III

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Los últimos días habían sido un infierno para mí, pues terminaba viendo a Ken todo el día todos los días debido a la universidad y el trabajo. Por otro lado, me estaba yendo pésimo en la carrera; antes podía tolerar las asignaturas gracias al apoyo de Olivia, pero ahora se me hacía un infierno estudiar. Tal vez Alexander tenía razón después de todo: no me gustaba estudiar medicina.

Tuve un gran debate conmigo mismo sobre si aguantar los próximos años o resignarme a abandonar la carrera e inscribirme en otra el año entrante; el problema ahora eran mis padres, quienes discutirían conmigo a muerte si les contaba mi idea. Quise hablar de mis pensamientos con Alexander, pero se encontraba realmente ocupado en estos últimos días; no tenía otro amigo de confianza con quien hablar, por lo que decidí esperar a que él esté más tranquilo para hablar.

Ahora me encontraba sentado en la cafetería, mirando la pantalla de mi laptop sin poder escribir nada. Ya no podía seguir el ritmo de las clases y mi concentración en ellas era casi nula. Por suerte tenía a mi mejor amigo, quien luego me prestaba sus apuntes para enterarme de qué había tratado la clase; aún así no podía seguir dependiendo de todo el mundo para no decaer. Cerré mi laptop y la guardé en mi mochila, caminando rápidamente por los pasillos de la institución; al ir algo distraído, choqué con alguien y me disculpé enseguida.

—Hola Oliver —me saludó Nick, quien además de trabajar conmigo en el bar era un estudiante de medicina más avanzado.

—Nick —sonreí, volviendo a disculparme por haberlo chocado.

Comenzamos a caminar juntos y, sin darme cuenta, terminé contándole mi idea sobre abandonar la carrera; Nick me escuchó en silencio y, tras confirmar que yo había terminado de hablar, me dió su opinión.

—Deberías hacer algo que realmente te guste, ¿sabes? Sino terminarás siendo infeliz el resto de tu vida —dijo serio, aunque enseguida volvió a sonreír al ver mi deprimente expresión—. Ve a hablar con tus padres, nos vemos luego —se despidió, entrando en un salón de clases.

Salí de la universidad a toda prisa y me apresuré en llegar a mi casa, observando la hora en mi celular; mi padre se iría a trabajar en media hora, por lo que no tenía mucho tiempo para hablar con ellos. Al llegar, entré lentamente y observé a mis padres sentados alrededor de la mesa, tomando una taza de café; me senté frente a ellos y me miraron muy intrigados, tal vez esperando a que dijese algo.

—Mamá, papá... Debemos hablar de algo ahora mismo —dije muy nervioso, sintiendo cómo mi párpado derecho temblaba levemente.

Mis padres sonreían muy comprensivos, dándome unas falsas esperanzas de que todo iría bien si era honesto.

—Yo... no quiero seguir estudiando medicina —solté, observando cómo la expresión de sus rostros se tornaba un tanto distinta a la que tenían unos segundos antes.

—Oliver... no puedes hacer esto ahora, ¿sabes? —dijo mi madre, frunciendo levemente el ceño.

Imaginé que se enojarían al haber pagado por dos años la matrícula que ahora significaría nada, pero no era algo que no pudiese recompensar en otro momento.

—Sé que no ha sido barato, pero les prometo que se los pagaré —insistí, observando cómo mi madre volvía a fruncir el ceño.

—¡No es por el dinero! —gritó, logrando perturbarme—. Tu hermana quería ser médica, ¿no? Deberías cumplir su sueño ya que ella ya no puede —sollozó, siendo abrazada por mi padre.

¿Qué es lo que acababa de escuchar? ¿Acaso me estaban cargando con la responsabilidad de ser quien mi hermana quería ser? Era tan absurdo que jamás se había pasado por mi cabeza esa estúpida idea.

Tras tu muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora