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—Debemos descansar..— insistió el gemelo mayor a la mujer.

No se querían separar ni un segundo de los dos niños que estaban heridos,  pero la noche llegaba y sus ojos y párpados comenzaban a pesar.

—Pero Fred, ¿y si les pasa algo?— se giró para mirarlo y preguntar con una voz llena de angustia.

A esto, el sanador salió por la puerta de la habitación en la que se encontraba Hiraeth reposando.

—Ha sido un dia muy duro y largo, tanto para ustedes como para ellos— dijo Cedric, cerrando tras de el la puerta— Les he puesto a ambos un aparato muggle, el cual sonará si estos tienen algún problema,  así que no deben preocuparse— aseguró mostrandoles una amplia sonrisa.— Debeis descansar, para mañana poder estar junto a ellos.

La mujer resignada asintió, no le gustaba separarse de su hija ni del joven que llegó con ella por miedo, pero si el sanador lo decía tendría que acatar sus ordenes.

—¿Pusiste los hechizos de protección?— preguntó esta vez Fred, con miedo a que volvieran a entrar en la casa y desaparecieran de nuevo.

—Todo esta puesto y bajo control— aseguró el sandor— Pueden descansar tranquilamente.

La pareja asintió, agradecidos con el hombre infinitamente, al ver como se preocupaba especialmente por los dos jóvenes.

—Vamos Lizzie..— Fred entrelazó sus dedos con los de la mujer, quien le dedicó una cariñosa sonrisa para ir tras el.

Cuando estaban a punto de subir las escaleras,  la voz de la matriarca Weasley los sorprendió a ambos, teniéndose que girar para verla.

—¡Fred, Elizabeth aquí estáis!— llegó al parecer sumamente sofocada— No os encontraba por ningún lado.— pausó para tomar aire— Fred cariño, podéis dormir en la antigua habitación tuya y de George, las dos camas siguen allí intactas.

Una risilla leve se escapó de los labios del hombre, asintiendo rápidamente.

—Gracias, mamá —

<< aún parece no enterarse de que ambos ya nos acostamos y dormimos juntos>>

Pensaba el Weasley,  negando para si mismo con una sonrisa en su rostro.

—¿Y esa sonrisa?— inquirió burlona la mujer, llegando a la habitación

—No es nada— comentó quitándole importancia sin borrar la curvatura de sus labios mientras abría la puerta y dejaba pasar antes a la mujer.

Elizabeth entró soltando una leve risa, y esperó que el hombre cerrara tras el la puerta.

—Si no me equivoco tengo aún algunas camisetas mías que nos pueden servir de pijama— El Weasley se dirigió a un armario en el que antes guardaba sus camisetas.

𝖤𝖥𝖨𝖬𝖤𝖱𝖮-𝖥𝗋𝖾𝖽 𝖶𝖾𝖺𝗌𝗅𝖾𝗒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora