Narrador
Lauren estaba mirando a través de la larga hilera de ventanas, con la mirada fija en
las luces minúsculas y parpadeantes de los barcos atracados en la bahía de Elliot. Se
sentía principalmente aturdida. Se había sentido así desde que Camila se había
marchado aquella mañana.
De acuerdo, era mentira. Quizá solo estaba aturdida en parte. También se sentía
desgarrada, como si hubiera pasado por una trituradora de papel y estuviera ahora en
carne viva, con un dolor espantoso. Por ese lado estaba desesperada.Se llevó una mano al pelo y después al cuello que se notaba agarrotado. De
hecho, toda ella estaba agarrotada, Había intentado tumbarse en el sofá, agotada, pero estaba demasiado tensa para permanecer tanto tiempo así. No había dormido
nada desde que se había ido Camila y solo había gozado de unas pocas horas de sueño
antes de eso.Pero no era la falta de sueño lo peor de la situación, lo que le dolía tanto.
Era la falta de Camila; saber que se había ido.
Estaba… despojada. Enfadada. Enfadada porque se había ido. Enfadada porque
le importara tanto, joder. Enfadada por la sensación amarga de impotencia que
recorría como un lodo oscuro sus venas. Se sentía impotente para cambiar las cosas
por ella, para cambiar esa parte básica de ella del modo que debería para darle lo que
Camila se merecía.Se sentía impotente para amarla. No había nada que pudiera hacer al
respecto. Se sentía irremediablemente impotente.
Eso le fastidiaba muchísimo. Siempre lo había hecho. No le gustaba nada sentirse
impotente y no poder hacer nada con tal de mejorar la vida de su madre. Y odió
también esa sensación tras la muerte de lucy.Había descubierto hacía mucho tiempo que la forma de no sentir esa horrible
impotencia era controlar siempre las cosas y ser responsable. Eso le hacía sentir un
poco su poder personal. Como si lo que hacía tuviera importancia, aunque fuera solo
en el trabajo o en el reino del BDSM.Como si no pudiera surgir ningún imprevisto
porque tenía toda la vida controlada hasta el último detalle.
Pero en algún rincón de su cerebro sabía que era una mentira conveniente. Que ni
con todo el control del mundo, la propia mentira, podría sentirse completa. Y, al no
saber qué más podía hacer al respecto, había dejado las cosas tal y como estaban. Se
había permitido vivir esa mentira.Camila la había dejado expuesta. A ella misma, en definitiva. Lauren no había sido
capaz de contarle la verdad. La verdad de que la quería. Que amarla era lo único que
le haría sentirse completa.La idea era demasiado fuerte para asumirla. Sobre todo ahora que ella había
dejado tan claro que no quería estar con ella y que la había decepcionado, que era
precisamente lo que sabía que pasaría.Lauren empezó a andar bajo el cielo oscuro con el brillo de las farolas, que captaba
por el rabillo del ojo de una forma borrosa.
Se sentía abrumada por todo. Por primera vez desde que era una adulta, no estaba
segura de poder lidiar con eso sola.La única persona con la que realmente quería hablar de aquello era con Camila, pero
eso era imposible ahora porque sabía que ella no querría verla, que era la última persona a quien querría ver, y no podía culparla.
Había llegado el momento de recurrir a su mejor amigo. Ella y Rey no hablaban de
cuestiones sentimentales muy a menudo. Jamás habían intimado tanto. Lo más
cercano había sido cuando Rey se había vuelto loco por su novia. Pero esa vez Rey
había sido quien se había sincerado.
Lauren jamás lo había hecho y no estaba segura de saber hacerlo.
Pero, qué diablos, seguro que era mejor que pasear por ahí incansablemente;
mejor que ese ciclo interminable de un pensamiento tras otro para, al final, regresar
siempre al mismo lugar.
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Los límites del deseo Camren G!p
AcakCeder al placer te puede liberar, pero solo si te entregas por completo. Como abogada Camila Cabello sabe cómo guardar secretos, especialmente después de que un ex la despreciara después de que ella le confesará sus más ocultos deseos sexuales. Cam...