Legado oscuro ~ [ Sterek ]

Capítulo 25.

Después de que todos se fueran Jordan intentó ir a su habitación, pero fue detenido por su padre.

—Perdón, Jordan, pero le dije a Theo que podía dormir con Liam en tu cuarto —se disculpó Noah.

—No te preocupes papá —el menor regaló una sonrisa—, voy a buscar una de mis pijamas y duermo aquí en el sofá.

Noah asintió a lo dicho por su hijo mayor para luego llevar su vista a Peter. Este se encontraba a unos pasos suyos.

—¿Crees que lo entenderán? —el miedo se podía notar en la voz del mayor de los Stilinski.

—No lo creo —Peter se acercó a su pareja—. Ellos ya son lo suficientemente maduros, comprenderán que todo lo que hiciste fue para protegerlo.

Asintió a las palabras dichas por el otro para luego fundirse en un abrazo.

—Siempre logras calmarte.

—No me gusta verte mal —beso los labios del otro—, por eso siempre voy a hacer lo posible para que no te sientas de esa forma.

Y con esas últimas palabras ambos fueron directo a la habitación de Noah, no sin antes ver si ya estaban durmiendo su hijo, sobrina y el resto que se encontraban en el segundo piso.

—Derek es un buen muchacho —decía Noah ya en su habitación—. Es lo que todo padre quiere para sus hijos.

—Mi hermana estaría encantada con Stiles —ambos se acostaron—, te puedo asegurar que si esos dos tuvieran una discusión, ella le daría la razón al cachorro.

Ya con eso ambos se acurrucaron y entraron en un profundo sueño.

Stiles se encontraba caminando por el bosque de Beacon Hills. Todo se encontraba oscuro y la única luz que había en todo el lugar era el brillo de la luna en lo alto del cielo nocturno.

Algo le decía que tenía que avanzar, por nada del mundo debía de detenerse o todo podría resultar en una horrible catástrofe. Ya sabía hacía donde de dirigía y se metía lo que pudiera encontrar al final de su camino. Continuó su camino por el sendero hasta que llegó al final, cerró sus ojos y tomó un poco de aire.

—Es un gusto verte cariño —una horrible voz fue lo que se escuchó—. Ven y acércate con

—Ni siquiera termines tu frase —abrió los ojos—, no mereces llamarte de esa forma.

La sonrisa de la persona frente al castaño era lo que se podía ver, además de una piel un poco verde, casi oscura.

—Solo quiero hablar contigo, cariño —se bajó del Nemeton—. Eso es todo lo que quiero.

—Por favor, no me hagas reír —el castaño no se movió para nada de su lugar—, vete con tu cuento a otro lado y déjanos en paz.

—Eso no será posible, hermanito —una tercera voz se escuchó a su lado.