Capítulo 25

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Narrador

En el Pleasure Dome estaba más concurrido que la última vez que Lauren la había
llevado, lo que la asustaba y excitaba a la vez.

Había la misma iluminación roja y lila, y
los rincones oscuros de siempre. Gemidos suaves, el siseo de un látigo cortando el
aire, el ruido metálico de las cadenas y de fondo la música. Le encantó en cuanto
entró, igual que la primera vez. Pero al estar ahí de nuevo, ya conocía la emoción, así
como el temor. Tenía una idea más clara de lo que podía esperar y eso hacía las cosas
más fáciles y difíciles a la vez. Mientras cruzaban la sala principal y se acercaban a las
escaleras, a Camila se le empezó a acelerar el corazón, que le latía con fuerza en el
pecho.

Miró a Lauren y al parecer, ella notó lo que estaba sintiendo porque le apretó la
cintura con fuerza.
—No pasa nada —le dijo en voz baja y con un tono tranquilizador. Le acercó la
cabeza—. Les encantas, Camila y eso que aún no hemos empezado. Te están
observando al pasar, Están esperando. ¿Te das cuenta de las cabezas que se giran? El
vestido negro y corto ayuda sí, pero en realidad es por ti. No pueden dejar de mirarte,
como me pasa a mí.

Ella miró alrededor mientras pasaban por las diferentes zonas del lugar. Había
hombres y mujeres en diferentes etapas de desnudez o bien con prendas de cuero.
Cruzó la mirada con algunas personas y eso le dio un subidón instantáneo, como una
especie de calor. Tuvo que apartar la vista.
Era mejor mirar a Lauren, que estaba guapísima y era puro deseo con su pantalon de cuero y la camisa negra que se ajustaba como un guante a su pecho y
espalda. Su sola presencia la tranquilizaba.
Se volvió hacia ella.

—No puedo mirar, Lauren. Me… me gusta saberlo pero ahora mismo mirar es
demasiado. Es un poco sobrecogedor.
—Entonces saborea simplemente que lo sabes, preciosa.
Le dio un apretón en la cintura y ella se derritió. Se dejó llevar por ella como una
niña, como solía sucederle con ella.
Su armadura empezaba a deshacerse; de hecho había empezado al entrar en el
club. Antes, incluso cuando estaba en casa preparándose para la velada. ¿Qué tenía
ese ritual de ducha, crema hidratante, perfume y vestido que la hizo entrar en la
primera fase del subespacio?
Tampoco podía pensar en eso ahora. Ya estaban subiendo las escaleras y cruzaban
la primera sala con la pista de baile y las barras de strippers. Las miró con cierto
anhelo. Le encantaría bailar para ella, mover el cuerpo al compás de la música que
sonaba en todo el club.
En ese momento había una mujer en una de las barras y una vez más, Lauren supo
de forma instintiva que ella quería detenerse y mirar un rato.

La mujer era hermosa; tenía la piel de ébano y una melena morena ondulada. Iba
vestida con unas cintas de bondage de color lila como si fueran un pequeño top y una
falda muy corta que se le ajustaba como una segunda piel. Llevaba unos zapatos de
aguja del mismo tono lila. Se aferraba a la barra con ambas manos y movía las caderas
con la cabeza hacia atrás y el pelo le caía como una cortina negra. La música cambiaba
y así lo hacía ella, cuyas caderas se movían en movimientos ondulantes, como
trazando un ocho. Se dio la vuelta, apoyó la espalda en la barra y se deslizó por ella
con los brazos por encima de la cabeza en un elegante arco con las manos unidas.
Entonces levantó la vista, miró directamente a Camila y sonrió separando sus carnosos
labios rojos de una forma muy sensual.
A Camila le gustó la forma tan sensul en la que se movían, pero esta elegante criatura exudaba sensualidad y ella no podía evitar responderle de
una forma primitiva, con la respiración y el pulso cada vez más acelerados mientras
contemplaba el baile sensual de la mujer.
—Lauren…
—¿Qué pasa, preciosa?
—Me acabo de dar cuenta… de que lo que pasa aquí está… hipersensualizado.
Hipersexualizado, tal vez, pero no de un modo negativo. —No podía creer que
estuviera encadenando dos frases seguidas cuando ya estaba en el subespacio, con
todo lo que pasaba a su alrededor y que la hundía aún más—. ¿No es eso? ¿No es eso
lo que pasa aquí? Estoy mirando a esta mujer y veo lo que los otros pueden ver
cuando me miran a mí. Y es… muy excitante saberlo desde esta perspectiva. ¿Tiene
sentido lo que te digo?
—Absolutamente.
Lauren le sonrió y ella se centró en ella. Sus oscuros ojos y sus pómulos marcados.
La exuberante sinuosidad de sus labios, generosos y pícaros a la vez.
Ella le correspondió con otra sonrisa mientras ella seguía mirándola. Era una mirada
cautivadora e imponente. Y aunque se limitaba a mirarla, con su sonrisa, que ahora empezaba a desaparecer, y las facciones reflejaban el mismo deseo que crecía en su
interior, sintió su autoridad absoluta.
Se estremeció.

—¿Quieres subirte a ese podio con la barra, Camila? —le preguntó en un tono suave
e íntimo—. ¿Quieres actuar para mí? ¿Y para los demás de la sala?
Necesitó un momento antes de contestar.
—Me encanta la idea de que me vean, que me observen, pero no es exactamente
lo que quiero.
—Ah. —Se paró y la miró sin decir nada—. Creo que ya sé qué podemos hacer.
La llevó hasta una de las grandes butacas acolchadas que había por aquí y por allá
bordeando la sala y dejó la bolsa con los juguetes en el suelo. Se sentó en la gran
otomana que estaba a metro y medio de la butaca. Entonces la colocó a ella entre ella misma y la butaca.

Los límites del deseo Camren G!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora