Capítulo 14:El rojo manual de instrucciones para la manipulación de niños

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Me senté en mi cama tras una larga mañana y abrí mi libro prestado de Biología y Geología. Ojeé sus páginas llenas de imágenes y textos informativos de criaturas fascinantes. Aunque, claro está que no había solo seres vivos. También existían algunos planos del mundo y unas pocas imágenes espaciales. Al igual que había unas rocas y minerales bastante interesantes. Sin embargo, ni de lejos se comparaban por la admiración científica que sentía por los seres que se encontraba en las partes iniciales del libro.

Pasé las páginas del libro mientras meditaba sobre mis actividades favoritas respecto a mi entorno.
En este mundo, no había apenas diferencia con la Tierra cuando se trataba de las asignaturas favoritas de los niños. La gran parte de ellos, elegían educación física: correr por el campo, atrapar y lanzar los balones que pueden coger con sus manos y esquivar o parar estos mismos, se les hacía más divertido que atender a una clase de álgebra o conocer la historia de su propio país. Y no los culpo, porque yo también lo prefiero.
A lo que me refiero es que tengo que mentalizarme a que el ámbito educativo ha cambiado, a pesar de que algunas cosas como esa, permanezcan en el mismo sitio de siempre. Pero ya está, esto no es la Tierra: es el MDLS. 
Mientras los niños terrícolas se bastarían con una pelota para divertirse, aquí, los niños  necesitan ver un espectáculo donde se arrancan la cabeza unos a otros por pura diversión en lugar de jugar a un amistoso e inofensivo partido de baloncesto.
Mi primera clase de educación física me lo ha dejado bien claro y tengo que evitar retractarme. Tengo que asimilar que su "normalidad", no es la mía y que, por ende, debo adaptarme a ella (sin que me afecte demasiado, claro está).
Ese emotivo y enérgico deseo del que todos y cada uno de ellos despedía de sus cuerpecillos; esa pasión por aquel cruel y tétrico deporte... Me pone los pelos de punta y me entran ganas de llorar.

Pasé otra página del grueso libro y me fijé en los ojos de la pequeña criatura que mostraban una similitud de la alegre e impaciente actitud de los alumnos en el momento que el profesor estaba a punto de poner el "vídeo educativo" de aquel deporte.
La bestia que me encontraba observando medía 2 metros y medio y tenía un gran semejante a  una gigantesca mantis religiosa. No obstante, su rostro era bastante diferente al insecto terrícola. Era como si expresara una sonrisa exagerada y algo inquietante cuando mordisqueaba a su presa y la sangre de esta caía por sus comisuras hasta empapar su tórax, tal y como mostraba la fotografía.
Me fui de esa página enseguida.
En la siguiente, observé a la criatura que parecía ser la "más amable" de mi libro. Esta por otra parte, reflejaba el momento exacto en el que los alumnos escucharon con atención la explicación de su profesor, a quien tenían idolatrado ya que, minutos atrás, nos había dicho que él había participado en aquella competición de adultos una vez.
Leí el encabezado de abajo de la foto, donde se encontraba la información de aquella criatura:
"El maxillae fractionis rodent  captura a sus presas gracias a su gran velocidad y capacidad de salto. A pesar de su tamaño, este ser inutiliza a sus depredadores y presas rompiéndoles la mandíbula y resquebrajando sus extremidades con sus poderosos dientes y fuertes patitas..."
Cerré el libro de golpe y abandoné el propósito de intentar deshacerme de las perturbadoras imágenes del vídeo educativo que me han obligado a ver.
¿En qué cabeza cabe que sería una buena idea intentar olvidar el vídeo viendo seres incluso más perturbadores que el propio vídeo? 

—¿En qué mundo hemos ido a parar?—Pregunté en voz alta, oyendo mi propia voz rebotar contra las paredes del cuarto. Mi compañero felino dejó de mirarse las uñas como si estuviera de manicura y me miró curioso—. ¿Qué tipo de niños les emociona la idea de hacer sangrar a otros de su edad hasta que no le quede más sangre en las venas? Y aún peor: ¿qué clase de padres consienten que sus hijos hagan eso?
—Es otro mundo y otra sociedad, lo que significa otras normas—contestó indiferente—. Por mucho que nos parezca retorcido, perturbador y anormal, debemos adaptarnos. De una manera u otra.
—¿Adaptarnos a una sociedad que permite a unos críos participar en un torneo letal entre colegios y para el cuál necesitan un entrenamiento específico en sus clases de educación física que, encima, tal y como nos dijo Red, no nos serviría de mucha ayuda en el campo de batalla?
—Sí, justo eso—apremió, encogiéndose de hombros—. Aunque no es letal. Los alumnos no pueden morir.
—Me da igual que detengan la maldita pelea antes de que se maten o que los revivan con lo que quiera que sean esos poderes o rituales—protesté indignado. Sabía a la perfección que Cheetah no apoyaba ni de lejos esas atrocidades, lo había dejado bien claro después de clase. Pero es que yo tenía ganas de discutir sobre esto. Necesitaba liberar toda esa rabia acumulada de alguna manera—. Sigue siendo horrible. Siguen pudiendo sangrar, sufrir y quedar heridos. Además, los niños ni siquiera pueden elegir.
—Bueno, teóricamente sí, pero...
—Pero si te niegas a participar en la competición "no obligatoria", tus compañeros, amigos e incluso familiares, perderán toda la fe y orgullo en ti. Puede que hasta te falten el respeto de por vida—le interrumpí porque, como dije antes, necesitaba liberarme—. Además, ¡que son unos malditos psicópatas! ¿Cómo de mal de la cabeza hay que estar para manipular a unos inocentes niños para que a ellos les parezca divertido y sea un verdadero honor ser el ganador del torneo. ¡Como si amputar un brazo a tu compañero fuese un mérito!—Suspiré y respiré un par de veces—. Porque además, el torneo infantil, no tiene nada que ver con el de adultos, claro.  Se podría decir que hasta este es "un juego de niños" en comparación con el de adultos.
Al mismo tiempo que decía esto, se me venía la imagen del decapitamiento que le hacía uno de los concursantes en el torneo de adultos a otro. Esta imagen mental se completaba con los rostros de la enfermiza emoción y satisfacción de mis compañeros y el bullicio de gritos de júbilo que lanzaron tras el macabro acto.
Tras esto, intentaron que mi revuelto cuerpo, entrenara. Sin embargo, los planes de mi estómago eran otros y me pasé las dos horas que duraba la clase en el baño, vomitando y asimilando lo que mis ojos vieron.

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