Camila
—Todavía no, Me dice Lauren.
Me azotó con la mano que tenía libre. Una palmada en el trasero y tuve que morderme el labio para no gritar. El fuerte escozor solo hizo que sintiera el límite del
placer de una forma más intensa, acrecentándolo.
—Aguanta, Camila. Aguanta. Podrás correrte cuando te lo diga —dijo Lauren con el
deseo palpable en su voz.
Entonces, me empezó a azotar de verdad con una serie de palmadas rápidas. Ni
demasiado fuertes ni demasiado ruidosos. Pero el ritmo hizo que el escozor se
hundiera más en mi piel. Y todo ello sin dejar de estimularme el clítoris. Todo se
fusionaba: la mano de Lauren en mi trasero, los dedos en mi clítoris, el pequeño y
pícaro riesgo de que nos pillaran.
Era un exceso de placer que apenas podía controlar.
Pero no me iba a correr hasta que ella me lo dijera. No, no lo haría, y eso era un placer
diferente en sí mismo.
Me azotó más fuerte y el deseo se apoderó de mi de una forma mareante. Me quedé
quieta; era doloroso, exquisito.
—Lauren…
—¿Estás preparada?
—¡Dios, sí!
—Venga Camila. ¡Córrete para mí!
Lauren me apretó el clítoris, frotando y frotando, mientras la otra mano me azotaba en
las nalgas desnudas. Se unieron el placer y el dolor, se fundieron en una sensación
pura que me deslumbraba, que me cegaba mientras me corría. Espasmos fuertes, una y
otra vez. Me mordí el labio para no gritar, para contener el grito que quería abrirse
camino hasta mi barbilla apretada. Cuando todo terminó, estaba temblanfo, apenas me
Mantenia en pie y el canto del escritorio se me clavaba en las palmas.
Lauren me beso en la nuca, me acarició el pelo con una mano mientras me sostenía
recta con la otra cogiéndome la muñeca.
—Ha estado bien, Camila. Alucinante. Estoy muy muy caliente. Pero no te voy a
follar aquí. Tendrás que acompañarme a casa. Ahora mismo.
—¿Ahora? —pregunte, aún sin aliento.
Lauren me hizo girar en sus brazos, metiendo el dobladillo de mi falda por encima de mis
muslos. Tenía los ojos oscuros, brillando con una luz. Parecía
peligrosa. Estaba hermosa.
—Ah, estás temblando de verdad, cielo. ¿Sabes cuánto me provoca eso?
Hacía pocos minutos que me había corrido; sin embargo, oír cómo Lauren decía
aquello hizo que la deseara. Que la necesitara. Ojalá la volviera a girar. Ojalá la
volviera a inclinar sobre el escritorio y me enterrara en ella…
Pero lo que hizo fue casi mejor: inclinó la cabeza y me besó. Se apoderó realmente
de mu boca. Los labios de Lauren abrieron los suyos e introdujo la lengua adentro. Dura
y exigente. Resbaladiza y mojada.
Pensé que casi me podría volver a correr con
un simple beso. No tenía sentido; quizá no debía tenerlo.
Me atrajo hacia ella, apretándome con el cuerpo. Su erección le oprimió el muslo.
Joder, la deseaba tanto. Quería tocarla tal y como ella la había tocado. Quería envolver
con las manos su gruesa polla y acariciarla hasta que se corriera. La quería dentro de mí.
Lauren se apartó. Respiraba con dificultad. Yo también.
—Necesito sacarte de aquí ahora —me dijo.
—Sí.
Ya me excitaba que lauren tuviera tantas ganas como yo. La estaba mirando de esa
manera. Penetrante. Fijamente. Con las cejas oscuras levantadas.
—Joder, Camila.
—¿Qué… qué pasa?
¿Acaso iba a cambiar de parecer? ¿Había recordado otra cita olvidada? El corazón
Me martilleaba.
—No me puedo creer cuánto te necesito. Esto es una jodida locura.
Me invadió una sensación de alivio.
—Lo es. Me da igual.
—A mí también.
Lauren me atrajo y me volvió a besar. Y juró que podía notar el duro martilleo de mi
pecho, apretado fuertemente contra el suyo.
—Llévame a casa, Lauren. Ahora.
Ella se limitó a asentir.
Era la primera orden que le daba y podría muy bien a no ser la última. No me importaba. Lo único que quería era sintirla dentro de mí. Que me volviera a azotar. Que
Me abrazara. Que hiciera todo eso sin ningún otro límite que lauren le imponía
para satisfacer sus deseos, o los míos.
Era una locura. Quizás estaba perdiendo la cabeza, perdiéndome en Lauren, pero ya
Me había desencaminado lo suficiente para que me importara.
_Lauren apenas podía recordar cómo habían llegado a su casa._
Lógicamente había
conducido ella. Lo más seguro es que hubiera estado distraída por esa necesidad tan
aguda y vibrante de que yo estuviera completamente bien.
No era propio de Lauren correr riesgos que implicaran a otra persona que no fuera ella
misma, Ir en moto, Alguna de las locuras que había cometido con Cris en sus viajes
juntos, como bucear entre tiburones o practicar el ala delta. Ahora mismo, no debería
poner en riesgo el bienestar de mío, pero estaba demasiado ansiosa para ir con
cuidado. Para tomarse un poco de tiempo para calmarse.
De todos modos, no creía que lo hiciera. No hasta que me hubiera poseído, con su
cuerpo desnudo y retorciéndose entre sus manos. Hasta que Lauren me hubiera hecho
correrme, una y otra vez. Hasta que ella se hubiera corrido, en su cuerpo brillante y
precioso.
De algún modo, estabamos en el ascensor de su edificio y Lauren no podía soportar ni un
segundo más sin tocarme. Ya había tardado demasiado, llevándome a casa, sacarme del
coche. Todo el rato había estado más que medio empalmada.
Lauren me atrajo hacia sí, pasando el brazo alrededor de mi cintura esbelta,
deteniéndose el tiempo justo para admirar sus brillantes ojos color chocolate. Eran más
Oscuros ahora. Brillaban de calor. Tenía la piel ardiente, las mejillas
sonrosadas. Los labios rojos, hinchados, como si Lauren ya la hubiera besado como ella
quería.
Me agarró más fuerte, inclinó la cabeza. Y apretó sus labios contra los míos.
Ah, qué dulce era. Y tenía algo salvaje, incluso. Tal vez fuera el modo como le
había devuelto el beso, enroscando sus brazos alrededor del cuello para sostenerse.
Algo diferente de la mujer habitualmente sumisa con la que se liaba. Pero ahora
mismo no podía pensar en nadie más.
Solo a mí.
En un gesto impaciente, desabrochó el cinturón de su gabardina y puso sus manos
por debajo.
«Tengo que quitarle la ropa de una puta vez.»
El ascensor se detuvo suavemente mientras sonaba el timbre y Lauren se apartó.
Menudo tormento.
Cogiéndome de la mano, me condujo por el pasillo hasta la puerta; metió la llave en
el cerrojo. Entonces, entramos y encendió la luz del recibidor.
Lauren tuvo un destello de la primera vez que la había llevado a casa. Chupándome
el sexo y yo apoyada en la puerta. El sabor dulce en sus labios.
«De nuevo.»
Cuando Lauren me quitó la gabardina, no dije nada. Luego, ella se quitó el abrigo.
Me quedé quieta y no dije nada cuando Lauren me desnudó dejando ver esa piel bronceada
y sedosa trozo a trozo: el vestido, el sujetador, la tanga de encaje, las botas altas de
ante.
Me cogió en sus brazos y me llevó hasta el sofá —la cama estaba demasiado lejos
— y ella volvió a aferrarse a su cuello para no caer. Lauren notaba la calidez de su
cuerpo entre sus brazos, dulce, y eso se la ponía dura como el acero.
Me dejó sobre el sofá, tratando de ser suave cuando lo único que realmente
deseaba era tirarme y ponerme las manos encima. La boca.
«Sí.»
—Túmbate, Camila—me ordenó ella, con voz autoritaria—. Déjame hacerlo todo.
Todo…
Hize lo que me decía, con el cabello castaño y sedoso un poco alborotado por
los cojines. En sus ojos había un brillo metálico bajo los párpados bajados. Lauren se daba cuenta de que me estaba sumiéndose cada vez más en el subespacio, aquel
espacio mental puro y flotante al que solían acceder. Joder, respondía tan bien. Me
mostraba mucho más sumisa de lo que se había imaginado. Y, sin embargo, había una
fuerza innegable en mi.
A Lauren Le encantaba que le permitiera hacer eso, dominarla de
aquella manera.
Pero estaba pensando demasiado.
«Limítate a tocarla. A poseerla.»
Le puso las manos en los muslos y me abrí para ella. Fui abriendo las piernas
hasta que ella pudo ver el color rosado y húmedo de mi coño.
Dios.
Lauren No podía perder tiempo desnudándose. Se lamió los labios.
Era demasiado hermosa.
Se arrodilló en el suelo al lado del sofá y se agachó para probarme.
-Notó su sabor dulce y ahumado cuando ella hizo una larga pasada con la lengua por
encima del coño. Oyó cómo tomaba aire. El suave suspiro al soltarlo. La volvió a
probar.-Lauren empujó más fuerte entre los pliegues de mi piel y encontró la entrada. Me separó
más los muslos para abrirme del todo. Apartó las suaves ondulaciones de los labios de
su sexo y le introdujo la lengua. Mi respiración era un jadeo apagado y
entrecortado mientas Lauren empezaba a follarla con la lengua. Arqueó todavía más
las caderas, acercándola a su rostro, y Lauren las agarró con ambas manos. Me retuvo y
al hacerlo increíblemente me moje más, intentando que la rozara con la boca.
Pero Lauren aguantó, controlando sus caderas.
El placer era abrasador y a ella se le puso tan dura que casi no podía soportarlo.
Salvo que lo necesitaba. Darle placer. Hacer que se corriera del gusto.
Pronto empezó a jadear Lauren también, pero no se detuvo. Solo siguió empujando con
la lengua, saboreándome, muy adentro. Estaba temblando y gemiendo, y eso a Lauren le encantaba que no hablara, ni siquiera para suplicar.
Cuando me soltó la cadera para apretar mi botoncito duro del clítoris, alucine. No veía otra manera de describirlo, su sexo se cerró en torno a su lengua
y empeze a agitar las caderas, por mucho que Lauren intentara sostenerme. Gruñi con
un ruido primitivo que salía del fondo de mi garganta y cuanto más se corría ella, más
dura se le ponía a Lauren la polla. Muy dura e igual de dolorosa.
Pero Lauren no quería detenerse; quería que se volviera a correr. Necesitaba que lo
hiciera. Continuó así, cambiando de posición para que su lengua estuviera en mi
clítoris y sus dedos empujaran muy dentro, follándome tal y como había hecho con su
lengua. Estaba jadeando sin aliento, y a lauren le encantaba. mientras le metía los dedos aún más adentro, los sacaba y los volvía a meter
después, me chupó el clítoris pasando la lengua por encima una y otra vez.
«Solo necesito oír cómo se vuelve a correr. Se decía Lauren,
Necesitaba saborear esa oleada dulce y salada en su lengua.»
«Sí…»
Era una necesidad imperiosa, más imperiosa que su propio deseo. Sentir cómo ella
se hundía en Lauren, subyugada.
Al poco volví a alcanzar el orgasmo, esta vez gritando, chillando hasta que me
quedé ronca. Y fue algo increíblemente precioso.
Estaba preciosa.
«Tengo que poseerla. Ahora.»
Lauren se apartó; le miró el rostro ruborizado, los hermosos pechos, tan sonrosados
como las mejillas. Estiró el brazo y me pellizcó los pezones —no pudo evitarlo— y el gruñido le recorrió como un fuego descontrolado.
—Quédate justo aquí, así —me ordenó mientras se levantaba para coger un
preservativo de la caja que había en la mesita de noche.
Lauren regresó a su lado y se desnudó tan deprisa como pudo. la observaba
absorta en su cuerpo, fijándome en su polla mientras Lauren se colocaba encima. Incluso la
manera de mirarla destilaba sexo; era tan intensa que tuvo que parar y tocarse durante
unos segundos, con los dedos subiendo y bajando por el pene. El placer era dulce e
intenso, fuerte en su miembro y en el vientre. abrí la boca y saqué la lengua para
relamerme los labios carnosos. Y eso fue el detonante: fue demasiado para Lauren.
Se puso encima de mí. O quizá cayó encima; no estaba segura. Sucedió
demasiado rápido. Todo se había descontrolado cuando se metió dentro de mí.
Mojado, duro y demasiado bueno para creerlo. De repente, deje de pensar.
Empujó, una y otra vez, cada vez más adentro y la sensación era como un trueno que
Me martilleaba por dentro y que notaba en el pene, en la barriga e incluso en la mente.
Apenas oía mis gritos. La suave textura de sus pechos apretados contra su
pecho, la suavidad de su piel cuando clavó los dientes en la carne fresca de su
garganta.
No existía nada salvo el placer, la piel y sus extremidades enredadas. Y la
sensación creciendo segundo a segundo. Embestida a embestida.
Su polla era el punto central, pero le recorría todo el cuerpo: piel, músculo y
hueso. Cuando se corrió, vio como una luz brillante que lo inundaba todo y le
deslumbraba, haciéndole gritar.
—¡Camila!
No podía parar. Siguió empujando con las caderas. Y me incorporé para unirme
a ella, una y otra vez. Y entonces empezó a gritar, jadeando, y diciendo su nombre entre
sollozos.
—Lauren… Joder, Lauren…
Ella siguió moviéndose, arqueando las caderas, dentro de ella, una y otra vez. Ya
había terminado de correrse, pero quería entrar aún más adentro. Más y más cerca.
Notó como si algo le rasgara el pecho, la cabeza. Algo que lo abría. Algo poco
familiar y no del todo agradable. Aunque dulce. Algo que tenía todo que ver con Camila, pensó Lauren»
Aún le vibraba el miembro. Mi cuerpo seguía temblando mientras me
agarraba fuerte de Lauren: sexo, brazos y piernas envolviéndola. Y ella entendió, de algún modo distante, que estaba enredada en ella en vuenpo y mente. Tenía miedo de preguntarse qué más.Que pasará con ellas? Habrá amor o sólo será sexo?
Nos leemos pronto ✌️⭐👈
ESTÁS LEYENDO
Los límites del deseo Camren G!p
DiversosCeder al placer te puede liberar, pero solo si te entregas por completo. Como abogada Camila Cabello sabe cómo guardar secretos, especialmente después de que un ex la despreciara después de que ella le confesará sus más ocultos deseos sexuales. Cam...