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ADVERTENCIA
Este capítulo posee escenas explícitas de autolesiones y violencia. Con lo que escribí a lo largo del capítulo, me veo en la obligación de aclarar que no avalo ni incentivo la autolesión; esto es ficción y estoy contando una realidad que lamentablemente sufren miles de personas. Si sufrís alguno de los problemas que narro a continuación, llama a la línea de atención al suicida de tu país o acudí prontamente a alguien que pueda ayudarte. No estás solx.

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Me desperté con Ken abrazado a mí, durmiendo plácidamente. Mis mejillas se sonrojaron apenas noté nuestro contacto tan cercano, decidiendo mentalmente si despertarlo o evitar la incomodidad y despegarlo de mí. Aunque tomé la decisión de moverme con cuidado, Ken se despertó apenas me moví un poco, dando un gran bostezo y observándome por encima de mi hombro.

—Lo siento, ¿te molesta? —preguntó al notar que estaba abrazado a mí.

Era una pregunta un poco extraña, incluso para mí. Era obvio que no me molestaba que el chico que me gustaba esté abrazado a mí de esa manera, pero no podía simplemente responder que estaba encantado con eso.

—No me molesta —respondí, sintiéndome un poco avergonzado al responder de manera tan sumisa.

Ken sonrió y volvió a bostezar, decidiendo esta vez levantarse de la cama. Me cubrí un poco más el rostro con la sábana y observé su torso desnudo, volviendo a sentir aquel calor en mi rostro. Ken realmente tenía un cuerpo muy trabajado, aunque jamás me hablaba de si iba al gimnasio o practicaba algún deporte.

Me avisó que iría a darse un baño y salió por la puerta de la habitación, cerrándola tras él. Miré un punto fijo en el techo y recordé que en algún momento debía volver a mi casa. No quería enfrentar nuevamente a Madelaine, pero no podía ser un parásito y molestar a Ken constantemente. ¿Cuánto tiempo faltaba para que me independice y dejara de molestar al resto? No quería seguir siendo una carga para nadie.

Tras unos minutos, Ken volvió vestido con una remera negra, unos jeans azules y unas zapatillas negras. Recordé que hoy cursaba una materia, por lo que me peiné rápidamente el cabello y tomé mis cosas.

—Volveré a casa por ahora —sonreí.

Ken me miró algo desconfiado pero terminó cediendo, diciéndome que él me llevaría en su auto. Al bajar las escaleras, los padres y el hermano de Ken me saludaron, a quienes correspondí el saludo y me despedí cortésmente.

La ida en auto fue silenciosa como de costumbre. En ningún momento decidimos hablar sobre Madelaine, pues ambos pensábamos lo mismo sobre ella en cierto sentido. Al llegar a casa, me despedí de Ken y, antes de irme, le agradecí nuevamente por traerme.

Al entrar a casa, noté que no se encontraba nadie allí. Miré la hora en mi celular y recordé que mis padres estaban trabajando, aunque Madelaine tampoco parecía encontrarse allí. Por fin la suerte parecía estar de mi lado. Subí a mi habitación, busqué ropa limpia y me metí inmediatamente a la ducha. Mientras me bañaba pensaba detenidamente en lo acontecido en el último par de días; cuando las cosas comenzaron a resultar con Ken, Madelaine apareció inesperadamente. ¿Sería esa una señal de que estaba yendo por mal camino? Si bien Olivia había dicho expresamente que quería que nosotros estemos juntos, el mundo no parecía tener el mismo plan para nosotros.

Salí de bañarme y me vestí con la ropa que había elegido, secando lentamente mi cabello mientras me miraba al espejo; mis heridas finalmente habían sanado hasta casi no notarse, por lo que hoy me pondría un poco de maquillaje y retomaría mi trabajo como camarero. Trabajar en la cocina había sido muy difícil para mí, pues no podía llevar el ritmo de los cocineros y me agobiaba muy rápido; lo mío definitivamente era atender a los clientes.

Tras tu muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora