Capítulo 3: La Loca De Los Escarabajos

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Desperté con dolor de cabeza y sentí una leve presión en mi brazo.
Al abrir los ojos, solo pude ver una luz que me daba en la cara y no dejaba ver nada más que a ella misma.
Al fin pude enfocar, cuando la luz se apartó a otro lado.
Intenté levantarme y ver adónde me encontraba. Sin embargo, unas herraduras que conseguí ver, apresaban mis extremidades e impedían mi movimiento.
Cosa, que empezó a agobiarme un poco.

Sin previo aviso, la cama se elevó tan solo del respaldo lentamente hasta dejarme sentado. Por fin pude ver lo que me rodeaba.
Esta vez estaba en una especie de sala de médico. No era una habitación muy grande, pero el hecho de que toda ella estuviera pintada de blanco, daba la sensación de mayor amplitud.
Únicamente había una mesilla con varios utensilios metálicos que relucían al darles ese foco de luz molesto que me fijé que estaba conectado a la mesilla solitaria.
Enfrente de ella, pegado a la pared, estaba un armario empotrado que, para variar, también era blanco. Me recordaba a la angustiosa sala del dentista: con esos aparatos infernales tan parecidos, tan irritantes.

Había una cosa en específico que me llamaba la atención; que resaltaba de todo lo demás: un botón rojo del tamaño de la palma de una mano que me incitaba a presionarlo aunque supiera que pasaría nada bueno al pulsarlo.
—Buenos días, Víctor—dijo una voz detrás mía la cual me trajo de nuevo a la realidad. Era el señor de antes—. ¿Has descansado?

No respondí a su pregunta, a cambio, contesté de una manera un poco agresiva.
—¿Dónde estoy?¿Por qué estoy atado?—Pregunté nervioso.
—Tranquilo, no te haré nada malo, te lo prometo.
Eso no suena muy fiable cuando te hacen dormir y te apresan.
Entonces fue cuando me di cuenta: ¡El huevo frito! Estoy 100% seguro de que le echó algo.
Le miré desconfiado ,a lo que él ignoró y habló:
—Es normal que no entiendas nada por ahora y también que desconfíes de mí, pero...—Levanté una ceja—. Como te dije, tengo respuestas.

No hablé. Sin embargo, una extraña sensación se avivó en mí. Curiosidad y una pizca de alivio por saber que me ha pasado. Pero...¿De verdad este señor que me acaba de conocer sabe lo que me ha pasado más que yo mismo? 
Por supuesto que la desconfianza y la impulsividad de escaparme estuvieron más que presentes en nuestra conversación.
—Eso sí—captó mi atención—, tengo que advertirte que todo lo que vas a tener que asimilar a continuación, va a ser confuso, extraño y te parecerá paranormal...Porque he averiguado tu naturaleza y sé por qué estás aquí. Y, siento decirte niño, que tu camino va a ser muy duro a partir de hoy.

Tomó un suspiro y me miró de manera muy aterradora. Acercó su viejo rostro a escasos milímetros de mí y no separó su mirada ni un solo centímetro.
—Todo va a ser diferente para ti; para todos, a partir de ahora.
Como todo lo que he tenido que pasar. Pensé. Mi vida es un cambio constante que no para ni un segundo para permitirme descansar.

—Para asegurarme de que no me equivoco y mi teoría es cierta, tengo que hacerte una pregunta más—dejó las palabras en el aire. Y, después, soltó una afirmación de lo menos común, equiparándose a todo lo sucedido—. Eres humano, ¿me equivoco?
Me quedé pasmado, pero, para mi sorpresa, reaccioné antes de lo que esperaba.
—Así es—respondí flipando—. Tú...¿no?
—No—contestó sin dudar—. Ya te dije que iba a ser difícil de asimilar todo de ahora en
adelante—hizo una pausa y habló—. Y tú, tampoco lo eres.

¿Qué?

—A ver, crees que estás en la Tierra, ¿verdad?—Yo asentí. No creo, es que sé que estoy en la Tierra. Esto se me estaba yendo de las manos. Esto era de locos—. Pues estás equivocado. Estás en otro mundo: estás en el centro del multiverso; en el mundo más grande de toda la existencia, donde habitan todo tipo de seres y bautizado con un nombre infantil—dijo con algo de molestia aunque lo presentó igualmente—. Estás en El Mundo De Los Sueños; en el MDLS.

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