CAPITULO 10 - AFRONTAR

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Afrontar

Jeyssel

Cuando pasas los días soñando con miles de escenarios posibles para enfrentar un momento. Nunca sabes con precisión cuál te tocará y de qué modo.

Con los años aprendí a dejar de planear las cosas y en cambio dejarme sorprender porque al final de cuentas así consisten los problemas en la vida. Nunca sabes con certeza lo que el mundo te tiene preparado para el día de mañana. No sabes si vas a dar un último respiro o si será el último día en que abrías los ojos.

Yo en mi corto trayecto de vida no he recibido ninguna que me haya traído cosas demasiado buenas como a otros, al contrario siempre son más las tragedias que me tocan y me quitan.

Nunca supe si llegaría a tocar tanto el fondo como ahora y verme tan jodido a niveles que hasta a mi me sorprenden. No tengo nada que hacer y cargo con eso ¿Por qué he de compartirlo con alguien más? Cada quien se hace cargo de sus mierdas ¿Por qué he de molestar a otros? después de todo, naces y mueres solo.

—Roman, quiero que te lleves a los demás —dice la mujer a mi espalda al otro sujeto de cabello castaño— yo conduzco sola, voy a llevar a.... —silencio— voy a llevarlo a casa.

Esta es una noche fria y al mirar al cielo no hay ninguna estrella a la vista, difícilmente se alcanzan a ver aquí. Pero tampoco hay luna, simplemente es la oscuridad pesada de la noche que marca el inicio de las peores temporadas del año.

—Iré solo —le informó— voy a pedir un taxi. No necesito que me lleves.

Sus tacones se acercan siendo un tintineo en mis oídos y cuando la siento aproximarse, la piel de mi espalda se eriza como un sexto sentido que me provoca tomar distancia de ella involuntariamente.

—Es algo tarde para eso —dice— vamos. No voy a hacerte daño Jess.

Mira entre nosotros la distancia que se ha formado por mi y joder, claro que sé muy en el fondo que no me haría daño. Pero tampoco puedo evitar sentir lo contrario del todo, porque ya no es igual. Quiero convencerme de que mi amiga sigue ahí pero esos ojos que vi aquella noche me demostraron que se la habían comido.

Luce aparentemente igual, incluso su voz también pero ya no la siento de la misma manera. Ahora veo como sombras arremolinarse a su alrededor por muy estupido que suene.

—Vamos —señala la camioneta y con el sensor quita los seguros.

Me quedo de pie en mi lugar sin decidirme completamente y después miro hacia la calle por la que no transita ni un mendigo coche. Tendría que caminar demasiado para encontrar un taxi.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora