15. Recuerdos invisibles: parte 2

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John Lupin guardaba con cariño muy pocos momentos, y desechaba los demás con extrema facilidad. Uno de aquellos recuerdos especiales era cuando entró a la casa de Slytherin y conoció a los que serían sus amigos durante su estancia en la escuela: Paul Black, Connor Diggory y Tobías Snape.

En esos momentos no sabía exactamente qué era lo que iba a encontrarse en la casa de la serpiente, pues si bien muchos de los prejuicios hacia esta habían desaparecido, aún muchas personas creían que estar en Slytherin era sinónimo de ser malvado, y tal vez él mismo cumplió con ese estereotipo a ojos de su familia.

—¿Irás a la cena de navidad este año? —preguntó Paul con indecisión, rascándose la nuca, no sabía si era conveniente hacer esa pregunta.

—No lo sé —respondió John encogiéndose de hombros.

Ambos muchachos estaban a la mitad de su segundo año en Hogwarts, y poco a poco habían sido arrastrados más cerca de Tobías Snape y más lejos de su propia familia. Era bien sabido que los Lupin y los Black tenían juntos sus cenas de navidad, había sido una tradición desde 1998, y en algunas ocasiones incluso se incluía a los Potter y los Weasley.

—Podríamos quedarnos en Hogwarts este año —propuso Connor Diggory. Él mismo, al igual que sus amigos, no estaba completamente emocionado por reunirse con su familia.

—Esa es una gran idea —exclamó Tobías. Sus amigos sabían perfectamente que la razón para proponer quedarse en la escuela en primer lugar era para estar con él.

No era un secreto que la familia Snape era disfuncional, los padres de Tobías no estaban juntos, y él alternaba sus vacaciones entre la casa de su madre y la de su padre, quedándose la mayoría del tiempo en Hogwarts desde que había entrado el año pasado.

—De acuerdo —dijo John finalmente—. Nos quedaremos —se giró a ver a Paul, sabía que a sus familias no les iba a gustar su ausencia—, ¿qué puede salir mal?


*****

John Lupin no recordaba el día en que conoció a Timothy Chang, y su presencia cada vez más común en su casa y alrededor de su hermana no le encantaba, sobre todo porque ella había dejado, poco a poco, de pasar tiempo con él. Admitía que se sentía celoso, pero se alegraba de ver a Andrómeda tan feliz, siempre había admirado su habilidad para alegrarle el día a cualquier persona con la que se encontrara.

Un día, sin embargo, eso cambió. John no supo exactamente qué era lo que había ocurrido; para él, la noche de luna llena había pasado igual que siempre, aunque a sus seis años no estaba muy seguro de qué era lo que acontecía en realidad. Su padre se había ido con su hermana en la mañana, y en la tarde ya estaban de regreso, pero ella ya no era la misma, y John lo notó de inmediato.

Sus ojos parecían haberse apagado, y caminaba a través de la casa como un fantasma sin rumbo aparente. Andy entró en su habitación y John la siguió.

—¿Qué ocurrió? —preguntó él, sentándose en la cama junto a ella. La pequeña Andrómeda negó con la cabeza.

—No lo entiendo —respondió, recargando la cabeza en el hombro de su hermano—. Todo iba bien, todo estaba bien, y ahora... no podré ver a Timothy nunca más.

—¿Por qué?

—Papá dice que lo lastimé, y que ya no saldremos juntos.

John no hizo más preguntas, solo la abrazó y dejó que se desahogara. Pasarían varios meses antes de que ambos entendieran realmente lo que había pasado, cuando por fin comprendieron que Timothy era como ellos, pero como dijo su padre, no volvieron a verse hasta que entraron a Hogwarts.

Andrómeda Lupin y la tercera generaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora