Capítulo 10

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Camila

no sabía cómo había sobrevivido a los dos últimos días. El lunes, tras
comer con ella, Lauren había desaparecido dentro del despacho de Ed Tate y todavía
seguía allí metido cuando ella se hubo ido.
El día anterior lauren me había enviado un mensaje de texto en el que me pedía mi
dirección privada de correo electrónico y se la había dado, pero desde entonces no
había sabido nada más. Y ahora llegaba el final de la jornada laboral del miércoles y me
preparaba para irme del bufete. Actualizo la bandeja de entrada de mi correo por última
vez, esperando ver algún tipo de mensaje de Lauren, aunque solo fuera una
confirmación de que el plan de esa noche seguía en pie.
No había ningún mensaje nuevo en su bandeja de entrada.
Maldita sea.
Dejé escapar un suspiro y cerró el correo electrónico, antes de apagar el
ordenador.
¿Por qué se comportaba como una adolescente cegada? Jamás había sido de ese
tipo de mujeres que esperaban al lado del teléfono -o del ordenador- por una mujer. Ni siquiera con Austin. Uno de los motivos por los que él se había sentido tan
atraído por ella, aunque él le había contado eso al principio de la relación, era su
independencia. A Austin le había gustado tener que perseguirla, el hecho de que ella no
siempre tuviera tiempo para él.
Quizás le estaba poniendo las cosas demasiado fáciles a Lauren. Quizá debería
hacerse rogar un poco. Decirle que esa noche estaba ocupada y que, finalmente, no
podría acudir a la cita.
Sabía muy bien que no iba a hacer nada de eso porque me moría de ganas de verla.
Prácticamente temblaba de pura necesidad, de la necesidad de verla, de que ella la
tocara. De volver a estar con ella, básicamente.
«Es ridículo.»
Pero no podía dejar de pensar así.
Con un suspiro, me puse la gabardina, recogí el bolso y salí al pasillo. No pude
evitar asomar la cabeza por la puerta cerrada del despacho de Lauren de camino al
ascensor.
Así pues, estaba trabajando. Estaba bien saberlo.
Sonó el móvil y respondí sin mirar quién me llamaba. Tenía la mirada todavía
fija en la puerta de Lauren al final del largo pasillo.
-¿Sí?
-Camila. ¿Te he pillado antes de que salieras del edificio?
Lauren. Se me derritió el estómago y me fallaron las piernas. Sentía esa misma
intensidad que, enseguida, me empezó a calentar la zona entre los muslos.
-Hola. Sí, aún estoy aquí -le respondió-. Estaba saliendo.
-No lo hagas.
-Mmm... De acuerdo. ¿Trabajas hasta tarde?
-Quizá me quede hasta tarde. ¿Queda todavía alguien por aquí?
-Sí, algunas personas.
-¿Ally? -preguntó.
-No, se fue hará cosa de una hora. ¿Por?
-Porque quiero que vengas a mi despacho.
-¿Ahora?
-Sí, Camila, ahora.
Su tono no dejaba margen a discusiones. Tampoco quería. Y comprendí
que ella no tenía intención de repasar casos conmigo. Trago saliva.
-De acuerdo. Voy ahora mismo.
Echo una ojeada al edificio. La puerta de Gary estaba abierta y lo vio dentro,
hablando con su secretario judicial.
Contuve la respiración y volví por el pasillo hasta el despacho de Lauren. Y
casi chocó con Theresa, que salía poniéndose el abrigo.
-Camila, ¿trabajas hasta tarde?
-Oh, no. Bueno, quizá. Solo... tengo que comprobar algo.
-¿Quieres que te espere para el ascensor?
-¿Cómo? No, no, gracias. No te quiero hacer esperar. Quizá tarde unos minutos.
-De acuerdo. Nos vemos por la mañana.
-Buenas noches.
Entro a mi despacho, cuento hasta treinta, saco la cabeza para asegurarme de
que Theresa se hubiera ido. Me sentía como una niña merodeando tras las clases, lo
que resultaba extrañamente excitante. Pero la causa de toda aquella excitación era
Lauren.
«Lauren.»
Otra pequeña oleada de placer me invadió mientras cruzaba el pasillo hasta su
puerta, la abrí y me colaba hacia dentro, antes de cerrar la puerta tras de mi sin hacer ruido.

