—Buenas noches, Sarita.
Una enfermera se despidió de otra, quien respondió con una sonrisa. Su turno también había terminado, pero no dejaría el hospital, como casi todas las noches, se quedaría ahí hasta el siguiente turno.
Pasó a la cafetería por una cena frugal y se cambió de ropa, de esa manera dejó de ser una enfermera para ser sólo una madre. Sarah Rogers cruzó los pasillos del hospital y subió al segundo piso. Abrió la puerta de una de las habitaciones y sonrió.
—Hola, cariño—dijo al cruzar la puerta —. ¡Qué día tan pesado tuve hoy!, no te imaginas, una chica casi da a luz en el vestíbulo.
Sarah corrió una silla, se sentó a un lado de la cama, y acarició el pelo de su ocupante.
—Umh, ya te creció la barba de nuevo, mañana te afeito —dijo y sonrió.
Su sonrisa fue lánguida, con un dejo de tristeza. Y era así porque su único hijo estaba ahí, en coma desde hacía mucho tiempo. Hacía años que no escuchaba su voz, ni lo veía sonreír; anhelaba con fuerza volver a ver el azul de sus ojos y sentir su abrazo.
Los médicos le habían dicho más de una vez que las probabilidades de que despertara con el tiempo se hacían más y más pequeñas; pero ella no perdía la esperanza, no quería perder la fe y se había negado a dejarlo partir. A pesar de todo, ella estaba ahí para él, como siempre.
Y como siempre sujetó una de sus manos, la acunó entre las suyas, y besó su dorso con un nudo en la garganta.
—Cariño, sé que te lo pido todos los días, pero vuelve. Aquí estoy, lista para darte un fuerte abrazo.
Miró el rostro impávido de su hijo y suspiró. Entonces, los dedos de la mano que sujetaba se movieron brevemente. Sarah se percató de ello, no dio crédito a lo que sus ojos vieron, y no lo pudo creer hasta que el movimiento se repitió, más corto y lento, pero había pasado de nuevo.
Eufórica, se levantó de la silla y salió corriendo de la habitación gritando por un médico. Sus compañeras enfermeras la tranquilizaron, no había especialista a esa hora en el hospital, tenía que esperar. Le dijeron que no era una emergencia y que, además, probablemente se trataba de un movimiento involuntario. Pero Sarah no dejo que esas palabras minaran la alegría que sentía y el crecimiento de su esperanza. El movimiento no se repitió, pero ella no pudo dormir, esperando que pasara.
A la mañana siguiente, el nuevo neurólogo recibió el reporte y fue a ver al paciente. Sarah observó la inspección del médico, apretando sus manos contra su pecho.
—Lo siento, Sra. Rogers, pero debió tratarse de un reflejo.
Sarah sacudió la cabeza.
—No, no, lo hizo dos veces seguidas, y él no se había movido antes.
El Dr. Strange, como se llamaba el médico, revisó el historial médico una vez más. Miró a la mujer y trató de sonar amable.
—Lo siento, pero no observo ningún cambio importante.
Sarah suspiró derrotada, pero pensó que el médico no sabía nada de nada. Ella estaba segura de que su hijo estaba regresando.
—Le digo que no fue un reflejo.
—Ha pasado mucho tiempo, Sra. Roges, desde que está en coma. No quisiera sonar insensible, pero ¿no cree que es hora de dejarlo ir?
Sarah le miró, en sus ojos, el Dr. Strange, no encontró rastro de enojo, parecía estar acostumbrada a ese tipo de preguntas y, más bien, le miraba con condescendencia.
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La brújula del corazón
FanfictionLas almas gemelas nacen con una brújula que les señala el camino para encontrarse. La brújula de Tony dejó de moverse cuando perdió a su alma gemela en un accidente. Pero un día, misteriosamente, la flecha que había permanecido inerte se mueve. STO...