Capítulo 43. ¡La verdad sale a la luz!

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Imagen de portada de capítulo: The_basecamp10 (Licchi Ikari).

Capítulo 43. ¡La verdad sale a la luz!

Querido diario, había prometido no ser tan cursi y ridículo a la hora de contarte mis desgracias, pero ha pasado tanto tiempo desde la última vez que te tuve entre mis brazos que no puedo evitar notar lo mucho que te he extrañado. ¿Me extrañaste tú a mí? Qué va a ser, si de seguro te entretuviste con historias mucho mejores que la mía. Pues bueno, no se te hizo que te dejara abandonado, retomemos mi drama novelesco en el punto en el que lo dejamos.

Impulsado por la temeraria estupidez que es tan propia de los Wakabayashi, mi atolondrado, imprudente, irracional, temerario y extremadamente estúpido hermano menor había lanzado la bomba que hasta yo tuve miedo de tirar: estábamos frente al director Zimmerman y Kentin Hyuga, en la oficina de aquél, con la prueba de que éste se metió al sistema de la escuela para cambiar las notas e Ichimei, el irracional, no temblaba ni un poquito. Si algo salía mal, era obvio que todos resultaríamos expulsados, hasta él, pero al parecer a mi hermano esto le importaba un carajo.

Éste es un buen momento para decir que, en el pasado, mi madre varias veces nos comentó que, aunque Jazmín y Benjamín se comporten de una manera decente, en sus venas corre sangre Wakabayashi y que eso en algún momento los impulsará a hacer algo estúpido. Yo siempre le dije que eso no podía ser cierto, que ese par era tan tranquilo y bien portado que ninguno se dejaría influenciar por la sangre del gran Genzo Wakabayashi y que ellos dos serían los únicos que no acabarían en la cárcel. Bien, me equivoqué: mi hermana abofeteó a Hoffman en pleno pasillo de la escuela y ahora Ichimei, el imprudente, estaba jugando al toro con el director. Doctora Del Valle, no volveré a dudar de su sabiduría.

En fin, volvamos a donde nos quedamos: Benjamín, Mijael, los gemelos Schneider y yo estábamos en la oficina de Zimmerman, a la espera de que éste nos recibiera para mostrarle el vídeo; el hombre había aparecido en compañía de Kentin y sin duda que el momento no podía ser más propicio para lo que planeábamos hacer, pero aún así yo sentía que no teníamos la suerte de nuestro lado. Y, con excepción de Benji, los demás seguramente estaban pensando en lo mismo.

– ¿Qué traes ahí, jovencito? –preguntó nuevamente el director. Detrás de él, Kentin era la viva imagen del odio hecho persona.

– Una confesión del señor Hyuga, aquí presente –respondió Benji, con una calma que nos asombró a todos–. Creo que debería de verla porque afecta directamente una decisión que usted tomó con respecto a mi hermano y a un amigo mío.

– ¿Es un vídeo de teléfono? –preguntó Zimmerman, con desdén–. Si es un vídeo o un audio no me interesa, para mí esas cosas no son más que chismes de adolescentes.

– Bien dicho, director –declaró Kentin, petulante y engreído como el que más–. Una escuela como ésta no debería de dejarse llevar por rumores de niñas.

– Esto es más que un chisme de niña –replicó Benjamín, sin dar su brazo a torcer–. Es una prueba de que la seguridad informática de la Wittelsbach es una burla, pues hasta un estudiante pudo burlarla sin problemas. He querido ser respetuoso y mostrarle este vídeo primero a usted, director, así que no se lo he enseñado a mis padres. Sin embargo, si usted no acepta darle un vistazo, tendré que mostrárselo a ellos y no van a quedar muy contentos. ¿Qué cree que dirán ellos, o los papás de Claude Schneider, cuando se lleguen a enterar de que la Wittelsbach no sólo no mantiene en buenas condiciones sus instalaciones, sino que además permite que cualquier estudiante pueda alterar las calificaciones de otro sólo por gusto?

Solté una exclamación de sorpresa y noté que Claude, Chris y el Fede hicieron lo mismo. ¡Mi tarado hermano acababa de amenazar al director de la Wittelsbach! Ichimei, siempre me voy a acordar de que alguna vez tuve un hermano que murió por jugarle al vergas. Yo esperaba que Zimmerman se volviera loco, le salieran cuernos del cráneo y comenzara a echar espuma por la boca, pero casi me voy de espaldas cuando vi que en sus ojos se mostró una ligera, ligerísima angustia. Esto me sorprendió mucho porque, para nosotros, Zimmerman era una figura de autoridad incuestionable que jamás mostraba debilidad frente a un alumno, una especie de monstruo malvado que se mantenía firme ante cualquier amenaza. ¿Por qué motivo podría estar angustiado ese monstruo? ¿Por mi hermano? Lo veía muy poco probable, Ichimei era un alumno entre miles que ese hombre debió de tener en su vida, pero casi de inmediato tuve mi respuesta: a Zimmerman le preocupaba el tener que vérselas con nuestros padres otra vez. Ellos ya le habían armado una buena bronca por lo de la explosión del laboratorio, sin duda que no iban a estar muy contentos con este asunto. Por poco me echo a reír a carcajadas, ¡hasta en la Wittelsbach alucinan al SGGK y al Káiser de Alemania!

Boku wa Wakabayashi Daisuke: Renewal [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora