CAPÍTULO 18

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Loki se desplomó a un lado de Fjolner en la cama, intentando recuperar el aliento mientras sentía en sus oídos el palpitar rápido de su propio corazón. Fjolner se regresaría a Vanaheim al día siguiente, así que se habían dedicado toda la tarde a hacer de las suyas sobre las sábanas de Loki. Los primeros dos días Fjolner ni siquiera se atrevía a acercarse al dormitorio de Loki, decía que no quería ser irrespetuoso en el palacio del Padre de Todo, pero Loki no iba a aguantar eso por mucho tiempo; no era como si fuesen a tener sexo en medio de los jardines del palacio a la vista de todos.

Una vez más Loki jugó la carta del té, y una vez más Fjolner se dejó enredar con él bajo las sábanas.

—No soy una flor delicada cuyo honor debes proteger —murmuró Loki sobre los labios de Fjolner, entre besos hambrientos, mientras se desvestían el uno al otro con desesperación—. Si te pido que me cojas, cógeme; a mi ascendencia no le va a importar, te lo juro —añadió, haciendo reír a Fjolner mientras éste se acostaba entre sus piernas sobre la cama.

Loki necesitaba nuevos recuerdos en sus recámaras, en su dormitorio, sobre su cama; necesitaba deshacerse de la presencia de Thor, que dejara de ser el único hombre en conocer su intimidad bajo sus sábanas.

Pasarían algunos meses antes de que Loki pudiese ver a Fjolner nuevamente, tenían que aprovechar el tiempo que les quedaba juntos, y eso hicieron durante gran parte de la semana, a excepción de los dos días de cacería. Loki iba a echarlo mucho de menos, indiferentemente de si estaba enamorado de él o no; Fjolner era agradable, gracioso, Loki podía pasar horas y horas hablando con él de todo y nada a la vez sin aburrirse un segundo. Iba a ser extraño adaptarse a la vida luego de su viaje porque, de alguna manera, mientras Fjolner siguiera a su lado en esos momentos, Loki aún se sentía libre, de vacaciones.

Los dos días que se fueron de cacería habían sido... divertidos. Era la primera vez que Loki mezclaba su grupo de amigos, conformado por Sigyn y Balder, con los amigos de Thor. Sí, también eran amigos de Loki, pero él siempre los sintió más como amigos de Thor porque habían sido sus amigos primero; Loki no podía evitar sentir que estaba en el grupo sólo por ser hermano de Thor, por más que se llevaran todos bien. En cambio con Sigyn y Balder era todo muy distinto, habían empezado a ser sus amigos por su propia cuenta, no porque su hermano mayor estaba de por medio. Y sí, Balder era su primo, pero empezaron realmente a pasar tiempo juntos mientras Thor estuvo de viaje. Fjolner, por su parte, había convivido con ambos grupos, se llevaba muy bien con todos.

Loki pudo comprobar que podía estar con Fjolner y Thor sin desviar su completa atención hacia su hermano, considerando el lugar en donde justamente habían ido a cazar. Tenía que ser una prueba divina, pensaba Loki recordando brevemente los besos y roces hambrientos que compartieron él y Thor, en medio de la madrugada, en ese mismo lugar unos años atrás. Thor había mantenido una discreta distancia durante el viaje, Loki lo había notado, pero aún así había estado presente; había cazado junto a él y Fjolner, había compartido anécdotas con todos junto a la fogata.

Cuando decidieron pasar la noche en una taberna en su camino de regreso al palacio, cargados de carnes y pieles, Loki se había preparado mentalmente para ver a Thor coquetear con alguna de las tantas mujeres bonitas en el lugar. Estaría todo bien, se mentalizaba Loki; Fjolner estaba a su lado, sus ojos grises quitándole un poco el susto. Loki había soltado a Thor, indiferentemente de lo que los incesantes latidos acelerados de su corazón le dijeran. Tenía que presenciarlo, era necesario, Loki necesitaba... él necesitaba darle cierre a todo. Sin embargo, el momento nunca llegó. Thor estaba sentado en la esquina opuesta a ellos en la mesa, junto a Sif y Fandral, y no se levantó un solo momento. Bebieron bastante, Thor incluido, y cuando finalmente decidieron dar la noche por terminada, su hermano subió solo a la habitación vacía que lo esperaba. Loki se fijó, pasando a su lado, mientras éste entraba; tenía que mirar, no lo pudo evitar.

Siempre, siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora