IV

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Después de haber discutido con mis padres, decidieron no dirigirme la palabra en los días siguientes; sólo me dejaban dinero sobre la mesa de noche en mi habitación cuando yo no estaba y le escribían mensajes a Ken preguntándole si seguía yendo a la universidad, pidiéndole también que me convenciera de no abandonar la carrera.

No me molestaban la mayoría de las cosas que hacían, pero no podía tolerar que metieran a Ken en esto; los últimos días habíamos comenzado a pasar más tiempo juntos, aunque no hablábamos mucho en realidad. ¿Qué debería preguntarle? Tal vez cosas como sus hobbies, qué música escuchaba, qué sabor de helado era su favorito, etcétera. Ahora me encontraba sentado junto a él en una banca fuera de la universidad, intentando hacer los trabajos que me pedían.

—Ken —dije, llamando su atención.

El chico junto a mí apoyó su mentón sobre su brazo y me miró, dejando de prestarle atención a lo que estaba haciendo. A veces su mirada me ponía muy nervioso, aunque aún no podía entender el por qué.

—Dime, ¿cuál es tu sabor de helado favorito? —pregunté, cerrando mi laptop.

Ken se quedó pensando unos segundos, como si le hubiese hecho una pregunta muy complicada. Si lo pensaba bien, él no era un chico que saliese mucho además de ir a la universidad y al trabajo; Olivia y él solían estar en mi casa cuando estaban juntos.

—¿Vainilla? —dijo dudoso—. ¿Esa pregunta es una invitación? —preguntó sonriendo, logrando que mi corazón comenzara a latir rápidamente.

En realidad quería que hablemos de algo más que la universidad, el trabajo o mi familia, por lo que su insinuación me había tomado por sorpresa. ¿Sería muy descortés de mi parte decirle que se equivocaba? No nos haría mal salir de vez en cuando a pasar el rato.

Guardé mi laptop en mi mochila y me levanté, haciéndole una seña para que me siguiese; Ken guardó sus cosas en su mochila y comenzó a caminar junto a mí, manteniendo una leve sonrisa en su rostro. ¿Tal vez le gustaba salir conmigo? No me creía una persona muy divertida o interesante, pero tal vez haya gente a la que le gustan las personas como yo.

Llegamos al centro comercial y entré en una heladería, mientras que Ken se sentó a esperar en una banca afuera; pedí dos conos de helado, uno de chocolate y otro de vainilla, y salí con ellos tras pagar. Me senté junto a Ken y le dí el cono de vainilla, comenzando a comer el mío.

—Está bueno, ¿cuánto costó? —dijo al momento en que sacó su billetera de la mochila.

—Te invito yo —respondí, tomando su mano instintivamente y haciendo que guarde su billetera nuevamente.

Ken me miró algo sorprendido y luego sonrió, logrando que me percate de lo que acababa de hacer; retiré rápidamente mi mano y miré hacia abajo algo avergonzado. ¿Por qué había hecho eso? No teníamos tanta confianza como para tener contacto físico entre nosotros... Aunque en el funeral de Olivia fue él quien tomó mi mano primero.

Terminamos nuestros helados en silencio y comenzamos a caminar por el centro comercial, sólo observando las tiendas por fuera y hablando de vez en cuando de algún tema trivial. Observé un grupo de chicas frente a mí y, al ver a quien había sido mi novia unos años atrás, le dije a Ken que crucemos la calle; aún así era tarde, pues ella ya me había visto.

—Hola Oliver —saludó, sonriendo muy falsamente.

—Hola —saludé muy serio, sin ganas de esforzarme en sonreír siquiera.

Seguí caminando rápidamente y Ken me siguió el ritmo, observando de reojo a la chica que aún nos veía sin disimulo. Odiaba que finja ser buena si me encontraba con otras personas, pues si la cruzaba estando a solas siempre me insultaba o buscaba la forma de burlarse de mí.

Tras tu muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora