CAPITULO 50

1.6K 116 34
                                    

★・・・★・・・★・・・★・・・★・・・

Mazzinkin

La oveja negra de la familia, esa siempre fui yo y vaya que mis hermanas cuyas melenas rubias heredadas de mi madre, se esmeraban en hacer notorias las diferencias entre ellas y yo. Mi círculo familiar consta de 5 incluyéndome a mi si no involucró aquellos faltantes que me niego a reconocer, puesto que mi pereza para gastar saliva nombrando a cada miembro importante de mi linaje, no me deja, además de que no me importa en realidad. Compartir sangre y apellido, es suficiente maldición.

Si, yo soy catalogada esa oveja negra que nunca siguió al rebaño u optó la misma apariencia hipócrita que se cierne sobre nuestro apellido, aunque, si me piden mi opinión, yo no soy la oveja negra. Más bien, soy la oveja menos hija de perra entre el rebaño cubierto de falsedad, puesto que debajo de la lana, se esconde la sed de hambrientos lobos.

Entre la nobleza, abundan demonios tramposos, cuyos colmillos se mueren por tomar y robar más que el líquido que corre por las venas. El poderío incentiva la ambición y su delirio por posarse en la punta de una pirámide bastante pequeña a comparación del verdadero hombre y ahora mujer con más poder y que se ciernen por derriba de todos nosotros, encabezando la gran pirámide que marca niveles entre nuestra sociedad, le pese a quien le pese.

La nobleza es orgullo, estatus y pequeño gran poder que nos acerca un poco a la realeza vampírica. Ese orgullo nos hace lo que somos, figuras de admirar, de temer y liderar sobre aquellos mendrugos inferiores. Entre clanes existe la discriminación y más si provienes de un apellido fundador o miembro del concejo vampírico.

Mi nombre es Mazzikin Anys Blade's III, hija de Hilbert Blade's y nieta de Lucían Blade's. Provengo de un apellido de renombre y eso es obvio, sin embargo he cortado muchas cercanías desde que cumplí mayoría de edad y pude encargarme de mi. Mi padre es un hombre conocido, pues ante mi sociedad es algo, pero para otra, es el presidente de Estados Unidos, una lacra más a la cual detestar, pues nunca ha hecho nada bueno por su país.

Es una escoria adentro y afuera, me corrió de su propiedad cuando manche el apellido y si hubiera encontrado manera de arrancármelo, sin duda lo hubiese intentando. No poseo sentimientos por mi progenitor, más que rencor y ahora aquí sentada ante el fin, escuchando mi sentencia, tampoco me logra despertar nada.

Lucían Blade's palidece, las puertas del la habitación completamente cerradas sin escapatoria, lo acorralan y el hombre con más orgullo de los Blade's, por primera vez, tiembla ante los ojos de Monica Tepes.

Antonio Barcsay calla y Ethan Giambroni custodia la habitación en la que mi madre solloza abrazada de mis hermanas. Yo por mi parte, permanezco en medio de ambos, simplemente escuchando lo que mi padre ha hecho y por culpa suya, por créese el dios mismo, ha condenado a su apellido. A su sangre.

La traición aquí solo se paga de una manera y es con la muerte. Ese es él verdadero peso del apellido, uno que condena y te arrastra si el más inofensivo pilar, traiciona a un sangre pura.

—¡Hijo de perra! —Lucian barre lo que tiene ante la mesa, las pruebas de la estupidez de su hijo, quien ahora maldice con todas las palabras que conoce.

Mi madre llora por su pellejo y no por el de Hilbert, ¿por qué le lloraría a la escoria que jamás la amo y engaño en sus propias narices? Ni siquiera las lágrimas de mis hermanas quienes suplican en mi dirección, logran conmoverme. Todos esos pares de ojos lo hacen, porque a mi lado yace Antonio Barcsay de pie.

—Amo... mi señor —mi madre cae al suelo maltratándose las rodillas y se arrastra vergonzosamente hasta Antonio. Pisoteando su orgullo.

Todos lo hacen, no importa cual importante te creas allá afuera. Todos se arrastran hacia Antonio tarde o temprano. Tu valor se disminuye a nada, ante él.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora