Al despertarme por la mañana, la primera imagen que apareció en mi mente fue la de Olivia. Una extraña molestia se había instalado en mi pecho desde entonces, por lo que, en la tarde, decidí ir al cementerio a visitar su tumba. No quería preocupar a Ken con mis inquietudes, por lo que le dije que saldría un rato a caminar y volvería enseguida.
El cementerio quedaba en el otro extremo de la ciudad, así que decidí escuchar música mientras caminaba hasta allí. Me sentía realmente fuera de lugar cuando caminaba por las calles de la ciudad, entre tanta gente que parecía estar muy conforme con su vida. ¿Sería yo un desagradecido? ¿Tenía derecho alguno a estar disconforme con mi vida? Sin padres ni hermana gemela, lo único que me quedaba eran Ken, Alexander y Madelaine, y los últimos dos no estaban en mi día a día actualmente.
Tras una hora de caminata, finalmente llegué a mi destino. Las piernas me picaban sin cesar y sentía la garganta seca, lo que me advertía lo fuera de estado que me encontraba. Atravesé la gran entrada del cementerio y caminé hasta uno de los extremos donde se encontraba teóricamente mi hermana; en el mismo lugar estaban mis padres, pero hoy no me interesaba visitarlos a ellos.
Me paré en cuclillas frente a la lápida y miré el nombre de mi hermana, pensando en lo deprimente que era ver que sólo había vivido veinte años de lo que podría haber sido una larga vida.
—Hola Oli —susurré, como temiendo que alguien me escuchara—, ¿cómo es la vida de aquel lado? ¿Es más tranquila? —pregunté, aunque enseguida me pareció tonto pensar en que estaba hablando con un muerto.
Pasé unos minutos frente a la lápida sin cambiar de posición, mirando fijamente la fecha en que había muerto mi hermana. Al notar que había pasado un largo tiempo desde que estaba ahí, me despedí rápidamente de mi Olivia y me encaminé nuevamente hacia la ciudad.
Aunque no quería pensar en ello, me parecía extraño que Ken no me hubiese llamado aún. ¿Estaría ocupado con la universidad? No era usual que me deje tanto tiempo solo después del incidente.
Marqué su número en mi celular y, mientras caminaba, esperaba impacientemente a que me responda. Los tonos pasaron y nada. Volví a llamar, sintiéndome una verdadera molestia al insistirle cuando lo más probable era que estuviese ocupado. Tras unos tres intentos fallidos, realmente comencé a preocuparme.
Ya había dejado de caminar hacía unas cuadras para comenzar a trotar en dirección al departamento donde vivía con Ken. Al llegar, lo llamé suavemente y, al no obtener respuesta, me sentí realmente abrumado.
—Estás exagerando —me dije a mí mismo tras recuperar el aliento.
Sentía toda mi ropa húmeda y pegajosa por lo que, ignorando mis emociones, me desvestí rápidamente y entré a la ducha, no tardando más de cinco minutos en salir.
Tras vestirme con lo más apropiado que encontré, miré la hora en mi celular y me apresuré en ir al trabajo, pues no podía llegar tarde o faltar con la excusa de que estaba preocupado por un adulto. Ken era alguien responsable, no debía preocuparme por él como si fuera un niño desprotegido.
En cuanto llegué al café, me sorprendí al ver que Lucas no se encontraba en la caja registradora. Saludé a mis demás compañeros de trabajo y me vestí con el delantal a cuadros que llevaba siempre.
Antes de salir de la sala de empleados, una fugaz idea pasó por mi mente. Imposible, pensé. Ken no es un tipo impulsivo, me repetí a mí mismo. Pero, a decir verdad, la posibilidad existía.
Saqué rápidamente mi celular y marqué el número de Lucas, rogando por que me atendiera con su usual voz despreocupada y me dijera que se quedó dormido para venir al trabajo.
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Tras tu muerte
Teen FictionUn suicidio, dos corazones rotos. ¿Qué harías si la persona más importante para ti desaparece de un momento a otro? ¿Qué harán nuestros protagonistas, quienes no pueden vivir sin ella?