Cap 7: Lo he perdido todo.

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Se sentía mal, no había duda de eso. El dolor de cabeza era casi intolerable. Además, una extraña debilidad afectaba todo su cuerpo.

Fragmentos de lo que había ocurrido corrían por su mente. No todo estaba claro aún, pero poco a poco las cosas tomaban sentido.

-Necesito vomitar- Solo tuvo que pronunciar eso, para que uno de las sirvientas que se encontraba en la habitación se moviera, trayendo en sus manos un tazón grande de cerámica. Terminó así colocándose al lado de la cama, cerca del elfo, quien ni siquiera lo meditó. Tomó fuerzas y logró sentarse, ignorando el profundo mareo que lo inundó en ese momento. La joven colocó el objeto bajo el rostro del ojiverde. Y así, el joven comenzó a vaciar su estómago.

Cuando al fin pareció terminar, otra sirvienta se acercó, ofreciéndole agua y un paño. La tomó gustoso, enjuagándose la boca y volviendo a botar el agua en el tazón. Luego, tomó el paño, con la intención de limpiar todo rastro de agua que hubiera quedado en sus labios y alrededor de éstos. Pero tan pronto el objeto hizo contacto con su rostro, una exclamación de dolor escapó.

Sin entender lo que había sucedido, el ojiverde llevó su mano hasta su mejilla, que era de donde había provenido el dolor. La tocó apenas, y de nuevo suspiró en dolor.

-Un espejo- ordenó. La joven obedeció, alejándose por unos momentos a buscar el objeto, y volviendo con él en la mano. Colocó entonces el espejo frente al príncipe, para que éste pudiera ver su rostro.

Y la sorpresa para el elfo fue enorme. Miró sin creer su imagen, las notorias ojeras, los ojos irritados e hinchados como si hubiera llorado toda la noche y más específicamente, su mejilla derecha. Un gran moretón inundaba la zona.

Se mordió el labio, no creyendo aún que aquella horrible imagen fuera en realidad la suya. Sin decir nada más, se acostó nuevamente. Dejó escapar un leve quejido, al aparecer un dolor en su estómago. Miró entonces su pecho, notando otro moretón en su estómago. Aunque éste era más pequeño y casi no se notaba, al menos no tanto como el de su rostro.

Se envolvió en las sábanas, intentando ignorar el casi insoportable dolor de cabeza.

¿Qué diría el rey cuando lo viera así? Con ese rostro tan horrible... no quería ni pensarlo siquiera.

Pero sobretodo, después de lo que había ocurrido, ¿qué haría el dragón con él?

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Sus ojos se abrieron, revelando dos rubies. Por unos segundos, el dueño de aquellos ojos se quedó inmóvil, intentando ajustar su vista a la luz del sol que se filtraba por el balcón. Cuando ésta tarea fue cumplida, el rubio decidió moverse, terminando sentado en la cama.

Tocó con su mano derecha su frente, al invadirlo un leve dolor de cabeza.

Miró entre tanto sus alrededores, notando de inmediato que se encontraba en una habitación diferente a la suya. Y así recordó lo que había sucedido la noche anterior.

Rodó los ojos, no queriendo mirar a la derecha. Ya sabía lo que encontraría, o mejor dicho, a quien encontraría. Pero miró de todas formas. Y en efecto, allí, entre las sábanas, descansaba una mujer. Una mujer a la que ahora conocía más de lo que deseaba.

Sí, no iba a negarlo, el sexo había hecho que se olvidara al fin del asunto con Izuku. Pero solo por una noche. Ahora, debía enfrentar nuevamente el problema. Y lo peor, tenía el deber de resolverlo.

Por unos momentos, simplemente se quedó allí, centrando sus ojos en la mujer que descansaba a su lado. Era obvio que la joven se encontraba desnuda, aunque en ese momento las sábanas le cubrían la mitad del cuerpo, dejándole solo los pechos al descubierto. Un pensamiento le llegó.

Seduciendo al dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora