XVIII

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"Un poco tarde..."


Que no te engañen las frías brisas del otoño, esas que anuncian la pronta llegada del invierno y la tan esperada navidad blanca para algunos, que te hacen jurar que los minutos van lentos. El día había pasado demasiado rápido, como queriendo a propósito adelantar ese momento que tanto estaba evitando. Se acercaban las cinco de la tarde, sabía muy bien que haber ignorado a Kevin en la escuela y haber evitado su mensaje no harían ninguna diferencia, tarde o temprano escucharía los golpes en la puerta y su corazón terminaría saliéndose de su lugar, probablemente lo escupiría e iría a esconderse. Era un cobarde, que al final ni siquiera entendía tampoco a que tanto le temía, si bien aquel diminuto papel había sido dirigido a él y contenía información que podía comprometerlos, Doble D no tenía idea alguna de quien podía estar jugando tan cruel broma, como le decía Eddy: "alguien estúpido que no tiene nada mejor que hacer".

¿Pero quién era? ¿Qué quería?

Había decidido comenzar unas tareas, eso le ayudaría a distraerse, a no observar tanto el reloj que le indicaba que en menos de diez minutos enfrentaría un sinfín de preguntas a las cuales no tendría contestación... un poco irónico siendo el que siempre tiene respuestas para cualquier cosa. Su profesor de literatura tenía una extraña obsesión con la Divina Comedia, un extenso poema narrativo de un autor italiano que nos habla sobre el viaje de Dante por el infierno, el purgatorio y el paraíso, guiado por un poeta que va en nombre de una dama virtuosa. Algo extraño para dar a un par de pubertos que solo quieren beber hasta no recordar sus nombres y de vez liberar oxitocina al restregarse los unos con los otros. Pero claro, hace algunos meses nuestro pequeño de ojos azules no hubiese tenido la mitad de las preocupaciones que tenía ahora, dedicando su completo enfoque a esa lectura que lo llevaría a un mundo filosófico complejo. En estos momentos, y aunque le doliese admitirlo, era otro puberto más.

toc toc toc

Y ahí estaba el tan esperado momento, como pudo arregló sus cosas, acomodando su suéter y gorro al levantarse, acercándose temblorosamente a la puerta.

"Pensé que no abrirías." Fue lo primero que dijeron sus labios al ver la puerta abrirse, con un tono frio y para nada amigable.

"Pasa Kevin, por favor." Tanta formalidad, sentía que regresaban a aquella tarde donde los habían obligado a trabajar juntos.

Era extraño, si bien quería tomar la situación de manera seria, su cerebro solo quería besarlo. Apretarlo y mantenerlo cerca de él, protegerlo y asegurarse de que nada podía interferir entre ellos.

"¿Puedo ofrecerte algo para tomar?" Kevin sonrió un poco, podría notar lo tenso y tembloroso que se encontraba Edd. No quería que se sintiera así, si se encontraba un poco molesto por que lo había ignorado toda la tarde, y claro que estaba furioso por la nota y ese tal 'C'.

Kevin dio unos pasos adelante, hasta quedar frente a frente con el pequeño de pelo azabache. "No estoy molesto contigo." Quiso afirmarle, y pudo ver un poco de alivio cruzar por sus ojos. "Quiero besarte, Edd."

En cualquier otro momento simplemente lo hubiese tomado, hubiese pegado su cuerpo a una pared y lo hubiese besado, sin avisos. Pero Kevin deseaba escucharlo, quería que saliera de el un 'si' o algún tipo de consentimiento, quería saber si Edd tenía las mismas ganas de besarlo, el mismo deseo de sentir sus labios. No esperaba jamás que Doble D lo tomara de la mano y lo besara, siempre pensó que sería demasiado tímido para iniciarlo, pero en aquel momento sintió su cabeza dar vueltas. Sentía los finos labios del azabache en los suyos, y por un instante olvido el por qué había llegado hasta allí en primera instancia. Su corazón se aceleraba, sus pies le fallaban un poco y entendía que el haber aceptado sus sentimientos había valido la pena. Edd provocaba en el un mar de emociones que no entendía, encendía cada fibra de su piel, cada pequeño átomo de su cuerpo enloquecía al tenerlo cerca y allí mientras se besaban, mientras soltaba su mano y colocaba las suyas sobre su cadera comenzó a perder el control. Lo acerco hasta el sofá, separándose por momentos para recuperar el aliento.

"Me enloqueces, Edd." Sus mejillas se tornaban de ese color rojizo que el gustaba ver, le encantaba saber que provocaba ese tipo de cosas en él. "Pero tienes que dejar de ignorarme." Volvió a acercar sus cuerpos, colocando esta vez a Doble D en su regazo, a besarse lentamente, pero con un poco más de pasión, un poco más de deseo. Había pasado muchas noches encerrado en su habitación imaginando como se sentiría tenerlo, besarlo y luego hacerle el amor. Tomar sus finas caderas desde atrás y escucharlo quejarse de placer, ver sus cuerpos cubiertos en una fina capa de sudor. Kevin se separó de él, como queriendo descifrar en su mirada si era el momento adecuado para seguir. Edd podía sentir en sus glúteos la entrepierna del peli naranja, las cosas estaban tomando un giro inesperado. Había estado tan nervioso de que la tarde terminara en discusión, incluso había llegado a contemplar la posibilidad de terminar su para nada definida relación con Kevin. Pero en estos momentos se encontraba encima de él, besándose y refregando sus cuerpos, jadeando un poco y sintiendo una corriente electrizante subir por su espalda.

Estaba disfrutando el momento, demasiado para ser realista. Era algo que jamás se hubiese imaginado que realmente sucedería. Pero todo se detuvo cuando escucharon unos golpes en la puerta, ambos quedaron de pies ante el susto, acomodando sus ropas e intentando calmar su respiracion y aquella situación en sus entrepiernas que delataba demasiado lo que allí estaba sucediendo.

"¿Esperabas a alguien más?" Preguntó un muy fastidiado peli naranja.

"No realmente," contestó un muy confundido azabache. "Los chicos piensan que pasaría la tarde en la biblioteca, y nadie más me visita."

Ambos se miraron genuinamente confundidos, y volvieron a escuchar los golpes en la puerta, esta vez un poco más fuertes. Una cosa estaba clara, y es que fuese quién fuese en aquél momento, no podía saber que Kevin se encontraba allí, así que como en cualquier película de acción Doble D se volteó con ojos alarmados y sin pensarlo dos veces le dijo, "debes esconderte en el armario."

Perfecto, y él que pensaba que ya había dado el primer paso a aceptarse, debía encerrarse en el de nuevo. La ironía de su pensamiento lo hizo reír, pero como niño obediente siguió las instrucciones del azabache. En algún momento le cobraría esto, pensó de manera divertida.

Doble D se acercó hasta la puerta, curioso de saber quién lo visitaba esta vez. Pero al abrir la puerta solo encontró... ¿flores?

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Amor y paz.
Gracias por todo, no merezco tanto apoyo.

Muchísimo amor,
Sabrina.

Todo MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora