Capítulo 46. La vida es una montaña rusa.

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Capítulo 46. La vida es una montaña rusa.

Querido diario cibernético: ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que escribí una entrada relacionada a mi patética vida adolescente? Haciendo cuentas, creo que han pasado un año y siete meses, más lo que se vaya agregando. Lo siento de verdad, sé que prometí que no iba a dejarte tan abandonado, pero espero que entiendas que la vida apesta y como tal, no tengo tanto tiempo para vagabundear como yo quisiera, me obligan a darle sentido a mi existencia y a ser de utilidad a pesar de que yo ni pedí nacer. En fin, vayamos a lo que interesa, que ya hemos perdido suficiente tiempo en pretextos tontos.

Alguna vez, mi sabia y mexicana abuela materna dijo que la vida es como una montaña rusa: unas veces estás arriba, otras veces estás abajo. Cuando me lo dijo pensé que lo decía de manera literal, o sea, que en algún momento de nuestras vidas nos tendríamos que subir a una montaña rusa y mi yo de diez años casi moja los pantalones del miedo de imaginarme tremenda odisea. ¿A qué clase de montaña rusa me subiría? ¿Me darían permiso de elegir cuál? ¿Podría escoger una pequeñita o me treparían a la fuerza a la peor de todas? Ya sé que tener diez años no es pretexto para ser tan idiota, pero al menos ahora entiendo de qué rayos estaba hablando mi querida abuelita. Mi vida en los últimos meses había sido tan cambiante que me preguntaba si mi muñeco vudú no habría terminado en manos de alguien que me odiara (Margus Hoffmann o Kentin Hyuga, por ejemplo) y esa persona lo hubiese metido a una lavadora para después llevarlo al parque de diversiones a amarrarlo a un carrito de la peor montaña rusa de la historia, una que tuviera caídas libres de más de un kilómetro de altura.

Bueno, que al menos es mi muñeco vudú, y no yo, quien se subió a la montaña rusa. ¡Qué alivio!

En fin, espero que entiendan lo que estoy tratando de decir. Había tenido días malos, días muy malos y días espantosos, pero ese día, señoras y señores, ese día en particular la vida había decidido que yo ya merecía estar en la cima. Ya sé que no había pasado algo particularmente grande, como que hubiese ganado el Mundial o un premio Nobel (aunque no sé para qué cuernos me serviría ganar un Nobel, como no sea fanfarronear con todo el mundo), pero cuando se tienen catorce años, algo tan sencillo como que la chica que te gusta te diga que también le gustas, equivale a ganar millones de premios, sí señor.

Me estoy volviendo cursi. Qué asco me doy.

En fin, que además del hecho de que Gio, mi amada Gio, me dijo que yo también le gusto, estaba el hecho de que había hecho al fin ese desgraciadísimo examen de francés y sentí como si me hubieran quitado unos mil kilos de estrés de encima. A esas alturas, ya prácticamente había terminado todos mis exámenes y sentía que no me había ido tan mal, así que, si aprobaba el de francés, que era casi seguro que sí lo haría, tendría libre el verano para poder pasarlo con Aremy. Sí, es cierto, ella seguía estando enferma, pero podría dedicarme a leerle, a jugar con ella o, que Batman o Ironman me amparen, a hablar con ella sobre los BTS (al menos creo que ya sé quién cuernos es Jimin, ya consigo identificarlo del resto... o eso creo... Es el que se pinta el pelo de rubio, ¿no? Aunque también se lo ha pintado de colores y hay otro que también se pinta el pelo de rubio, pero... ay, ya no sé...). Además, se había reconocido mi inocencia con respecto al cambio de calificaciones y Kentin Hyuga fue desencamarasdo... desencaramado... desenmasracado... bueno, descubierto pues, como el mentiroso que es. ¿Qué más podría pedir?

Que mi papá fuese menos cabrón, eso me gustaría también, pero no se puede tenerlo todo en la vida, ¿no?

Sin embargo, las sorpresas no habían terminado todavía para ese día. ¿Cuántas veces no he dicho esto en los interminablemente largos capítulos que conforman esta babosa obra? Pues aquí va una más, porque al parecer mi vida es una telenovela y las telenovelas son ridículas. Ya qué.

Boku wa Wakabayashi Daisuke: Renewal [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora