Capítulo II

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      En una aldea remota, a la entrada de un bosque profundo de ambiente fresco, en una gran casa de aspecto lujoso, una pareja de demonios habría concebido a una hija que bautizarían con el nombre de Magy. Magy era una demonio un tanto peculiar entre los demás, ya que mientras crecía desarrollaba consigo un gran poder mágico, un poder que si bien no se comparaba con lo visto en épocas antiguas superaba con creces lo visto en la actualidad. Sin embargo, ella no lo despertaría sino unos años más tarde.

     Magy era una chica muy alegre con una personalidad abierta y divertida, sobraba decir que desbordaba carisma; siempre era amable con todos y le encantaba hacer amigos, generalmente le veía el lado positivo a las situaciones y ayudaba a las personas sin mediaciones. Debido a su extrovertida personalidad desarrolló grandes habilidades sociales y tenía muchas amistades, tanto era así que su madre solía llamarla "rayito de sol", ya que solía alegrarle el día incluso al individuo más desdichado.

     Sus padres se llamaban Jasen y Aura, unos demonios de buen corazón y, en particular, muy habilidosos con la magia. Jasen era un padre cariñoso que le gustaba pasar tiempo con su familia y cocinar; al llegar a casa después del trabajo, siempre sonreía al ver a su hija. Su madre Aura, era una madre divertida y muy enérgica, solía decir que no podía pedir una familia más perfecta, a ella le gustaba estar con su amada primogénita y contar chistes malos, incluso llegando al punto de escribir un libro con más de 500 chistes.
     Su padre trabajaba como abogado y era muy bueno en su profesión, razón por la cual lo llamaban "El rey de la defensa". Él era muy justo y, de hecho, si era consciente de la culpabilidad de su cliente él mismo lo entregaba a la justicia sin más.
     Su madre era escritora, una muy buena en su trabajo. Publicó una serie completa de libros en menos de dos semanas, y siempre tenía una mente ágil, creativa y activa; solía pararse de manos diciendo que hacer eso le traía ideas a la cabeza.
     Gracias a sus trabajos lucrativos y a su talento nato, tenían una vida muy buena y nunca les faltaba nada.

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     Diez años habían pasado desde que Magy nació y, un día, sus padres llegaron con una noticia que cambiaría su vida para siempre: muy pronto tendría un hermanito. Cuando lo escuchó, su expresión no podía mostrarse más feliz, ya que siempre había querido tener un hermanito con el cual poder compartir sus alegrías, enseñarle todo lo que sabía, contarle sus experiencias, y mostrarle las maravillas del mundo en que habitaban. El día llegó y Magy se encontraba impaciente por ver al nuevo integrante de la familia que la acompañaría en su vida. Luego de una gran espera por fin pasó, su madre cargaba al bebé en brazos y se lo enseñó a Magy; al verlo tan pequeño, tan inocente, tan frágil... se prometió ese mismo día que lo protegería siempre.

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     Con el tiempo el bebé fue creciendo y todos notaron que éste tenía una suerte terrible, ya que ni bien comenzó a gatear y ya se tropezaba con todo, llevando a que las personas a su alrededor tuvieran que vigilarlo con constancia, haciéndolos correr de un lado a otro cada vez que el bebé se veía expuesto a riesgos mayores, como proximidad al borde de zonas elevadas o la caída de objetos sobre él que podrían resultar peligrosos, que caían al chocarse éste contra los muebles. A los tres años, años en los que empezaba a caminar, se acercó a las escaleras y perdió el equilibrio haciendo que éste cayera hacia el primer piso de la enorme casa de dos plantas, por suerte no consiguiendo heridas en extremo graves, más que varios hematomas dispersos por todo su cuerpo. Unos días después, el pequeño demonio intentó aprender a volar por su cuenta mientras que su hermana mayor descansaba en su habitación y sus padres se encontraban en medio de una reunión de trabajo, que casualmente abordaba la negociación acerca de la reducción considerable de sus jornadas laborales para poder dedicarle más tiempo y cuidados a Josta. Para desgracia del intrépido niño, su tentativa de vuelo terminó en una caída fatal que fracturó su cabeza, una caída inesperada, incluso fuera de todas las contramedidas y posibles accidentes pre-visualizados por su familia; nadie pensó que el pequeño Josta podría salir de su cuna, ahora reforzada, después del incidente de la escalera. Cuando Josta trató de volar, tomándole varios intentos el poder alcanzar una gran altura, podría decirse que hasta exagerada, fue incapaz de mantener por más tiempo ese estado de vuelo debido al cansancio acumulado, provocando que cayera en picada y de cabeza, quebrándose ésta, y acabando inconsciente. Magy despertó tras escuchar el golpe contundente contra la superficie del suelo, instintivamente fue a ver a su hermano; cuando abrió la puerta de su cuarto, lo encontró a unos metros de la cuna en estado de inconsciencia y desangrándose de gravedad, casi al borde de la muerte. Entró en pánico y gritó por ayuda, tomando a su hermano en brazos trató de cerrar la herida con unos vendajes que había en el baño, pero no funcionó; sabiendo que no había tiempo para llevarlo al hospital y sin nadie que lo auxiliara, sólo le quedaba abrazar a su hermano entre lágrimas y suplicar por ayuda. En ese momento, un intenso brillo emanó de sus manos, inundando la habitación con un resplandor de color blanco que consiguió cegar por un instante a su portadora, dándose cuenta, al normalizar su visión, de que la herida de Josta había desaparecido por completo, sin dejar cicatriz ni algún rastro de que alguna vez tuvo ese incidente. Aliviada, comenzó a llorar de felicidad jurando que no se separaría de su hermano para que algo así no volviera a pasar.
     Así pues para asegurarse de que no le sucediera nada, ella pasaba todo el tiempo que podía con su hermano; a donde fuera Josta, Magy lo seguía, donde estuviese, Magy estaba allí, e incluso lo acompañaba cuando iba al baño.
Todo esto con el fin de proteger a su frágil, indefenso y débil hermanito, y curarlo con su magia por si éste se lastimaba.

Demonic JourneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora