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Isabella

Traspasé las puertas del colectivo casi vacío, guardé el celular entre medio de mi pantalón y mi cintura, tratando de evitar cualquier tipo de robo que podría llegar a tener.

Saludé nuevamente al conductor, y como siempre, recibí una mala mirada por su parte, haciendo que un mal humor se sitúe en mí cuando arrancó bruscamente haciendo que casi caiga en medio del colectivo.

Me agarré de los barrotes y algunos asientos, y así fui pasando dando pasos pequeños y precisos, intentando no resbalar y hacer el ridículo frente a gente desconocida.

Me senté atrás de todo, me saqué la mochila de mis hombros y la apoyé en mis piernas que subían y bajaban inquitamente como cada vez que estaba ansiosa.

Sentí una mirada fija sobre mi persona, pasaron unos minutos y parecía no irse ese feo presentimiento de que algo malo iba a pasar.

Comencé a morder la piel de mis labios desenfrenadamente, apreté los dedos de mis manos haciendo que cada músculo se tensione en lo absoluto. Intenté calmar la respiración agitada que me producía todo lo que estaba pasando.

Me mentalicé, en un par de cuadras más me bajaba y entraba al edificio de mi psicóloga, nada malo iba a pasarme.

Junté fuerzas y guíe mi vista a mi costado, dándome cuenta que a tan sólo unos escasos metros de mí había un señor de unos 50 años con una sonrisa cínica y depravadora fijándose inclusivamente en mis piernas.

Volteé nuevamente aún más nerviosa e inquieta, la gente se seguía bajando y bajando, y por unos momentos comencé a ver las casas un tanto nubladas.

Cada vez lo sentía más cerca, y mi corazón bajaba y subía más rápido de lo que alguna vez me pude imaginar, parecía querer tentarse con salir de mi pecho y volar lejos de donde estaba.

Mis brazos y piernas empezaron a temblar de un momento para otro, me estaba saliendo todo mal a como lo había planeado.

Una mano se posó en mi pierna, y pegué un salto asustadizo de mi asiento. Abrí los ojos y en cuanto vi al castaño cerca mío pensé que todo podría llegar a mejorar. Pero esa intranquilidad no se iba a de mi cuerpo, y podría llegar a jurar que en el cualquier mometo tendría un ataque de pánico.

- Eu - Me llamó tomándome de las muñecas evitando que se muevan de un lado a otro, no tenía control ni de mi propio cuerpo. - Mirame Isa. - Tomó mi mentón y abrí mis ojos sintiendo como mi alrededor daba vueltas. Un dolor fuerte se pronunció en mi pecho. - Respira a mi par ¿Sí? - Seguí los pasos del ojiazul pero eso no parecía poder calmar mi sudor y mareos.

- La gente. - Balbuceé en un hilo de voz tembloroso, mis palabras no salían muy concretas y firmes como solían hacerlas.

- ¿Qué pasa con la gente? - Tomó una de mis manos y las entrelazó con las de él.

- Me ven mal. - Parecían juzgarme con la mirada y cada vez me sentía menos protegida en donde estaba.

- ¡EU!- Pegó un grito haciendo que el conductor lo ignorase completamente. Se paró del asiento sin antes avisarme que ya volvía, y a pasos fuertes y apurados se acercó al chofer. - Tiene una ataque de pánico baja a la gente, por favor. - Escuché a lo lejos en medio de mi respiración agitada, lo único que podía persuadir era el ruido fuerte de mis latidos rítmicos completamente desesperados.

La gente se empezó a bajar hasta quedar el colectivo completamente vacío. El castaño se sentó a mi lado e intentó alivianar mi dolor. Agarré fuerte su mano y la apreté con todas mis fuerzas, cerré los ojos e hice el intento de igualar su respiración tal como me lo había dicho minutos atrás.

Terapia; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora