advirtiendo cada una de las peticiones del brujo.

Mi querido alumno:

Al pueblo de Oban arriban los hermanos MacCartney. Confío en que los acojas de la forma más cordial, sobre todo a Lady Gena, quien es una sacerdotisa del poderoso Dagda. La joven se muda a Escocia para encontrar marido. Asegúrate de que reciba las atenciones propias de una reina.
                                                Alistair

—¿Ocurre algo, mi Laird? —preguntó Larah.

—Solo la llegada de dos protegidos de mi mentor. Debemos prepararnos.

—Claro, pero mientras tanto, ¿no quieres divertirte un poco? —le acarició los brazos.

—Larah, ya hemos hablado sobre esto. Yo no te amo, y tampoco deseo lastimarte. Por favor, no insistas, porque no me acostaré contigo.

Esas palabras la destrozaron. Incluso trayéndolo al pasado y borrando su memoria, el cariño del hechicero hacia ella se había desvanecido. Solo podría conformarse con saber que la americana impertinente y cazafortunas estaba muerta, pudriéndose en lo hondo de un lago.

—De acuerdo, no volveré a molestarte —asintió cabizbaja.

El viaje hacia Oban resultó tranquilo y sin turbulencias. Gena miraba el paisaje, asombrada. Cada paso que daba hacia el castillo hacía que sus latidos aumentaran de una forma estrepitosa.

—Mi señor, los hermanos MacCartney están en nuestras tierras —anunció el guardia que los recibió.

—Hazlos pasar, Norman.

Cuando los ojos de Gordon conectaron con la atrayente mirada de plata, su corazón se detuvo. Aquella mujer no pertenecía a este mundo, era una diosa caída del cielo. Su larga cabellera crespa caía sobre la espalda como hebras doradas y esos labios rojos... ¡Dios! Esos labios lo invitaban a devorarlos hasta el cansancio.

El encanto de las Highlands (Libro # 2 de El reino del highlander)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora