Isabella
Preparamos con Joaquina para comer unos fideos mientras Valentin discutía por teléfono con sus amigos porque les había cancelado a último momento.
- ¿Es tu novio? - Escuché la voz de mi hermana sentada en la mesada.
Aparté la vista del agua hirviendo no sin antes tirarle un poco de sal, y la guíe hasta donde ella estaba.
- No, es un amigo. - Eché los fideos al agua cuestionándome si realmente Valentin era mi amigo.
- Me cae bien. - Abrí un poco los ojos, a decir verdad no solía llevarse bien con nadie. Las pocas amigas que traje alguna vez a casa las tildó a todas de "caretas" y "estúpidas".
Siempre terminó teniendo razón, y lo sabía bien. Su instinto no solía fallar.
- Y el novio de mamá también me cae bien. - Habló bajándose del mármol negro y frío, acercándose a donde estaba yo para mirarme desafiante.
- A mí no.
- Ni siquiera quisiste hablar con él, no sabes si es bueno o no. - Espetó volteando los ojos hasta ponerlos en blanco largando un suspiro largo y frustrado.
- Si hablé con él. - Mentira, había llegado del colegio de mal humor y me topé con que un hombre de más de 40 años estaba tirado en el sillón mirando Crónica.
Mi reacción no fue de las mejores, pero tenía mis justificativos.
- Isa le tiraste gas pimienta en los ojos. - Se cruzó los brazos y me dió una mirada despectiva. - No le dijiste ni perdón.
- Uy perdón Joaquina estaba intentando que un desconocido no quiera secuestrarnos, la concha de tu madre. - Me quejé mientras colaba los fideos y escuchaba sus comentarios de fondo.
- Acá estoy. - La voz del castaño se hizo presente, por un momento había olvidado completamente su estadía.
- Anda a prender la tele y pone una peli, ahí llevamos para comer. - Sonrío y salió de la cocina, quedando solamente yo y Valentin en la habitación.
- ¿Es verdad? - Se acercó a mí y empezó a servir los fideos en los platos.
- ¿Que cosa?
- Que le tiraste gas pimienta al novio de tu mamá.
- Ah. - Di un suspiro. - Sí.
- Yo hubiera hecho lo mismo, capaz tirarle también una silla, depende mi humor. - Se burló y tomó los vasos de la estantería de arriba. - Es un chiste. - Aclaró en medio de una risa.
Me abrazó por detrás y dejé caer la olla de fideos al piso por mi sobresalto.
Abrí la boca y miré el piso.
La concha de mi madre.
Pasé mis manos frustrada por el rostro, esperando encontrar una solución, pero fue en vano pensar en cuanto vi que mis perros se acercaban a toda velocidad peleando por ver quien comía más que el otro.
- Bueno. - Cortó el silencio Valentin. - ¿Pedimos una pizza?
Ignoré sus palabras, y hundida en mis pensamientos, subí las escaleras en medio de una crisis de ira interna.
Hacía semanas no me salía una bien, y la semana fue de mal en peor.
Había estado durmiendo mal hacía meses, pero este último tiempo las pesadillas habían aumentado. Me iba a dormir cada día con la esperanza de estar tranquila aunque sea un par de horas, pero era imposible no levantarme toda chivada a las 4 de la mañana por la misma mierda de siempre.