Capítulo 13:El novio de la mejor amiga de mi medioamiga deja huella

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La sonrisa que se dibujaba en mi cara era tan amplia como el universo; emitía tanta alegría como el brillo de las estrellas en el espacio.
Caminamos hasta la pista de forma automática. Permanecimos algo confusos por el lapsus de después de la fusión, pero alegres por ver cómo nuestro objetivo se cumplía poco a poco. Podría haber sido el momento perfecto de nuestra vida, sin duda. Sin embargo, nada más pararnos delante de Red, con una sonrisa que cubría nuestros morros, nos dimos de un importante detalle que habíamos olvidado: el skate.
No me lo puedo creer—bramé para mis adentros, sintiéndolo como mío a fin—. Esto solo nos puede pasar a nosotros.

—¿Qué? Eres tan experto que tú no necesitas tabla, ¿eh?—Dijo a modo de saludo. Estaba de buen humor, lo que era una buena señal. Pero, sin saber porqué, me puse nervioso.
—No me he acordado, perdón. He salido con las prisas y no conocía la zona y no sabía qué hacer, entonces me he perdido y...
—No importa. Podemos hacer otra cosa—me cortó sin importancia—. Habías dicho que no conocías la zona, pues podríamos dar una vuelta y así la conoces.
Aquel apático y distante perro de fuego que interactué con él en la mañana del recreo, había desaparecido.
Era totalmente distinto, su humor, era completamente distinto. Fue como si el skate que agarraba con su pata izquierda le hubiera quitado toda esa repelencia que provocaba a la gente alejarse de él y, en su lugar, le hubiera otorgado la propiedad contraria además de darle una amabilidad capaz de sonsacarte una sonrisa.

Permanecimos en un breve silencio con el perro de fuego mientras caminábamos, siguiéndole, por el terroso camino recorrido con anterioridad. Él fue el primero en iniciar la conversación:
—¿Qué tal te fue el primer día de escuela?
Iba a responder el típico "bien, ¿y a ti? ¿Qué tal te ha ido hoy?". Sin embargo, Cheetah me detuvo.
—No creo que Red sea el tipo de persona al que le gusten las conversaciones cotidianas.
—Ya bueno, pero es que no sé que responder—le contesté telepáticamente. Últimamente me empezaba a acostumbrar a este tipo de conversaciones: extrañas, íntimas, ya que nadie más puede oírlas y, de alguna forma, exclusivas, pues parecía que el tiempo se detenía cuando nosotros hablábamos. Como si un escritor decidiera pausar el tiempo dado a que quiere describir un personaje de su novela.
—Si me dejas, puedo aconsejarte.
—¿Y por qué no se lo dices tú mismo, Cheetah?—Le reté, sabiendo a la perfección que se iba a negar en un principio. Sin embargo, yo contraataqué antes siquiera de que él hablara—. Venga, Cheetah. No puedes poner excusas. Tú mismo me dijiste que podías controlar nuestro cuerpo por un breve periodo de tiempo. Es imposible que no puedas hacer algo tan sencillo como hablar.—De nuevo, él iba a replicar. Pero yo seguía sin callarme—. Además, nos hemos fusionado y todo el rollo. ¿Por qué no repartirnos el control? Es lo justo, como hemos hablado antes—asentí ante mis propias palabras y, para finalizar, dije—: Al menos, inténtalo, que Red se va a pensar que le estamos ignorando.

Pareció que mis palabras le hicieron entrar en razón ya que nos dirigimos a Red y mi compañero se envalentonó a decir:
—Un poco decepcionado—admitió Cheetah, hablando desde mi voz—. La decoración y tal está muy bien. En cambio, la gente se la ve aburrida y a las asignaturas que esperaba que fueran más interesantes, les falta muchísimo nivel.
—No hemos conocido a nadie, Cheetah. Y hemos ido a 6 clases, ¡por primera vez!—Le reprimí mentalmente. Pero este no me hizo caso y prosiguió con su discurso.
—Se les ve de lejos que no tienen nada de profundización psicológica. Son demasiado previsibles.—Red permanecía atento a lo que mi compañero decía. En cambio yo pensaba que la estábamos cagando pero bien hondo, algo en lo que me equivocaba rotundamente—. Prefiero a la gente que tenga un mínimo de expectativas y que su personalidad haga ver que su amistad merezca la pena. En resumen, que no aburra.
—¿Para ti qué significa "que no aburra"?—Dijo Red interesado, algo que pareció decir por los dos, ya que yo le iba a preguntar lo mismo. 

Cheetah inhaló un par de veces, pensativo. Como si estuviera buscando las palabras con las que expresar a lo que se quería referir. Al cabo de unos segundos más, pareció encontrarlas.
—Hay gente que, simplemente, no se merece que la conozcas y pierdas tu tiempo en ella—miró a Red fijamente y luego dijo—: Lo de la frase de: "Tú cuando vas al campo, ¿qué flor coges?¿La más bonita, verdad?" Está muy mal planteado. Es una frase que solo la dicen las personas que creen ser superiores a ti en cuanto a moralidad o los ignorantes—resultó molesto—. Porque, en todo ese campo de bonitas amapolas y preciosas rosas rojas que has estado observando sin mucho detenimiento, no has tenido el suficiente tiempo para percatarte siquiera en la solitaria flor de loto que se encontraba escondida entre la multitud: Una preciosa y única flor que ha vivido mucho más que el resto. Una simple flor que no ha hecho más que caer y levantarse una y otra vez como un tentetieso—hizo una pausa dramática y continuó mirando a los ojos a Red y a los míos al mismo tiempo de alguna extraña manera—. Todo el pasado sufrido por esa flor, su propia naturaleza y su enorme capacidad de supervivencia aún con los ojos puestos en el futuro, pese a todo lo que ha vivido, es lo que la hace destacar de las demás plantas. Toda su personalidad y metas obtenidas y próximas a conseguir, es lo que la hace especial—suspiró profundamente y sentenció—: Eso significa para mí que no aburra: lo que la hace especial, hace que no sea aburrida a ojos de otros y a de los de sí misma.

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