Capítulo 8

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A pesar de la venidera llegada de Andrew, Gordon no podía dejar la empresa desatendida, sobre todo, porque en esas jornadas se sumarían nuevas personas al equipo de trabajo, y con Aiden de luna de miel, estaba obligado a asumir el mando de Highlander's Kindom. Gena también insistió en ofrecer su experiencia y conocimientos en el área administrativa.

—Señor MacQueen.

—Adelante, Rita —le hizo una señal a la secretaria para que entrara.

—Disculpe la molestia, solo vine a presentarle a Danielle Stewart, la nueva asesora del departamento de finanzas. Me retiro.

De repente, una extraña energía en el aire lo obligó a desviar la mirada de la computadora. Era como si todo el ambiente del lugar estuviese plagado de... magia.
Magia negra, dijo para sus adentros.

—Es un placer conocerlo en persona. No sabe cuánto admiro a los hermanos MacQueen y lo que han hecho por nuestra comunidad —comentó la recién llegada.

—Gracias —forzó una sonrisa.

Danielle rodeó el escritorio, para quedar a menos de un metro de él. Sus pasos dejaron el eco de un taconeo presuntuoso. Lucía gélidamente atractiva, profesional y arrasadora, como si su propia existencia fuera un rol premeditado.

—No dude en contar conmigo. Me considero una económica estrella. No hay número que se me escape.

—¡Wow!, ya somos dos.

Gena irrumpió en la oficina y al igual que Danielle le dio la vuelta a la mesa, no sin antes apartarla del camino con un "inocente" empujón.

—Señorita Stewart, le presento a Gena Cox Statham, dueña y CEO de la agencia turística Sunflower's Face, la marca de perfumes Hahns & Cox y mi pareja —posó un tierno beso en los labios de la rubia.

—¡Oh, claro! Eres la emprendedora americana que se quedó con la fortuna de Sebastian Hahns.

Pero esta zorra qué insinúa.

—Fortuna destinada al goce de mi hijo, por supuesto. Como toda emprendedora que sabe lo que hace, levanté mi propio imperio, no preciso del bolsillo ajeno para sostenerme —perra.

—Desde luego que no —tragó en seco—. Si me disculpan, debo retirarme.

Al quedarse solos, Gena le dedicó una mirada fulminante. La insinuación de esa mujer hacia Gordon fue maliciosa. Parecía una perra en celo, buscando a un macho dispuesto a aparearse. Aunque estaba al punto de explotar, se mantuvo serena. Salió del edificio con la excusa de pasar algo de tiempo con Andrew, pero no fue directamente a la mansión. Decidió visitar ese lago de aguas azules donde había recibido la cadena de su suegra.

De un momento a otro, se encontró a sí misma dormida sobre el cálido pasto del lugar. No supo cuánto tiempo duró el reposo, solo deseó que la súbita tranquilidad del instante durara eternamente.

—El sonido de estas aguas puede ser tan sereno como una canción de cuna.

—¡Oh! Disculpa que no haya notado tu presencia —se excusó al notar a la chica que la acompañaba.

—No te preocupes, mi lago posee un cierto embeleso.

—¿T-tu lago...? ¡Vaya! Eres uno de ellos —exclamó sorprendida.

—¿Ya conociste a otros dioses?

—Sí, el sujeto de la tienda me pareció bastante simpático... y sabio.

—Teutates es todo un caballero.

Gena emitió un asentimiento ininteligible y volteó la mirada hacia el horizonte. No sabía qué decir en presencia de una deidad físicamente perfecta.

—No te cohibas, Gena. Viniste a este sitio porque algo te tiene frustrada, puedes contarme.

La muchacha agachó la cabeza, aún indecisa.

—¿Se trata de Gordon? El silencio otorga —declaró ante la ausencia de palabras—. Tu novio ha lidiado con una vida llena de sacrificios y limitaciones. Nosotros lo premiamos con un don muy poderoso que lo obligó a partir a Irlanda a una temprana edad. Cuando pensó que recuperaría el tiempo perdido, asesinaron a sus padres y hechizaron a su hermano. Entonces, tuvo que asumir la responsabilidad del clan, librar batallas sangrientas y entregarse a la mismísima diosa de la guerra y la destrucción para garantizar la prosperidad de su gente; pero la parte más dura fue asesinar a su prometida.

—¡¿Qué?!

—Se llamaba Larah. Era su mejor amiga y confidente. Estaban a punto de casarse, mas la unión nunca se materializó. Esa chica generó una masacre, asesinó a miles de inocentes por pura venganza. Estaba dispuesta a matar al hombre que amaba.

—¡Oh, Dios!

—Sus cenizas ardieron en una fogata. Le aplicaron el damnatio memoriae.

—¿Condena de la memoria?

—Nadie la recuerda, nadie se atreve a pronunciar su nombre...

—Excepto Gordon.

—Pasaron trescientos treinta y un años antes de que se enamorara por segunda vez. Tú le haces mucho bien. No lo desiluciones.

—Solo me asusta la posibilidad de perderlo —admitió la joven.

—Eso nunca pasará, Gena. Incluso cuando las cosas se pongan oscuras y el cielo tiemble, su amor prevalecerá. Escucha, se avecinan momentos duros. Tendrás que luchar arduamente por lo que quieres, como lo hizo tu hermana.

—¿La historia se repite?

—No, cada persona atraviesa su propia encrucijada. Gordon es la tuya.

Belisama se esfumó en el aire, pero la plática la ayudó a comprender que no valía la pena ocultar lo que se siente. Ella estaba enamorada de su pelirrojo e iba a gritarlo a los cuatro vientos. En un mes sería el cumpleaños del hechicero. Allí, junto a sus seres queridos, le pediría que fuera su esposo.

El encanto de las Highlands (Libro # 2 de El reino del highlander)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora