En la excursión

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El viernes por la noche, Peter acomodaba su mochila de viaje con mucho entusiasmo. Tenía la lista que le había dado su instructor e iba comprobando que tenía todo. Se dio cuenta que le faltaba su cantimplora de la suerte y corrió escaleras abajo hacia la cocina, donde seguramente estaba secándose después de haber sido lavada. Entró y fue directo al lavabo, sin percatarse de la presencia de su padrastro.

Víctor lo vio cruzar y como se paraba de puntitas para tratar de atrapar el asa de su cantimplora sobre el escurridor. Se levantó de la mesa y se acercó para alcanzar el recipiente.

—Gracias— le dijo Peter cuando tuvo la cantimplora entre sus manos.

—Mañana es tu excursión, ¿cierto?

Peter asintió, esperaba que no le preguntara con quién iba, porque le había prometido a su papá Tony que no diría nada. Pero Víctor no parecía preocupado por ello.

—¿Te la lleno? —dijo el hombre señalando la cantimplora.

Para Peter fue algo muy raro, Víctor no solía ser tan amable, y cuando lo era no solía ser bueno. Así que negó.

—Mi papi me la llenará mañana, dice que es mejor así porque el agua está fresca —dijo.

Víctor se encogió de hombros y regresó a la mesa, junto a su vaso de vodka. Peter, con la correa de su cantimplora cruzada sobre su pecho, echó a correr de vuelta a su habitación, seguido por la mirada atenta de su padrastro.

A la mañana siguiente, Peter esperaba a Tony en el vestíbulo de la casa con la mochila a sus pies y su uniforme de explorador. Su papá había olvidado las llaves del carro y había subido por ellas. Tony lo llevaría al punto de reunión y de salida, ahí verían a Steve, y por supuesto a Wade y a su mamá. El pequeño estaba impaciente, temía que se le fuera a hacer tarde y perdiera el autobús.

Mientras esperaba, Víctor apareció de nuevo.

—¿Ya te vas? —le preguntó.

Peter asintió.

—Sólo estoy esperando a mi papi.

Víctor asintió. Escucharon la voz de Tony acercándose, seguramente hablando con Pepper por el manos libres. Víctor, entonces, recogió la mochila.

—Te ayudo a ponértela —dijo.

Peter lo miró extrañado, pero aceptó porque eso aceleraría las cosas. Sin que Peter lo notara, Víctor deslizó algo en uno de los bolsillos de la mochila. Y justo cuando Tony apareció en el vestíbulo, Víctor dio un paso atrás.

—¿Qué hay Víctor? — le dijo Tony con un tono de voz demasiado alegre para el gusto de su marido.

—Nada, me despido de mi hijastro.

Tony levantó la ceja.

—¿De cuándo acá? —preguntó.

—En realidad pasaba por aquí —dijo Víctor y siguió su camino hacia la sala de la casa.

Tony suspiró, tomó la mano de Peter y ambos salieron de la casa.

Steve llegó puntual a la zona de la reunión, y los guías e instructores le pidieron ayuda para cargar algunas cosas. Wade llegó poco antes que Peter y al verlo corrió hacia él.

—¡Señor guapo! —le gritó — Mira lo que me compró mi mamá.

Wade le enseñó unos calcetines rojos con un extraño unicornio en ellos.

—¡Son de la suerte!

Steve rió y le dijo que eran geniales, al tiempo que saludaba con la mano a la madre del niño, quien platicaba con otras mamás unos pasos más allá. Justo entonces, llegó un auto y Peter salió de él. El niño miró a su alrededor y al localizar a Steve corrió hacia él.

La brújula del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora