CAPITULO 3 - VUELTA DE PAGINA

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Vuelta de pagina

Antonio

Cuando te acostumbras a ciertas cosas hasta el entorno que te rodea lo hace y desde el momento en que cambia la rutina, todo parece percibirlo y se trasforma en un reflejo de lo que sucede dentro de tu cabeza.

Pareciera que los colores se vuelven más opacos y la luz se extingue de cada rincón que la haya tenido antes. Nunca nada tan insignificante me satisfacía tanto como un aroma o sonido de una voz. Muchas veces ignoraba esos detalles hasta que me cautive por unos que venían de la misma presencia.

Comencé a odiarlas cuando me di cuenta de lo que me provocaban y que en verdad me gustaban, al llegar, ambas me golpeaban como un látigo y mi nulidad me llevaba a darme vuelta e irme a cualquier lugar menos donde estuviera ella.

Era irónico porque había sido yo el que lo quizo y eligió así, pero las cosas me terminaron haciendo una mala jugada. Deje de resistirme cuando se volvió inevitable y cometí el error de acostumbrarme. Lo hice sin darme cuenta, sin dominarlo hasta el momento de abrir los ojos y ver que ya estaba metido en el fango.

De un momento a otro la necesidad surgió cada vez más feroz y ya no podía estar lejos, la necesitaba más que lo que bebo para vivir, incluso empecé a olvidarme de eso por qué ella acaparaba absolutamente todo en mi cabeza. Había encontrado un nuevo motivo para hacer lo que ya hacía.

Sigo opinando que es mejor andar solo que caminar con alguien que tarde o temprano va a cambiar de sendero. Las prioridades son diferentes y vaya que tarde mucho en entenderlo.

Porque a diferencia de mi es que la habría escogido sobre todas las cosas, pero ella a mi no. Siempre ha tenido otras prioridades a su parecer y yo nunca forme parte de ese círculo. Ya que en él habitan más personas y en el mío solo cabe una.

A mi no me importan los demás, a ella si y ese siempre ha sido el problema, yo tengo el coraje que le falta, el valor y el suficiente egoísmo sin importar lo que otros puedan pensar o creer de mi. Vivo y hago como me da la gana y al que no le parezca mal por el, nadie se atreve a contradecirme cuando doy una orden, mis demandas se cumplen le cueste a quien le cueste.

Sin embargo perdí esa esencia por una mujer, la misma mujer que llegó años atrás a desestabilizarme. Porque aveces entiendes que no es quien te centre, si no, quien te mantenga el suelo fijo. Si ella dijera mi nombre, correría a su llamado una vez más como siempre lo hice.

Ahora ya no, se acabaron esos términos que me ataban volviéndome preso de su recuerdo. Veo la lluvia caer y la odio tanto, empecé a detestar un simple clima que me recuerda a ella y me envuelve con su frialdad y lejanía penetradora.

Día y noche pase con los ojos abiertos sin intenciones de cerrarlos, las cosas más insoportables se presentaban así. Es una ladrona porque me robo algo que al principio no sabía que poseía, pero ahora el peso recae cada vez peor.

Mi cuerpo me pide a gritos que cierre los ojos y le dé tranquilidad, pero la consigo con el alcohol que logra hacer el dolor más ameno. Ya no me importa, ahora no y lo sostengo a sabiendas de que es verdad. Ya no la necesito y tampoco la quiero, el capricho o hechizo se acabó.

Los tacones resuenan por el umbral y no tengo que levantar la vista para saber quien es. Estoy sentado frente a mis escritorio hecho un desastre y Daniela se adentra con una carpeta en mano.

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