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Isabella

Mentiría si diría que la semana se estaba pasando rápida. De hecho, no recordaba que las horas por la tarde se pasaran tan lentas. Ni mucho menos alguna vez me hubiese llegado a imaginar que el insoportable del curso podría ser aún más insoportable. Y por eso, justo ahora, me encontraba en preceptoría, en vez de estar volviéndome a mi casa de una vez por todas.

- ¿Por qué le clavaste una lapicera a tu compañero? - La mirada amenazante de la tutora se clavó en mis ojos, buscando algo de cohesión en lo sucedido.

- No se la clavé igual. - Me defendí.

- PORQUE LA ESQUIVÉ - Se quejó Joaquín exasperado, acompañando su énfasis con sus típicos movimientos de manos. Cada oración que decía, le agregaba una coreo de señas. Si de verdad no lo conociera, creería que practica lenguaje de señas para sordos. Pero no era más que otras de sus manías, como por ejemplo; molestar a cualquier persona que ande en la suya. Habitualmente lo hubiese ignorado, pero esta semana, justo esta semana, no le convenía. Y se lo advertí, varias veces, pero me generaba tanto estrés tener que explicarle a esta mina lo que realmente había sucedido, que pensé en mejor achicar la historia, total la sanción me la habían a dar igual sin importar con que lo fundamente.

- Vos me asustaste. - Se hizo silencio.

- ¿Cómo que te asustó? - Indagó la preceptora.

- Sí, estaba escribiendo y me empujó de atrás para moverme. - Todo esto parecía una pelea de 4to grado. Y es que en realidad él si parecía de esa edad, digamos que el madurar no vino de la mano con la pubertad física. Se quedó en la edad del pavo diría mi abuela.

Los ojos fríos y arrugados de la rectora, pasaron hasta Joaquin, y después de un par de peleas y contraataques, logré escapar sin rasgarme una uña. Me faltó la parte en que aclaraba, que en realidad no fue porque me asusté, y él no la esquivó, yo le erré.

Volví al aula ya vacía, y aproveché para guardar en paz las pocas cosas que traía al colegio. Saqué los auriculares de la mochila, agarré la Sube y me fui hasta la parada del bondi.
Para ahorrar el aburrido relato del viaje hasta mi casa, lleguemos a la parte en la que ya estoy sana y salva, hirviendo el agua para meter unas salchichas.

Me senté sobre el mármol de la isla, y terminé una tarea que me había quedado pendiente para mañana. Con suerte, si seguía así, podría levantar las pocas notas que me quedaban bajas. No me había llevado ninguna materia en todo mi trayecto por el secundario, no pensaba fallar ahora en mi último año. Creo que no lo toleraría, con el paso de los años lo único que me mantenía en pie era la aprobación estudiantil. No estaba orgullosa, pero era la verdad.

Con un lápiz sostenido en mi boca, saqué del agua las salchichas, y me dispuse a tirarlas en un plato y córtalas mientras me armaba un resumen para dar el recuperatorio de Matemática. Pensar que toda mi vida fue mi materia favorita, y ahora estaba a punto de partirme la cabeza contra una pared para poder entenderla.

Agarré el celular para darme un break de tanto número, y chequeé la barra de notificaciones antes que nada. Para ser sinceros, después de Twitter.
En la pantalla figuraba un mensaje de mi mamá.

"No te olvides que 1:30 sale tu hermana del colegio"

Mierda. Me había olvidado de Joaquina.

Me puse la campera, y las zapatillas se me fueron acomodando en el camino mientras buscaba desesperada las llaves para irme de nuevo. Sin siquiera mirar la hora, porque sabía que sino me estresaría el doble. Conociendo a Joaquina, y con ello sabiendo lo sociable que era, sabía que no tendría problema en quedarse 15 minutos charlando con cualquiera que se le acercase únicamente por curiosidad. Tenía algo que te atrapaba, como si sus ojos claros y azules tuvieran una fuerza sobrenatural que influía en ls decisiones de los demás, o simplemente estaba acostumbrada a que mi mamá le cumpla todos los caprichos, ya así sea ir a Tailandia caminando día y noche sin parar.

La suerte de que fuese a un colegio a menos de 10 cuadras, me facilitaba todo el trayecto. Y para cuando llegué, aún siquiera habían salidos los nenes de jardín. Así que me quedé ahí parada, apartada de la ronda de mamis que me miraban de arriba abajo despectivamente, sin hablar de los papis que trataba de entender si su vista era a mi ropa o a mis tetas. Sin embargo, preferí distraerme con alguna que otra hormiga que pasaba caminando bajo mis pies, hasta que una mano tocó mi hombro.

Levanté la vista, casi aturdida por el rayo del sol pegándome de lleno en la mitad del rostro, y como si no fuese suficiente con todo mi mal humor, sumémosle que la última persona que querría ver, estaba parada delante de mí, espléndida y con una sonrisa de oreja a oreja. Gigi, la amiguita de Valen. Que vaya uno a saber como chota se llama, porque incluso si en algún momento lo menciono, no podría olvidarme el apodo molesto con el que la llamaba.

- ¡Isa! - Exclamó alegre alargando la última letra de mi nombre. Por un momento me sentí un poco mal, en realidad a ella no la conocía en lo más mínimo, y sentía que los celos me nublaban la vista. Me auto pegué mentalmente por ser así, todo en cuestión de microsegundos, e instantáneamente traté de sonreír para que se alivianara mi mala onda. Solo era su amiga de la infancia, que además lo rechazó, y aunque me diese mala espina decirlo, ¿Qué podría pasar? Todo. - Tanto tiempo... - Su charla sonaba igual a la que tendría con mis familiares que sólo veo en las fiestas, y que de hecho desconozco sus nombres y porque forman parte de mi familia.

Establecimos un idea y vuelta corto, y más haya de no parecerme una mina mala, sus vibras negativas invadían todo mi campo visual.
Mi hermana salió, y detrás el hermano de Gigi, y en cuanto nos estábamos despidiendo para irme por fin, dijo algo que llamó rotundamente mi atención.

- Te dejo que ahora me voy a ver a Valen. - Pasó un mechón de su pelo por detrás de su oreja y tomó la mano del niño a su lado. Chocamos cachete con cachete, e inmersa en mi burbuja flasheadora de malos finales, me atreví a preguntar.

- ¿Valen? ¿Valentín? - Asintió sin entender. - ¿Valentín Oliva?

- Sí Isa, te está diciendo que sí. - Interrumpió mi hermana apretando mi mano para poder irnos de una vez por todas.

- Pero no entiendo, ¿ya se abrieron los turnos para las visitas? - Rió, y me gustaba creer que no era a modo de burla.

- No no, me llamó ayer y me dijo que se había ganado una visita por buen comportamiento, no sé, no le entendí muy bien. - No se si hubiese preferido mejor no preguntar nada. Mi cara de orto fue completamente evidente, pero no era para ella. El mismo Valentín que me había suplicado que me quedara hace tan sólo unos días atrás, invitaba a la pelotuda esta para pasar la tarde.
La bronca que tenía encima me nubló totalmente la vista, como si estuviese levitando en medio de un círculo de fuego para un ritual satánico. Spoiler alert: Valentín es el sacrificio.

Mi hermana carraspeó contra su garganta bajándome a la Tierra nuevamente. Sin decir mucho más, esquivé el tema y me terminé de despedir. Volví a casa en silencio, cansada, confundida, triste, enojada, tenia todas las emociones revueltas.

Tiré mi campera en la silla de entrada, y subí las escaleras cual adolescente enojada, corriendo a encerrarme en mi habitación. En la desesperación para controlar todo lo que me estaba ocurriendo, recordé las pastillas que me había recetado Belen hacía unas semanas. No me acordaba muy bien para que servían, ni que afecto tenían, sólo sabía que cualquier cosa era mejor que esto. No recuerdo cuantas tomé, quizás 3 o 4, pero de un momento para el otro me quedé dormida, y desperté por el ruido de la alarma para el colegio.

Rasqué mis dos ojos deseando con todas mis fuerzas no haber escuchado la alarma. Había tenido un sueño extraño del que nunca me hubiese querido despertar, un sueño donde yo y Valentín, éramos felices.






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*vuelve desp de 49 meses*

año nuevo nueva vida :)

les dejo un borrador a ver si me animo a volver a todo este mundo. Gracias x todo el amor q recibí cuando no estuve en mis mejores momentos, estoy agradecida siempre <3

Terapia; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora