El interior de la brújula

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Como parte de su terapia para recuperarse del coma, el psiquiatra le recomendó a Steve que encontrara un pasatiempo que estimulara su mente. Steve no tuvo que pensarlo, escogió la pintura para liberar su ansiedad y el estrés que le provocaba la pérdida de su vida. Le recomendaron una clase grupal, para que también socializara un poco, y comenzó a asistir después de sus terapias físicas.

Todos los días, se sentaba por dos horas frente a un lienzo y lograba así la paz y el silencio que necesitaba en su mente. Cada tercer día, el silencio era perturbado por un pequeño travieso que acompañaba a su madre. Wade, como se llamaba el niño, se sentaba a lado de él en un banco y hablaba y hablaba sin cansarse. Steve, sin embargo, encontraba reconfortante aquello de alguna manera, le divertía la perorata inacabable del niño, le hacía sentir bien, parte de algo.

Un día, Wade llegó a la clase con otro niño, uno más pequeño, con el cabello castaño, de grandes y brillantes ojos del mismo color. En cuanto lo vio, no pudo evitar sonreír, porque le recordó a alguien con esas mismas características. Pero, así como la sonrisa apareció, así se eclipsó.

Mientras la madre de Wade ocupaba su lugar, éste y su amigo se acercaron a él con cierta algarabía.

—Hola, señor guapo —dijo Wade al llegar a su lado.

Como siempre, Steve sacudió la cabeza y sonrió.

—Hola, Wade.

—Te presento a mi amigo, Peter.

—Mucho gusto, Peter —Steve le tendió la mano y le sonrió.

Peter le devolvió la sonrisa y le tomó la mano. Steve estrechó esa pequeña mano suavemente. Peter le miró con atención, no era exactamente como su papá. Sí, era rubio, y tenía los ojos azules, pero su cabello era más largo y llevaba una tupida barba.

—¿Son amigos del colegio? —preguntó Steve cortésmente.

—¡Sí! — dijo Wade y agregó con una gran felicidad —: ¡Y somos almas gemelas! Mira, enséñale, Petey pay.

Tanto Peter como Wade se descubrieron los antebrazos, Steve vio sus pequeñas brújulas señalándose uno al otro perfectamente.

—Mira, señor guapo, no importa a donde vaya, siempre señala a Petey pay —Wade para demostrar su punto rodeó a Peter. En efecto, sus flechas se seguían.

Steve sintió como si le golpearan el estómago, pero trató de mantener su sonrisa.

—Se encontraron muy pronto —dijo —. Cuídense mucho uno al otro, no se separen, no importa qué.

No todas las almas gemelas se amaban románticamente, pero él sabía que no había nada más feliz en la vida que compartir tiempo y vida con el alma gemela.

Ante sus palabras, los dos niños asintieron. En ese momento, el profesor entró en la sala y les pidió a los niños que se sentaran quietos o que se pusieran a pintar. Peter quiso intentarlo y se instaló a un lado de Steve junto a Wade. Como ejercicio del día tenían que pintar un paisaje.

Steve comenzó un bosque de pinos, un poco sombrío, pero muy detallado. Peter trató de pintar el lugar al que irían de excursión.

—Ah, es el campamento —dijo Wade cuando Peter pinto una casa de campaña con pintura café —. Mira, señor guapo.

Steve se inclinó para ver la pintura. Era una pintura infantil, por supuesto, pero tenía bastante idea de lo que estaba haciendo.

—¿Fueron de campamento? —preguntó.

—Vamos a ir con nuestra unidad de niños exploradores—dijo Wade —. Vamos a perseguir ardillas.

—No, vamos a cuidarlas —lo corrigió Peter.

La brújula del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora