19. "Miercoles y Jueves"

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[Dedicado a otra_escorpiana
Muchísimas gracias por todo, cielo🤍. Eres lo máximo, que nadie te diga lo contrario]
 


—¡Rubí! —Su madre exclamó al verla desaparecer en cuanto puso un pie en el departamento—. ¡Ten cuidado! ¡No quiero que te caigas en la ducha!

En cuanto Rubí llegó al Penthouse, corrió hasta la ducha para darse un baño e intentar calmar todas las emociones contra su pecho que la hacían sentir eufórica; el amor, la alegría, la emoción por haber descubierto algo que antes no conocía, la pasión con la que sentía cada cosa, y extrañamente, entre su euforia, sentía una pizca de calma. Esa calma que le producía el aceptar un enamoramiento, que su mente le hizo creer, por mucho tiempo, que era un sentimiento completamente errado.

Sin duda alguna, la cita con la psicóloga había sido la mejor decisión que había tomado en mucho tiempo.

—¡No me voy a caer en la ducha, mommy!

Rubí no lo sabía, pero podía ser una opción. Con tantas emociones en el cuerpo podía desestabilizarse y caer... Pero no le importaba. E incluso si su cuerpo se estampaba contra la bañera, nada podía arruinarle la emoción ni la alegría.

Rubí se veía feliz, Rubí estaba feliz.

En cuanto salió de la ducha, le tomó un par de minutos escoger la vestimenta apropiada para ir a visitar a su mejor amiga. Se decidió por una polera manga corta que parecía haber sido manchada por salpicaduras de un tierno color rosado, un pantalón rasgado a la altura de las rodillas, y sus zapatillas blancas. Optó por no usar más maquillaje que un simple balsamo labial, y delinear sus ojos como siempre, o la mayor parte del tiempo, hacía. Secó su cabello y lo peinó hasta que logró verse como a ella le gustaba, y, finalmente, aplicó perfume en la zona de las muñecas y su cuello.

Mientras terminaba de admirarse en el espejo, la castaña pensaba en las cosas que debía decirle a su rizada amiga. Sabía que tenía que disculparse por haberla dejado sola y haberla ignorado, pero más allá de ello no sabía que otras palabras dejaría salir por sus labios.

Suspiró. Quizás debia dejar solamente a su corazón hablar, él sabría que cosas decir. Después de todo, el corazón sabe lo que quiere, ¿no?

Se dió una última mirada y dandose ánimos, prácticamente, corrió hasta el 205. Los nervios se hacían presentes en su cuerpo a medida que se acercaba al departamento donde vivía Macarena. No podía esperar para sincerarse y arreglar las cosas con ella.

Pero, para su desgracia, Macarena no estaba.

... Al menos no para ella.

La rizada se encontraba intentando conciliar el sueño en su habitación, luego de tres angustiantes noches. Estaba exhausta. No había podido dormir bien debido a las emociones que aguardaba contra su pecho; estaba confundida, se sentía extraña, vacía y algo decepcionada.

Había cerrado las ventanas y las cortinas, había apagado su teléfono y casi, se había cubierto hasta la cabeza con las mantas, en un intento desesperado de poder ser guiada hasta un sueño profundo.

Y resultaba, pero por momentos, pues cada vez que sus ojos se cerraban y le permitían descansar, nuevos escenarios se creaban en sus sueños. Todos relacionados con la hija mayor de Ágata dejándola sola luego de su declaración, despertandola entre lágrimas.

Soltando gruñidos, se removía en la cama, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, cambiaba de posición intentando sentirse cómoda nuevamente, pero todo era en vano. Nada servía.

Diste vuelta mi mundo ||RUBIRENA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora