Isabella
Dormir con Valentin se había vuelto una adicción. No jodía en lo más mínimo, se quedaba a un costado y en la posición en que se dormía se despertaba en la misma.
Había podido descansar bien dos noches enteras, me tranquilizaba tener al lado una persona. Mis pesadillas no bajaron, pero el insomnio y esa sensación horrible de querer dormir y no poder, dar y dar vueltas en la cama viendo como el reloj avanza las horas en cuestión de segundos, y como el corazón tienta con salirse del lugar formándose un nudo áspero e incómodo en la garganta, habían desaparecido por completo. Y eso era demasiado para mí.
Odiaba no poder dormir bien.
Me quedé tildada mientras terminaba de cenar, otra vez.
Estaba toda mi familia reunida, y detestaba el hecho de tener que interactuar con Sebastian.
Mi mamá estaba bien sola, no necesitaba de nadie, habíamos por fin terminado de curar todas las heridas que nos dejó su ex, mi viejo, y ahora venía este otro y pretendía que me adapté de un día para el otro.
Deseaba que todo volviera hace unos meses atrás, excepto porque no conocía a Valentin, pero más haya de eso todo estaba mejor; mis notas, la relación con mi vieja, mis pesadillas, el insomnio, los ataques.
No sabía que había hecho mal para que todo me saliera tan como el orto siempre.
Aparté la vista del plato de comida. Estaba tan enfocada en mis malos pensamientos y en cómo dormiré esta noche que olvidaba por completo que estaba en la típica cena familiar del domingo.
Alejé la silla de la mesa sintiendo como se formaba un silencio y todos se callaban para observarme.
- ¿A dónde vas? - La voz de mi mamá sonó desde el otro extremo de la mesa.
Ignoré su pregunta y me fui sin emitir un sonido.
Subí las escaleras y me encerré en mi habitación.
Capaz necesitaba un respiro de mi casa, de mi hermana haciendo berrinches cada dos segundos, y mi vieja que se enojaba porque no me llevaba bien con el novio.
Me acosté en la alfombra y miré el techo.
A veces me gustaría tener un departamento en Recoleta bien apartado de mi familia y conocidos, viviendo una nueva vida cuando me hartaba de la mía.
Sabía que no era posible, pero me gustaba soñar en grande.
Mi cabeza automáticamente se situó en la casa del castaño, era gigante, podrías no cruzarte con nadie por todo el día.
Parecía un mini shopping, y a la noche solía dar un poco de miedo recorrer los fríos pisos de cerámica blancos y negros en busca de un poco de agua.
Muchas veces me dijo que si necesitaba algo lo llamara, y por fin hoy iba a cumplir.
Agarré el celular y fui hacia su contacto para poder llamarlo.
Puse en teléfono en la oreja y esperé hasta que sentí un ruido de fondo.
- ¿Isa?
- Sí, Valen. - Respondí intentando escuchar algo de su voz perdida entre los gritos de fondo. - ¿Podes hablar?
- Sí sí, espera que me voy adentro. - El barullo poco a poco empezó a desvanecerse hasta solo oír su respiración. - ¿Pasó algo? ¿Estás bien? - Algo dentro de mí se sintió bien, a alguien le importaba más haya de la terapeuta.
- Sí, bah en realidad no. - Di un suspiro. - O sea, sí pero no, ¿entendes? - Se formó un silencio y después de unos segundos su risa.
- Algo entiendo, pero igual no entiendo del todo, ¿entendes? - Se burló.