Lauren estaba sentada tras el escritorio, terriblemente atractiva con ese traje negro,
la camisa blanca en contraste con el color verde esmeralda de sus ojos. Una tímida
sonrisa se le iluminó la cara y me hizo un gesto con la cabeza.
-Quítate la gabardina, Camila.
Nada de saludos. Solo esa orden sencilla.
Le encantaba.
Me quitó la gabardina por los hombros y la dejo sobre el sofá de piel marrón
apoyado contra una pared, con el bolso al lado.
-Ven aquí -me dijo Lauren con dulzura.
Lauren me observa mientras cruzaba la sala.
Se me notaba cómo se calentaba el cuerpo
bajo su mirada penetrante. Me lamo los labios mientras me acercaba al escritorio.
-Estás magnífica con esa falda ceñida -me dijo, con un tono de voz cálido y
apasionado-. Te da un aspecto muy atractivo de mujer de negocios. Te favorece. -
Se puso en pie y se acercó a mí. contuve la respiración-. Y te hace un culo soberbio.
Pero, espera, que quiero verlo mejor.
Me puso las manos alrededor de la cintura, me hizo girar hasta que le di la espalda.
-Bien -dijo en voz baja-. Y ahora reclínate y pon las manos encima del
escritorio.
Sin darme cuenta, ya lo hacía mientras vaciaba la mente a un ritmo alarmante.
«No pienses. Ahora no puedes pensar...»
-Precioso, Camila. Perfecto. La curva de tu culo en esta falda es... perfecta.
Lauren se acerca por detrás y me puso la mano encima de la cadera primero y después,
en mi trasero.
-podía notar el calor de Lauren a través de la lana suave y fina de mi
falda. Ya me estaba mojando, con el sexo vibrando insistentemente entre mis piernas.
Lauren se inclinó sobre mi hasta que noto su cálido aliento en la mejilla. Me susurró.
-Estate quieta para mí.
Un fuerte azote y yo jadeó.
-¿Te he sorprendido? -me preguntó-. Ya deberías haber sabido qué iba a
hacer cuando te he hecho inclinar sobre el escritorio.
-Todavía hay gente en el bufete -le digo con una vocecita, apenas una
protesta.
-Sí. Pero eso solo lo hace más excitante.
-No he cerrado la puerta de tu despacho.
-No entrará nadie. Tienes que confiar en mí, Camila. ¿Confías en mí?
-Sí -contesto con un susurro.
Lo hacía. Tenía que hacerlo. Ya no podía hacer nada contra esa marea de deseo. Se
hundía en ella.
-Bien. Muy bien.
Me volvió a dar en un cachete, pero la sensación quedó un poco amortiguada por el
tejido que separaba su mano del culo en mi.
-¡Oh!
-Shhh, Camila-me susurró Lauren. Me apartó el pelo y me dio un beso en la nuca
que me hizo estremecer-. Dios, tienes una piel tan excitante. Tengo que tocarte. Me dice.
Tocarte...
Noto cómo reculaba un instante mientras me levantaba la falda, subiéndomela
por encima de la cintura.
-Ah, debería haber sabido que llevarías un tanga debajo de esta falta ceñida. Me
encanta cómo queda con las botas. Un día tengo que follarte con nada más salvo estas
botas.
_ya temblaba antes de que Lauren ni siquiera me tocara. Luego, ella me acarició el
trasero con la palma de la mano y empeze a ponerme más húmeda. Me tuve que
agarrar a la punta del escritorio, obligándome a permanecer quieta.
Lauren no paraba de mover la mano por encima de mi piel desnuda, con esa sensación tierna y dulce. Sin embargo, anhelaba ese contacto más fuerte.
-Lauren, por favor...
-¿Ansiosa, preciosa? Pero deberás esperar a que yo esté a punto. Coge aire,
sácalo. Y espera.
Suelto un suave gemido. Lauren se echó a reír, con una risa malvada. No paraba de
acariciarme el pelo; con su palma, con las puntas de sus dedos. Era maravilloso. Era
una tortura.
-Limítate a fundirte con mi contacto -me ordenó-. No pares de respirar. Sí,
eso es.
Yo intento hacer lo que me manda y, al cabo de unos segundos, lo consigo.
Empezaba a fundirme, a perderme a la deriva. Se me cerraron los ojos.
La palmada brusca en el culo me hizo parpadear. Y entonces, una ola de placer inundó mi cuerpo, mi sexo. Placer, intensidad y su denso olor la envolvían por
completo. Casi sin darme cuenta, inconscientemente, me arrimo más.
Lauren soltó otra risa floja.
-Me encanta que te guste tanto. Que respondas así.
Me volvió a dar otra palmada. Esta vez, ya estaba preparada. Con todo, me hizo
daño y sin embargo, era una sensación maravillosa. Como algo que necesitara.
Lauren se detuvo para rozar su carne ardiente con la palma antes de volver a
zurrarla. Una y otra vez. Lo bastante fuerte para que le doliera, para que ese escozor
reverberara a través de ella con pequeñas oleadas de placer.
-Dios, Lauren...
-¿Qué tienes, Camila? -preguntó lauren mientras metía una mano entre su cabello y lo
acariciaba un poco antes de agarrarla con fuerza por los lados del cráneo. Hasta eso le
resultaba puramente erótico porque aumentaba las sensaciones en su cuerpo dolorido.
-Por favor, tócame, Lauren.
-Me encanta cuando lo pides así, con tanta amabilidad. -me acarició la cadera
con la mano y la bajó hasta llegar al monte de Venus.
-Ah, Lauren...
Me susurraba al oído y me calentaba la piel con su aliento.
-¿Es esto lo que necesitas, preciosa?
Y entonces, puso sus dedos bajo el encaje, justo dentro del calor húmedo.
-¡Oh!
-Estás tan resbaladiza. Tan mojada -murmuró mientras movía los dedos arriba
y abajo por mí clítoris, explorando la abertura, antes de incitar los labios hinchados
una vez más-. ¿Te gusta, Camila? Dime.
Dios, ese tono autoritario. Sus manos encima de mí.
-Sí. Sí.
Lauren encontró el duro botoncito de mi clítoris y acarició el extremo con las puntas
de los dedos. Mis caderas se movían por propia voluntad, arqueándose con su
contacto.
-Ah, eso está bien, Camila. Dame tu necesidad. Entrégate a mí.
Lauren apretó mi clítoris y el placer creció dentro de mi, haciéndome respirar
entrecortadamente, con jadeos. Cuando empezó a masajear el clítoris entre sus dedos,
apenas podía respirar.
-Lauren... Me voy a correr.

Nos leemos a la próxima ✌️
💧🌚⭐

Los límites del deseo Camren G!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora