CAPÍTULO 10

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Sif siempre lo supo. Desde niños, desde que Volstagg hizo un chiste sobre cómo Sif algún día sería la reina de Thor, y al día siguiente ésta amaneció con todo su hermoso cabello cortado. No era su culpa, ella no había hecho el chiste, ella ni siquiera quería ser la reina de Thor, pero eso no evitó que el comentario despertara un desprecio profundo dentro del príncipe más joven. Loki ni siquiera se molestó en negarlo, y ante las lágrimas de Sif que lloraba de rabia e impotencia mientras lo golpeaba, Loki no hacía más que aguantar la paliza con una risa sardónica en los labios. Era un niño demasiado joven para siquiera ser capaz de portar expresiones así, y en ese instante Sif supo que, lo que sea que estuviese pasando ahí, ella no quería meterse en medio.

Un par de semanas después, cuando Loki finalmente vio que Sif no era una amenaza, las cosas volvieron a la normalidad y no se volvió a hablar del tema. Loki le ofreció una discreta disculpa. Volvieron a ser amigos. Pero Sif sabía, ni siquiera estaba segura de que el mismo Loki, a sus apenas siete años, conociera la profundidad de sus propios sentimientos, pero era terriblemente obvio para el que podía ver. Y Sif, ah, Sif siempre había tenido la vista aguda.

Thor no era mejor. Luego del chiste de Volstagg, Loki se fue de ahí en grandes zancadas, Thor inmediatamente emprendiendo camino detrás de su adorado hermano, y Fandral aprovechó el momento para hacer un chiste él también, diciendo que si Sif sería la reina de Thor, entonces él podría ser la reina de Loki. Todos vieron a Thor pararse en seco y voltearse. Se regresó con una expresión que hasta ese entonces ninguno de sus amigos había visto, y empujó a Fandral con todas sus fuerzas hacia el lodo, tanto así que Fandral perdió el aliento. Thor le gritó entonces, con el rostro completamente rojo de rabia, señalándolo con un dedo, que si volvía a decir algo sobre su hermano... bueno, era mejor que no volviera a poner el nombre de Loki en su boca. La cara de Fandral era de pánico absoluto, no entendía la ira de Thor, no había dicho nada malo, pero más nunca Fandral se atrevió a decir nada parecido sobre Loki, al menos no cerca de Thor. En ese entonces Loki tenía siete años, y el resto de ellos tenían ocho.

Sif no sabía si los demás se habían dado cuenta, pero tampoco se atrevía a traer el tema a colación; si Loki y Thor no lo discutían con ellos, no lo hacían público, sus razones tendrían. Sin embargo, no podía imaginarse lo pesado y doloroso que debía ser cargar con un secreto así por tantos años. No era como si la gente de Asgard se fuese a escandalizar, tampoco eran raras esas relaciones dentro de la realeza, pero por alguna razón ellos preferían esconderse. Sif sabía que había algo; no tenía la seguridad de cuándo se había consumado, en qué momento se percataron de sus sentimientos, si era algo de lo que habían hablado. Lo único terriblemente obvio era que dolía, lo veía en sus rostros, sus miradas, los besos y roces que se negaban.

¿Sabían que se amaban?

En algún momento Sif llegó a dudar de que hubiese algo; que se querían, que se deseaban, bueno, eso era obvio, pero llegó a pensar que tal vez, a pesar de eso, nada estaba pasando. Tal vez por eso se veían tan tristes, tal vez por eso Loki dejó de juntarse con ellos por un tiempo cuando Thor comenzó a salir con Amora. Sif nunca entendió ese asunto, si Thor sólo sabía verse miserable cuando estaba con ella. Hasta los dieciséis Sif nunca había visto a Thor interesado en niñas o niños, su interés estaba en entrenar y pelear, pero cuando los otros tres tontos de sus amigos, especialmente Fandral, comenzaron a tener conquistas, era como si Thor se sintiera acomplejado. Y Thor no tenía por qué sentirse acomplejado o apenado por no querer una pareja, a Sif le hubiese gustado decírselo y, en retrospectiva, quizás debió hacerlo. Sabía que sus amigos no tenían malas intenciones cuando hablaban de mujeres, y cuando incitaban a Thor a tener muchas conquistas, sobre todo por cómo las chicas siempre lo habían mirado; Thor no sólo era el príncipe, que ya de por sí era algo bastante atractivo, además era grande, fuerte, el ejemplo perfecto de un guapo guerrero asgardiano. Sus ojos azules, su cabello dorado, esa sonrisa radiante, además de su carácter noble y carismático, obviamente por doquier las mujeres caían a sus pies. Sin embargo, seguía siendo joven, muy joven, y estaba muy, muy enamorado de su hermano menor. Aunque no lo supiera.

Siempre, siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora