Epílogo

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Gena colocó un ramo de rosas blancas en la tumba de Sebastian. El aura de su marido se aferraba a ella como un halo de luz cálida, como un ángel protector que la abrazaba en las noches oscuras.

—¿Seguirás colándote en mis sueños?

—Siempre. Te voy a hacer el amor, todas las noches para que recuerdes a tu alemán —la rubia sintió su aliento en el oído, tan reconfortante.

—Es imposible que te olvide. Eres mi primer amor, el padre de mi hijo.

El espíritu, tan palpable como cualquier humano, besó su frente con cariño. Después de casi dos años sin pisar el suelo hawaiano, retornaba a su isla, y al nuevo hogar que había construido ahí.

Después de salir del cementerio, volvió a casa. En pocos minutos, la familia iba reunirse en la mansión, pues era su cumpleaños, y solo deseaba celebrarlo con los seres queridos. Una personita de cabellos rubios hizo un pucherito que a la americana le pareció adorable.

—¿Qué ocurre, mi pequeña Sapphire?
¿Tienes hambre, hermosa?

—Tal vez extraña a su padre, ¿o no, muñequita?

—Cierto, pastelito. La mimas demasiado.

Gordon acarició la mejilla de su esposa antes de besarla hasta saciarse de aquellos labios rojizos.

—Aún no me creo que nuestro plan haya funcionado, y que todo esté bien ahora.

—Sí, fue muy ingeniosa la estrategia de Belial, aunque me siento raro. Mi cuerpo, mi esencia, ya no es la misma, Gen.

Flashback

Mis armas son letales, si ustedes son tocados por ellas, morirán —aclaró el príncipe del infierno.

¿Entonces qué hacemos, resignarnos a que ella gane? inquirió Gena, impaciente.

Bueno, no vamos a lanzarnos a una muerte segura. ¿Saben cuál es el punto débil de Larah?

Todos permanecieron en silencio, hasta que el pelirrojo alzó la cabeza. Dolorosamente, él conocía la respuesta. Suspiró, resignándose a la realidad.

Yo.

Exacto, hechicero. Si tú mueres en sus manos, ella no querrá vivir. Nunca podría perdonárselo.

¿Qué insinúas, Belial? ¿Mi hermano debe morir? —inquirió Aiden.

No, mi querido Laird —el demonio hizo aparecer una copa y cortó su mano con una daga—. Bebe, Gordon.

El pelirrojo dio un paso hacia atrás, perturbado.

No practico magia negra. ¿Qué intentas?

Esas armas fueron forjadas con la sangre que corre por mis venas, solo eso puede amortiguar el peso de una
herida mortal.

¿Me convertiré en un monstruo?

Belial arqueó una ceja, fingiendo enojo.

No, solo serás más poderoso, interesante y atractivo. No te asustes, Gordon. La maldad no está ligada al ADN de los demonios.

De acuerdo.

                           * * *
—Lo sé, cariño, pero hicimos lo que consideramos necesario para eliminar un mal mayor. Ahora podemos relajarnos y disfrutar nuestra luna de miel. Mira, Sapphie se durmió de nuevo.

—Lo sé —el pelirrojo se acercó a ella con una mirada lobuna—, ¿y si vamos a nuestro cuarto y nos divertimos un poco?

—Me leíste la mente, pastelito.

Se despojaron de la ropa con prisa. Cada día que pasaba, el deseo entre ellos crecía intensamente. A Gordon no le importaba la celulitis ni los kilos de más provocados por el embarazo, y ciertamente disfrutaba del aumento de los senos de su esposa, llenos de leche para la pequeña Sapphire.

Le hizo el amor con tanto cariño, con tantas ansias de poseerla, porque veneraba a su mujer, la amaba de verdad.

—¡Mamá! ¡¿Estás ahí?! —la voz de Andrew resonó desde la sala.

—¡Ya voy, mi amor! Creo que tendremos que dejar esto para después.

—Andando, hermosa —el hechicero palmeó su trasero y se apresuró con el cambio de ropa.

Junto a Andrew llegaron Aline, Aiden, el bebé Jamie, Michael, Elena, Hahns, Belial, William y Patrick con una pequeña sorpresa:

—¡Tía Gena!

—¡Briana! —como era habitual, la rubia cubrió el rostro de la niña de besos, haciéndola reír.

Patrick deseaba ser papá y un día Gena se lo llevó al orfanato. La conexión entre ambos fue instantánea. Se amaron desde el comienzo, y por su puesto, la americana solicitó ser la madrina.

—Papá dice que pasaremos el verano aquí.

—Tiene razón, princesa, es mi obsequio de cumpleaños. Los quiero a todos aquí.

—No sé si Gordon podrá aguantar tanto tiempo viviendo conmigo bajo el mismo techo, muñeca —el demonio guiñó un ojo, pícaro.

Todos rieron ante su ocurrencia. No había rivalidad entre el príncipe del infierno y el hechicero, solo gratitud, respeto y un lazo de sangre que los unía más de lo que podían imaginar.

—Escribí un nuevo libro.

—Ali, felicidades, hermanita, de qué va la historia esta vez —inquirió.

—De ti, de ustedes... de su historia de amor, aunque aún no elijo un título.

La rubia miró a su marido, que besaba la cabecita de Jamie.

—"El encanto de las Highlands" —afirmó.

—Es perfecto.

—Por supuesto, en esas tierras encontramos el amor —las hermanas se abrazaron y asintieron con una sonrisa cómplice.

Fin

El encanto de las Highlands (Libro # 2 de El reino del highlander)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora