Camila
Estaba sentada tras el escritorio de su despacho, sorbiendo el café extralargo
con doble de leche que aquella mañana había necesitado. Estaba cansada -agotada,
mejor dicho- y un poco dolorida después del fin de semana con Lauren.
«Lauren...»
Dios, ese mujer era insaciable. Ella también lo había sido. Apenas había salido
de la cama durante todo el fin de semana, o de la ducha, donde había practicado sexo,
como mínimo, cuatro veces. A Lauren ciertamente le ponía el agua y a ella no le
importaba. A decir verdad, también le había encantado. Le había encantado el aroma
limpio del jabón, el aire vaporoso. Lauren le había enseñado a sintonizar con esa
sensación, y el agua sobre su piel era una sensación magnífica. Incluso la ducha que
se había dado aquella mañana después de que ella la dejara en su casa había adquirido
una sensualidad completamente nueva.
Había sido un fin de semana increíble y cuando se despertaron a primera hora de
la mañana, ella deseó que no se acabara. Sin embargo, era lunes y había llegado el
momento de trabajar. De todos modos, tampoco podría concentrarse en nada. Le
faltaban horas de sueño, estaba exhausta y le dolían todas las partes sensibles. Y no
dejaba de pensar en Lauren.
Lauren tampoco había estado preparada para que ella se fuera. Eso había quedado
bastante claro cuando la despertó a las cinco y media de la madrugada para hacer el
amor otra vez. Se había colado dentro de ella mientras ambos estaban adormitando,
media dormidas, empujando las caderas hasta que ambas se corrieron, jadeando de
placer en medio del apacible aire matutino.
Daba igual las veces que lo hubieran hecho a lo largo de ese fin de semana, Lauren
seguía empalmándose. Y algo tenía el sexo antes del alba, cuando ambas todavía
estaban media dormidas, que a ella le encantaba. Lauren estaba irresistible, despeinada
y esos labios carnos. Le hacía parecer más sexy que nunca. Más primitiva. Había algo prácticamente surrealista en todo aquello. Casi
romántico.
«No pienses en ello.»
Sorbió el café y dejó que el calor la relajara un poquito. No era precisamente una
chica romántica. Lo poco que tenía se lo había cargado Austin. Le daba lo mismo lo
bueno que fuera el sexo con Lauren; tenía que recordar que no era más que eso: sexo.
El sexo más excitante e intenso que jamás había tenido, pero, aun así, sexo y nada más.
Ya le parecía bien. Solo una conexión química intensa. Sin ataduras. Hacía tanto
tiempo que se conocían que también se sentía cómoda, aunque no hubieran estado en
contacto durante muchos años. Le conocía lo suficiente para no sentirse como si
ESTÁS LEYENDO
Los límites del deseo Camren G!p
De TodoCeder al placer te puede liberar, pero solo si te entregas por completo. Como abogada Camila Cabello sabe cómo guardar secretos, especialmente después de que un ex la despreciara después de que ella le confesará sus más ocultos deseos sexuales. Cam...