IX

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Me había quedado totalmente desconcertado, sin poder decir ni una palabra. La chica frente a mí definitivamente era igual a Olivia, aunque si la observaba un poco más de cerca... No era ella.

—¿Quién eres? —pregunté, tal vez en un tono un poco más frío de lo normal.

La chica frente a mí se acercó y sonrió, extendiéndome su mano.

—Es un gusto, mi nombre es Madelaine —habló por fin.

Su voz no era nada parecida a la de mi hermana, pues Olivia tenía un tono de voz muy dulce y alegre, mientras que esta chica tenía un tono mucho más calmo y denotaba madurez.

Estreché mi mano con Madelaine algo desconfiado y dirigí mi mirada hacia mi madre, quien se veía realmente feliz mientras nos observaba. Aún así, seguía sin comprender por qué esta chica era tan parecida a mi hermana; si bien no eran iguales, parecía Olivia en unos años más, si hubiese seguido viviendo.

Mi madre nos hizo sentarnos a mí y a Ken y, finalmente, procedió a explicarnos quién era ella.

—Cuando tu padre y yo éramos jóvenes, quedé embarazada de Madelaine por accidente —comenzó—; por aquel tiempo no habíamos terminado el colegio secundario y no teníamos dinero para mantener a una hija, por lo que decidimos darla en adopción —explicó.

Madelaine escuchaba el relato muy tranquila, dirigiendo su mirada hacia Ken de tanto en tanto. El hecho de que sea mi hermana explicaba el por qué era tan parecida a Olivia, pero aún quedaba la interrogante de qué hacía aquí.

—Después de intentar dar con su paradero por mucho tiempo sin resultado, decidimos no buscarla más y, en ese entonces, quedé embarazada de Olivia y tú —prosiguió hablando mi madre—. Hace poco, unos días después de la muerte de Olivia, me llegó un mensaje de Madelaine intentando contactarme —tomó la mano de la recién nombrada y sonrió.

—Me enteré de que era adoptada y, tras una discusión con mis padres adoptivos, decidí conocer a mis padres biológicos —explicó Madelaine.

Ahora todo por fin cuadraba. Aún así, la presencia de Madelaine me hacía sentir inexplicablemente mal; tal vez se debía al hecho de su parecido con mi hermana, pero la opresión que sentía en mi pecho me estaba matando del dolor y la angustia.

—Entonces... —comencé a hablar después de un largo silencio.

—Me quedaré aquí, al menos por un tiempo hasta que solucione las cosas con mis padres adoptivos —terminó mi frase, sonriendo nuevamente.

Observé a Ken y se veía realmente mal, aunque parecía ser que el único en notarlo era yo; me paré y tomé su mano, disculpándome con mis padres y arrastrando a Ken hasta fuera de mi casa. Al salir, nos sentamos sobre el césped y nos quedamos por unos minutos en silencio. A veces me parecía que Ken no sabía exteriorizar lo que le pasaba y por eso se quedaba sin decir nada de lo que sentía en estos momentos.

—¿Por qué tiene que parecerse tanto a ella? —dijo finalmente, mostrando una expresión de dolor en su rostro.

Aunque no lo dijese, pensaba exactamente lo mismo que él; justo cuando comenzaba a sentirme un poco mejor, alguien igual a mi hermana me recordaba todo lo que había pasado. Lo que más me dolía era haberme besado con Ken unos pocos minutos antes; era como si Madelaine llegase para recordarme que eso no estaba bien en absoluto.

Miré a Ken de reojo y sentí una gran opresión en mi pecho. Quería que los problemas en mi familia se terminasen de una vez. ¿Y si Madelaine era la solución a todo esto? Mis padres la amarían como a Olivia y yo simplemente debía volver a tener un perfil bajo. Además, Ken podría enamorarse de ella y todo saldría genial entre ellos dos, ¿no es así? Todos volverían a ser felices si las cosas salían de ese modo.

Tras tu muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora