Capítulo 8.

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Mañana es el partido contra Sudáfrica, y si ganan, debemos ir a Yokohama para que se jueguen los cuartos de final.

Ya está oscureciendo y la selección sigue entrenando arduamente para poder ganar mañana.

Diego me da miradas divertidas y sonrisas cálidas que no dudo en responder de la misma manera.
Mayte y mi papá están sentados a mi lado. Ellos susurran algo y sueltan pequeñas risitas.

—Si van a estar secreteandose entonces mejor vayanse a sentar a otro lado —digo sin despegar la vista de la canchita.

—¿Nosotros? No nos estamos secreteando nada, hija.

—Ay papá, escucho los murmurllos.

—Bueno, la verdad es que nos estábamos preguntando cuando Diego y tú se darán cuenta que se mueren el uno por el otro —dice Mayte—. Ya se están tardando.

—¿Y cuándo se van a casar ustedes? Ya se están tardando.

Mi padre abre los ojos y Mayte me ve con nerviosismo.

—¿Qué papá? ¿Pensaste que no me daría cuenta? Sé que llevan meses juntos —confieso—. Pero estaba esperando que me lo dijeras en algún momento, cuando te sintieras listo, justo como yo lo hago, que te digo las cosas cuando estoy lista.

—Hija, discúlpame, de verdad que desde hace tiempo te lo quiero decir pero no encontraba la manera —explica el señor Torres—. Sinceramente no sabía cómo ibas a reaccionar, tenía miedo de lo que pudieras pensar o decir.

—No es momento de hablar de eso.

—Pero ya lo sacaste al tema.

—¿Tengo opción?

—No, así que vamos a hablarlo.

—De acuerdo —me encogo de hombros.

Mi papá mira a Mayte, y éste se aleja de nosotros sin decir una palabra.

—Sabes que desde que murió tu mamá, me he dedicado a ti y al fútbol. Siempre he buscado primeramente tu felicidad. Y cuando empecé a relacionarme con Mayte, me sentí mal porque sentía que estaba traicionando a tu madre y que podía lastimarte a ti...porque aunque seas ya mayor, tu madre siempre te hará falta y nadie va a reemplazarla —él agacha su cabeza—. Entonces lo platiqué con mi suegra, ella dijo que no tenía nada de que sentime culpable, que incluso le agradaba saber que yo podía hacer mi vida nuevamente con alguien, y me agradeció por amar a su hija hasta el último día de su vida.

—No mam*s que mi abuela lo sabía.

—¡Liliana! —reprende— Sí sabía pero yo le pedí que no te dijera nada, porque era deber mío decirlo. Pero volviendo al principio, no sabía cómo. Tenía miedo que te enojaras y pensaras que había olvidado tan fácil a tu mamá —mi papá se gira un poco a mi y toma mi mano entre las suyas—. Lili, yo jamás voy a olvidar a tu mamá, siempre la voy a amar hasta que muera, pero ahora hay alguien que también me hace feliz.

—Papá. No debiste tener miedo de decírmelo. Tengo veintiún años, lo comprendo perfecto. Y es cierto que mi mamá siempre me hará falta hasta que muera, aunque sea anciana siempre voy a querer necesitar de mi mamá aún sabiendo que no está, y ciertamente, nadie la va a reemplazar. Pero no soy alguien egoísta, yo entiendo que quieras rehacer tu vida con alguien, y que no puedes tener el mando sobre tus sentimientos. Y si eres feliz con Mayte, entonces está bien, porque ella es una buena mujer, y aunque a veces me fastidie con que si me gusta uno o me gusta otro, también se preocupa por mí, y es lindo tener una mujer en la que puedo confiar a parte de mi abuela.

Mi papá me sonríe y me abraza.

—Gracias por comprender, Liliana. Eres la mejor hija del mundo.

Me hiciste brillar || Diego LainezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora