CAPITULO 35 - CON INTENSIDAD

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Con intensidad

Antonio

La moqueta manchada a causa del agua que trasmina por el techo deteriorado, desprende ese olor a humedad añeja. Cuento detenidamente cuantos recipientes se encuentran por todas partes. «17» en total, un año más y esta mierda colapsa.

El tiempo se ha vuelto relativo, bipolar y ni siquiera se donde es que quiero estar parado. No quiero ir a ningún lugar en particular, solo sé que entre más lejos este, mejor.

—Pienso que eres un muchachito que no tiene la culpa de ser así.

Mis labios se levantan y recargo la cabeza en la pared, no puedo extender mucho mis piernas sin topar algo.

—¿Quien más la tiene si no soy yo? —me empino la botella.

Ella suspira dejando su tejido de lado.

—Lamento que hayas tenido que tomar responsabilidades a tan temprana edad —sigue con lo mismo y ruedo los ojos— debiste ser muy pequeño.

El metro hace su pasada y las paredes tiemblan con su velocidad que tambalea el edificio. Arrojo la ceniza de mi cigarrillo en el traste del gato y este se restriega por mi brazo maullando.

—¿Qué edad tenías?

Cierro los ojos ignorándola, las gotas siguen traspasando el techo por la lluvia de afuera que no se ha detenido y me apunto mentalmente ver esto más tarde. No tengo porque contestarle, ella no es nada para mí y sin embargo lo hago.

—8 —respondo.

Deja lo que está haciendo y la siento levantar la mirada en mi dirección, como si supiera lo que pienso al respecto, prefiere callar y aceptarlo.

—Si de algo te sirve —su voz carraspea— estoy segura de que tus padres estarían orgullosos de ti.

—No me interesa —soy honesto— me importa poco pensar en esa posibilidad. Están muertos y punto.

—A todos nos cuida alguien desde el cielo.

—Yo no tengo a nadie ahí —arrugo las cejas.

—¿Estás seguro? —presiona y un nombre se me viene a la mente, el tatuaje de mi cuello arde con su recuerdo y me pregunto si él habría sido mejor que yo. Posiblemente si, siempre lo fue.

Un largo silencio se forma, la noche ha llegado a su punto máximo y solo cuando la respiración de ella se ralentiza, levanto la vista encontrándola dormida en el mueble aun sosteniendo sus ganchos. Está haciendo una bufanda color roja.

Me pongo de pie acercándome y recojo mi saco, el gato sube al mueble con su dueña y tomo la manta arrojándosela encima. Busco mis llaves encaminándome a la puerta, aún sigue el desastre que hice la vez pasada y el cuarto lo desocuparon. Cuando saben que vengo, prefieren no asomarse por la puerta.

La noche es fría y la lluvia ha cesado, lo suficiente para bajar el capo. Antes de que encienda el motor, recibo una llamada de Fluvia. Nunca lo hace y solo espero que no sea Gabriel en realidad con intenciones de contactarme.

—¿Antonio? —suelta un suspiro esperanzada.

—Que es lo que quieres Fluvia —comienzo a encender otro cigarrillo.

—Lamento molestarte —se disculpa apenada— lo que pasa es que...

Duda si decírmelo o no.

—Suéltalo ya.

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