《I N F I L T R A D A》★(T/n) X Haikyuu★

Aprendiendo a volar

Busqué una gorra antes de bajar corriendo hasta el primer piso de la residencia en que me quedaba con el resto del equipo. Fui a la entrada y me puse los zapatos, solo nos quedaba este día antes de enfrentarnos al Nekoma y debía estar lista.

—¡Ya me voy!— Les avisé.

—¿Llevas dinero?— Suga apareció desde una de las puertas seguido por otros de los chicos.

—Sip, está cubierto.— Levanté el pulgar.— No tardaré, intenten sobrevivir sin mi maravillosa presencia.

—No tienes caso.— El peligris se acercó para arreglarme la gorra que al parecer se veía muy descuidada para su gusto.— Te estaré esperando peque.— Me sonrió.

Yo le devolví el gesto antes de hacerle una simple seña a los demás y salir de una vez por todas. 

Suga efectivamente cumplió con no preguntar nada y me estuvo ayudando todo el tiempo estos días, incluso hasta el punto que asegurarse de que nadie vaya a intentar buscarme mientras tomaba un baño. Por supuesto también pude descansar mejor gracias él, es una ayuda invaluable.

•♡•

Una vez en el centro comercial revisé mi celular, más precisamente el chat de Minami. Habíamos quedado en vernos aquí, le había contado como estaba intentando reunir dinero para comprar mis zapatillas y ella inmediatamente me citó en este lugar.

—¡___!— Su voz sonó a mis espaldas e inmediatamente se abrazó a mí.— ¿Qué tal estás? ¿Cómo están los chicos guapos? ¿Les ganaste a todos? ¡Esa es mi chica!

—Mañana me enfrento a los gatitos y definitivamente pienso ganarles.— La abracé de igual forma.

—Y para eso necesitas las zapatillas nuevas, ven conmigo.— Tomó mi mano y me arrastró dentro de una tienda cercana.

Era específicamente una deportiva, había balones, implementos de distintos deportes, ropa y hasta cosas para navegar en rápidos. Pero lo que más llamó mi atención es que el logo de la tienda estaba plasmado en la camiseta de la pelirroja.

—Bienvenida a mi lugar de trabajo, una de las mejores tiendas de deportes de la ciudad.— Extendió los brazos como si fuera Narnia.

Aunque ante mis ojos lo era.

—¡Es genial! ¿Sabes cada cosa de cada deporte? ¡Eres asombrosa!— Aún no abría el local, así que no temí en alzar la voz.

—Por supuesto, todas mis hermanas practican un deporte al menos, así que he aprendido mucho de ellas.— Asintió orgullosa.

Es cierto, una vez me comentó que era la menor de siete hermanas. Su historia familiar es muy emocionante; sus madres se conocieron en los juegos olímpicos de hace varios años, se enamoraron y decidieron adoptar cuantas niñas pudieran. Después de todo tenían los medios, dinero y amor para cuidar apropiadamente de todas ellas.

—Hay que apresurarnos antes de que llegue la hora de abrir la tienda.— De un estante escogió varios modelos de zapatillas que eran exactamente de mi talla.— Vamos a elegirte un color bonito.

—Minami.— Se me hizo un gesto de lo más bonito que quiera ayudarme.— Gracias, pero… no tengo el dinero para costearlas.— Lamentablemente esa era mi realidad y debía apegarme a ello.

—¿En serio pensaste que te cobraría?— Se le escapó una risilla.— No seas boba, eres mi amiga y puedo ayudarte siempre que lo necesites.

—Pero tu dinero-

—No no.— Me interrumpió.— Puedo pagarlo por ti, unos pesos más unos pesos menos da igual, tu sueño vale más que el dinero.— Me dio unas palmaditas.— Ahora si quieres puedes devolverme el favor invitándome a comer en Italia cuando seas una jugadora famosa y millonaria.— Terminó con cierta gracia.